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Categoría: Románticos

Eternamente

Nunca había sido una chica demasiado alegre; pero tras la muerte de mi amante esa melancolía incluso un poco encantadora se tornó en locura desesperada.
Alex vivía en una casa de estilo colonial, con una gran extensión de jardín boscoso bordeándola. En la parte trasera había una antigua glorieta de forja, cubierta por las hiedras. Desde niños yo entraba en su casa sin llamar al timbre, simplemente pasaba la verja y me reunía con él en la glorieta. Aquella tarde, Alex también estaba allí. Su cuerpo inerte vestido de negro colgaba de una cuerda desde el techo. Su cuello, fino y blanco, colgaba esperpénticamente hacía delante, pudiéndose notar a través de la piel casi transparente las vértebras quebradas. No sé cuanto tiempo estuve parada mirando el delicado cadáver de mi compañero, pero se hizo de noche y yo continuaba allí quieta. Pasé toda la noche a su lado, una vez que le hubieron metido en el ataúd, vi como sus ojos azules se cerraban para siempre. Arrodillada junto al féretro de mi amor no quería creer que la muerte nos hubiese separado con tan solo 19 años. Miraba el suave rostro de Alex, su cabello negro largo que aún brillaba como si estuviese rebosante de vida. Sus manos en cambio estaban heladas, y afectadas del rigor mortis. Si me hubiesen dejado, habría pedido que me enterrasen junto a él, incluso viva tal cual estaba ahora mismo. Lo besé en los labios por última vez, pero ya no parecía su boca, estaba rígida e inerte como una roca.
El velatorio de Alex pasó muy deprisa, al menos así me lo pareció. Cuando lo enterraron, no quise irme del cementerio. Me senté enfrente de su lápida como si esperase que ese príncipe oscuro al que aún amaba fuese a salir de un momento a otro. Llegó la noche y la mañana de nuevo. Unos pájaros negros se posaron en la tierra. Llevaba horas llorando, pero no con rabia ni desesperación. Las lágrimas brotaban solas sin gesto alguno por mi parte.
Al siguiente anochecer, seguía yo sentada en la tierra contemplando ese pequeño montículo debajo del cual estaba él, tenía la absoluta certeza de que no me abandonaría. Su muerte había sido un accidente había dicho la policía. Al parecer, él se encontraba colgando la cuerda del techo de la glorieta cuando la escalera se le resbaló bajo los pies y con infortunio su cuello quedó enredado.
Sabía que iba a venir esa noche, no podía tardar mucho más. Noté de pronto una mano en mi hombro y a alguien que se arrodillaba a mi espalda, y supe que era él. Le miré y me miró. Se echó a mis brazos. Me acarició el pelo, y agarrándome la cabeza con firmeza me la torció con fuerza chascando mi cuello rápidamente. Ni lo noté, ni me dolió, ni me dio tiempo a pensarlo. Me enterraron en un nicho anexo a su tumba. Ahora, estaremos juntos para siempre.
Datos del Cuento
  • Autor: Anna Dm
  • Código: 12509
  • Fecha: 29-12-2004
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.69
  • Votos: 80
  • Envios: 3
  • Lecturas: 3093
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
allemande
invitado-allemande 02-05-2005 00:00:00

querida anna: este es un hermosos pero escalofriante relato. Me gustó la forma en que lo cuentas. ¡Sigue asi! un beso, allemande

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