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Pedro y el lobo

El pequeño Pedro vivía con su abuelo en las afueras de una aldea perdida en el corazón de las estepas rusas. El invierno había llegado antes de tiempo y todo el paisaje aparecía cubierto de una gruesa y blanquísima capa de nieve.

- Feliz cumpleaños, Pedrito-dijo el anciano mientras le daba al pequeño un paquete alargado envuelto en papel estampado- Espero que te guste.

Pedro dio las gracias emocionado y se apresuró a abrir la caja. Dentro había una escopeta de juguete.

- ¡Gracias abuelo!-dijo con entusiasmo, y dirigiéndose a una de las ventanas de la casa exclamó- ¡Con esto podré matar al terrible lobo que merodea por la región!.

Al oír aquello la cara del anciano cambió radicalmente, y rodeándolo con su enorme brazo, lo atrajo hacia el centro de la cabaña.

- No hijo, tú no cazarás a esa bestia. Eres muy joven para ser cazador, y además, ¿qué crees que ibas a hacerle con una escopeta de juguete?.

Pero Pedro insistió:

- Jo, los hombres del pueblo han salido en su búsqueda. Yo también quiero.


Al día siguiente, antes de que su abuelo se despertara, Pedro salió de la cabaña escopeta en mano y llamó a sus tres amigos: el pato Iván, la gata Katia y el pájaro Igor.

- Veréis qué cara ponen los del pueblo cuando vengamos con el lobo atado con esta cuerda.

Todos respondieron alegremente al comentario, todos menos Katia, que se mostró preocupada.

Poco a poco, fueron adentrándose en la espesura del bosque, con el niño a la cabeza.

- Lo primero será hacer un buen plan, sino estaremos igualados con esa fiera.

- ¿Un plan?-replicó Katia- Pero tú eres el único que está armado, mis garras son pequeñas y mis dientes poco afilados...

Igor e Iván le reprendieron por su cobardía. Estaban tan distraídos discutiendo que no se dieron cuenta de que el lobo los había visto y se acercaba sigilosamente entre los gruesos árboles.
De pronto, la gata dio la voz de alarma. Asustados por el tremendo alarido, Iván e Igor se ocultaron bajo la nieve.

- No veo nada, ¿dónde está?-preguntó el niño apuntando en dirección contraria a donde estaba el lobo. De rodillas sobre la nieve, tenía a la erizada gata sobre la gorra.

- ¡Sálvese quien pueda!-gritó ésta mientras se lanzaba al suelo.

Ya libre de su peso, Pedro se quitó la gorra de los ojos y dándose la vuelta vio que estaba frente al lobo. Sin pensárselo dos veces, disparó su arma.
¡Pum!, el corcho que tapaba el cañón golpeó contra el hocico del animal, pero ante el asombro del niño, no le causó el menor daño. Y seguía avanzando hacia él.
De pronto, Iván se interpuso entre los dos. Tenía un plan.

- ¡Corre, Pedrito, corre!-gritó mientras esquivaba las embestidas de las mandíbulas del lobo. Entonces salió disparado, intentando que éste le siguiera. Mientras Pedro se apartaba para ponerse a salvo, el lobo y el pato se perdieron en el bosque.

Unos instantes después se reunió con la gata y el pájaro. Comenzaron a esperar a Iván, suponiendo que regresaría pronto, pero no fue así.
De repente, una pluma verde que descendía suavemente hacia la nieve les llamó la atención.
Era de Iván, ¿se lo habría comido el lobo?. ¡No!. Pese al pesimismo de sus amigos, Pedro no quería creer que el pato estuviera muerto. Decidido a encontrarlo, les convenció para salir en su búsqueda. Pero tras varias horas recorriendo el bosque, el desánimo les venció, y cansados, se sentaron en la helada rama de un árbol.
Llorando la pérdida de su amigo, de pronto la cara del niño se iluminó.

- ¡Tengo una idea!. Nos queda la cuerda, y con ella lo atraparemos.

- ¡Eso es!¡Vamos allá!- exclamaron a dúo Igor y Katia.

Pedro hizo un nudo corredizo a la soga y, con ayuda del pájaro, la colocó alrededor de la rama. Después le pidió a Katia que se encargara de sostener el lazo en el aire, mientras él subía a la rama para coger el otro extremo.
Para terminar dijo a Igor:

- Tienes que conseguir que el lobo venga hasta nosotros. Búscalo, aunque tengas que llegar al último rincon del bosque.

El pájaro hizo lo que se le había pedido, mientras Pedro y Katia ultimaban la trampa.

A Igor le costó tiempo y más encontrar al lobo, pero por fin, tras haber recorrido de cabo a rabo el bosque y sus lindes, topó con él y atrayéndolo hacia sus amigos, lo dejó a merced de la trampa.
Con un ágil movimiento, Katia dejó caer el lazo sobre el grueso rabo de la bestia, que quedó atrapado al instante.
Enfurecido, el lobo intentó zafarse de la soga, pero cuanto más se esforzaba más atado quedaba.

- ¡No sueltes la cuerda, ánimo Pedrito!-gritaban la gata y el pájaro, viendo que éste tenía problemas para tirar de la cuerda.

Todos estaban muy austados, y parecía que en cualquier momento el lobo podía escapar.
Pedro, haciendo de tripas corazón, ignoró las amenazas del lobo y siguió subiéndolo. Ahora estaba en la parte más alta de la rama, pero la cuerda no iba a aguantar mucho más. El pánico aumentó cuando, dándose cuenta el lobo de que algo estaba yéndoles mal, dio un zarpazo en el aire hacia donde estaba agazapada Katia.
Viendo que la cuerda estaba a punto de romperse y que Pedro estaba al límite de sus fuerzas, Igor dijo:

- Déjalo escapar, Pedro, es lo mejor.

- ¿Qué?, ¿y qué hay de Iván?, ¿acaso no vamos a vengarle?.

Entonces, recobrando el ánimo, apoyó la cuerda en un saliente de la rama para que no siguiera rompiéndose.
El lobo, mientras tanto, había dejado de forcejear. Se rendía.

Invadidos por una intensa emoción, los tres amigos oyeron el sonido de un cuerno de caza que procedía del valle del río helado que atravesaba la comarca. Al cabo de unos instantes, tres cazadores aparecieron en la nieve.
Pedro les llamó la atención para que se acercaran, y mientras lo hacían, sorprendidos al ver al lobo atrapado por tan pequeños cazadores, decidió dejarlo bien atado para que la hazaña fuera completa.
Cuando llegaron, elogiaron al pequeño, aunque después de una reprimenda de Igor éste reconoció que el mérito había sido de todos.

De pronto, escucharon una voz conocida.

- ¿Aún estáis en el árbol?.

Los tres miraron al aire y, sobrevolando los gorros de los cazadores, vieron a Iván.

Después de decirle lo que habían pensado que le sucedió, Pedro le dio las gracias por haberle salvado la vida y le abrazó.
Con el lobo atado a la rama, partieron hacia el pueblo. Los cazadores iban delante, tocando sus cuernos para anunciar la buena noticia.
A partir de entonces, la paz y la tranquilidad volvieron a la comarca, y de todas partes vino gente para vitorear al nuevo héroe.
Datos del Cuento
  • Categoría: Tradicionales
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