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Sebastian y su historia

CUANDO TODO LO QUE BRILLA ES ORO


Sebastián joven de buen porte, delgado pero musculoso, cara alargada, de cabello rubio, cejas muy pobladas, una mirada tierna de ojos azules como el mar, pero con fuerza, se clavaban en ti como espinas de rosas. Boca bien formada con una sonrisa permanente, manos finas y fuertes; además algo muy importante Sebastián vivía gozando de la vida, estaba presente en todas las cosas que hacía y todo era parte de él. La edad no formaba parte de su existencia, aún después de 40 años sigue pensando que todo lo que brilla es oro. Quién no ha amado terriblemente, quién no ha deseado algo con tanta intensidad y pasión que cuando se concreta es dichoso. Esto lo entiende y lo sabe Sebastián, quien siempre ve un brillo especial en todas las cosas.

Conocer a Sebastián es una dicha, yo les contare como empezó su vida y cómo la fue construyendo junto a nosotros. Desde su nacimiento dio alegría a la familia, llegó en momentos difíciles, de malos ratos generados por la falta de dinero y por la edad de sus padres, padres jóvenes con muchos sueños y poco tiempo para realizarlos, con mayores obligaciones que satisfacciones. Aun así Sebastián llega para cautivar a todos en la familia desde un principio.

Cuando que llegó a la casa lloró, no con el llanto natural de un recién nacido, no, este era algo especial, era distinto, era un llanto con profundidad y luz, con la melodía y cansancio que solo ofrece un llanto recién estrenado, un llanto que transmite un sentimiento. Por lo tanto - resulto una alegría como pocas escuchar su llanto-. Tenía una habilidad para lograr que uno tuviese la necesidad de compartir tiempo con él, nos trasmitía tranquilidad y nos entretenía con ese llanto sonoro, que parecía una conversación, que en esos momentos no llegábamos a comprender.

Durante su niñez nos tuvo a todos fascinados con sus historias y con sus enredos, todo era alegría, todo giraba a su alrededor, dejaba una estela de simpatía por donde pasaba, el amor se desprendía cuando miraba, qué manera tan natural tenia de transmitir paz a todos los que estábamos cerca de él.

Llegó la etapa del colegio, menudo problema para los profesores. El líder estaba en clase y era muy activo. La palomillada era parte de su día, la travesura era su diversión. En todos los castigos estaba él, sus compañeros lo adoraban, todo era su culpa, nunca dejo a ningún compañero en la estacada. El se las imputaba todas, que ideas pasarían por su cabeza para actuar así, nadie lo sabía. Lo que sí sabíamos era que Sebastián, era Sebastián... difícil de entender, imposible de contradecir y fácil de amar.

Jamás podremos olvidar a Sebastián en el parque con su bicicleta repartiendo chocolates a los niños a cambio de una sonrisa, haciendo negocios de bondad, de luz en la oscuridad, porque nunca regateaba la sonrisa, lo hacia en forma tan especial que hasta las personas que cuidaban a los niños pagaban con sonrisas sus ocurrencias.

En el inicio de la secundaria nos dio la impresión que había logrado madurar, fue un verano difícil económicamente, para permanecer activo encontró en la lectura y las manualidades como entretenimiento sin costo ni gasto alguno. Su madre nos comentaba como disfrutaba de la lectura, como era capaz de hacer objetos con desechos de cualquier cosa, lo maduro que estaba Sebastián; gran engaño. Estaba preparando su personalidad para mostrarse como era, para dejarnos ver a plenitud su majestuosidad. Su capacidad de convertir la adversidad en algo positivo y su disposición para ayudar.

En cierta ocasión nos contaron que cuando una compañera de clase explicó la Batalla de la Independencia, su ayudante, - Sebastián-, monto toda una actuación convirtiéndose en el segundo perfecto de una obra de teatro sin guión, él improvisaba y definía la idea que la chica vertía. La chica lo adoraba, lógico, como calificación le dieron un excelente, la felicitaron por la idea, por la forma cómo preparó y estructuró los conceptos de la batalla para que su ayudante hiciera la presentación. La realidad, todo fue algo espontáneo de Sebastián, así era él, todo un maestro.

En la Universidad, siguió estudios generales. Nunca dijo qué estudiaría. La sorpresa la dio un día antes de Navidad. A sus padres y al resto de los parientes nos envió un sándwich como regalo de Navidad con una nota presentando al próximo cocinero.

Gran llanto por parte de la mamá, ¿cómo su hijo con esa capacidad sería cocinero? Que desperdicio un muchacho guapo, con presencia, con buenas relaciones, después de haber pagado con muchos sufrimientos un muy buen colegio, al niño se le ocurría ser cocinero. El papá, crítico por naturaleza trataba que el muchacho entendiera y viera su realidad. El costo benéfico de la educación, el futuro basándose en las relaciones, ningún argumento era valido Sebastián había definido su futuro. Seria cocinero.
El resto de la familia entendimos el mensaje, ya que el regalo y la nota eran bien especifica en cuanto a su decisión. “Él quería ser cocinero”. El recuerdo que tengo es que el sándwich estaba muy bueno, tenia un sabor que inmediatamente te envolvía en la magia, en la alegría y en el brillo que Sebastián nos regalaba, supe después que él era consiente que había encontrado la formula para ayudar a ser feliz a las personas.

Fueron años de estudio y práctica. Toda la familia formó parte de sus comidas, éramos sus conejillos de prueba. Nos dimos cuenta poco a poco en que forma su comida no solo transmitía aquello que uno necesita cuando come; satisfacción, buena presentación, agradable olor, sino que también era capaz de ofrecer paz sin saberlo. Estábamos en sus redes de amor; convirtió a la comida en su anzuelo, sin saber cómo funcionaba o cuál era su intención, todos habíamos sido atrapados.

Pasado un buen tiempo, nos invito a todos para que degustemos el plato que prepararía como tesis para su título de cocinero. Gran alboroto, la madre todavía no aceptaba la idea de un hijo cocinero, el padre solo podía decir (muchacho de miércoles que será de ti en el futuro). Pero toda la familia feliz de estar juntos, contentos que Sebastián nos invitara a comer. Esta comida fue en la casa de sus padres, lugar que había convertido en replica de la academia con formato de examen.

Para qué contar toda las experiencias que vivimos. Era algo digno de un banquete romano, la palabra sibarita estaba presente como otro invitado más. Aperitivos exquisitos, bocaditos de cardenal, presentación propia de reyes, todo pero todo era perfecto. Cuando presentó el plato de su tesis fue algo grande, era un plato de comida tan simple, pero contenía una elegancia, un olor, qué sensación celestial al paladar, solo con ver el plato uno se transportaba a un mundo de fantasía, de opulencia de gastronomía magistral.

Cuando habíamos terminado de comer, todos, pero absolutamente todos nos sentimos transformados, la bondad estaba presente entre nosotros, el amor vivió, el compañerismo y el entendimiento eran algo natural. Yo escuché a Sebastián decir; todo lo que brilla es oro, esta es la mejor forma de llegar al corazón de los hombres, encontré la forma de cambiar el sufrimiento en felicidad. Encontré la forma de cambiar el rencor en ternura, solo poniendo mi amor, mi optimismo y el don que el Señor me dio, en un plato de comida.

De Sebastián sabemos que es joven de buen porte, delgado pero musculoso, cara alargada, de cabello rubio, cejas muy pobladas, una mirada tierna de ojos azules como el mar, pero con fuerza, se clavaban en ti como espinas de rosas. Boca bien formada con una sonrisa permanente y un buen cocinero.



15/Nov/03
Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
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1 comentarios. Página 1 de 1
Danychío
invitado-Danychío 18-09-2004 00:00:00

Realmente este cuento me ha fascinado, me ha hecho recordar ciertas cosas, pero sobre todo que aunque muchos no lo crean, la bondad, la valentía y sobre todo el Amor a lo que nos gusta y deseamos ser lo transforma todo. Que no importa lo externo, sino lo interno. Gracias

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