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Categoría: Terror

Supervivientes Dos

Vomitados por una calle que moría frente a aquella ventana de negros y traicioneros inquilinos, cinco extraños seres, corrompidos, tambaleantes, aparecieron en escena. Zombis en vida, sus trastornadas bocas emitían descorazonadores ululatos y gemidos. De pronto, vieron a alguien tumbado sobre la acera. Era una mujer joven, malherida, con el inmisericorde bordillo clavado en la espalda, empapada en su propia sangre.
Los zombis apresuraron el paso mientras la mujer lanzaba suaves gemidos al aire viciado de horror y tristeza. Cuando llegaron a ella, la rodearon y poniéndose de rodillas comenzaron a devorarla. Un grito atroz surgió de la maraña de carne pútrida y fauces antropófagas.
En su escondite, Adam sintió unas horribles naúseas, y no pudiendo contenerse, vomitó sobre los agrietados azulejos del rellano. Estaba recuperándose de la repentina evacuación cuando el sonido de un portazo procedente del siguiente piso le robó la atención.
A través de la única puerta que había, otra de aquellas criaturas avanzaba hacia las escaleras.
Aterrorizado, el pequeño salió corriendo del edificio y no paró hasta que estuvo en la plaza. Entonces se encaminó hacia un calle que había a la izquierda, junto a la iglesia. Antes de internarse en ella, se fijó en la lúgubre fachada del templo, en la cual, situadas a cada lado de la secreta puerta, tres estatuas de santos esculpidas a media altura le miraban con gesto acusador.

El fulgor del neón rojo de una cafetería luchaba débilmente contra la oscuridad, mientras susurros procedentes de la nada daban un toque musical al cuadro. De repente, una de las lunas del establecimiento reventó violentamente y un nuevo grupo de zombis cayó a la acera, sobre una alfombra de cristales.
Adam pasó junto a ellos mientras intentaban levantarse. Llegó a un cruce y siguió por la calle que había enfrente. Por su parte, las criaturas fueron tras él, ansiosos por descuartizarlo a mordiscos.
Adam vio a la derecha una escalerilla de emergencia. Fue hasta ella y empezó a subir. Pero apenas había recorrido un metro cuando los zombis comenzaron a agitarla salvajemente, intentando tirarle. El pequeño procuró aguantar, aferrándose con más fuerza al frío hierro, pero las sacudidas eran tan fuertes que sus manos no tardaron en ceder, y cayó al vacío.
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
  • Media: 5.65
  • Votos: 49
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