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El Toquín

En los polvorientos parajes de Ciudad Neza atardecía con una pertinaz lluvia que en pocos minutos la convertiría en la Venecia del Estado de México, aunque sin góndolas ni los puentes que cruzan el Canal, no confundirlo con el Gran Canal, sin embargo, los adultos mayores se dirigían al “Toquín” de fin de semana.
¿La Venecia? Bueno, pequeña diferencia entre los románticos canales y las calles llenas de lodo.
Lo bueno es que la transición de lodo a encharcamientos, que no inundaciones, también se da en unos cuantos minutos. El problema es que salga el agua de la olla en la que está ubicado el asentamiento referido.
- Lo bueno es que la reunión será bajo techo. Dijo Luis Manuel cuidando que no se le cayera la dentadura
- Aunque eso no es garantía de que no te vayas a mojar ya que tendrás que buscar estar a salvo de las goteritas que a pesar de no ser muchas si que son molestas y luego no sabes sí es la gotera o eres tu pero de pronto aparece un charquito a tus pies. Murmuró José Luis, cuidando de no caerse Él ya que todos hacían prodigios de equilibrio al pasar de tabique a tabique o a piedra o a lo que encontraran medio seco y evitara enlodar sus relucientes calzados.
Estaban anunciados conjuntos, el primero y que le tocaba abrir el baile regenteado por un tal Wolfgang Amadeus Mozart, mozalbete de escasos diez años y que a pesar de su corta edad es ya un experto tanto en la composición como en la misma interpretación de salsas, huarachas, y merengues colombianos.
Y qué decir de su alternante, del merito puerto veracruzano de Coaza, Federic Chopan, que había cambiado su apellido de Chopin a Chopan porque gustaba vestir de azul. Mismo que con sus ritmos levantaba al público y mejor cuando su vocalista estrella, Ángela Peralta interpretaba al tiempo que bailaba rumba, capaz de levantar con sus eróticos movimientos de cadera al mismo Don Juan Tenorio.
Rallando las nueve de la noche, dio inicio el Toquín al estallar en lo alto de la torre izquierda de la Catedral lugareña, muy parecida por cierto a la de Colonia sobre todo en lo que es la altura con la salvedad que solo tiene una torre. . . la izquierda. Pues al estallar el cohetón, además del tremendo ruido, empezó una lluvia pero ahora de múltiples luces de los más variados colores y que se consumían antes de regresar, por efecto de la gravedad, al lugar de la reunión, por cierto que en una esquina y medio apartado estaba observando esa caída el clásico teporocho de la colonia, un tal Isaac Newton. Se la pasaba siempre observando y tratando de entender por qué las cosas siempre caen hacía abajo y no hacía arriba. Pobre, los alipuses y los chíngueres ya le están moviendo la azotea.
Por ahí se dejaba el Capitán Garfio que haciendo desigual pareja con Jazmín, abrieron el baile a los acordes del Danubio Azul a ritmo de mambo. No tardaron en saltar al pista Cindy Louper y el Rey de Chocolate, Madona y Tarzán, J-Lo y Norsi-Bo (ji, ji, ji, hacen verso), pero y qué hace aquí Norsi-Bo. Hay que recordar que ya no se cuece al primer hervor.
El ánimo fue creciendo y cuando la banda Chicago interpretó “El Payazo del Rodeo”, Cristóbal Colón no se resistió a la invitación de Doña Borola Tacuche de Burrón, aprovechando que Don Regino le daba consejos para lucir su blonda cabellera a Marilyn Monroe, sin embargo Atila se equivocaba tres de cada cuatro pasos ante la hilaridad de Blanca Nieves que a rápido movimiento derramó su copa pletórica de Neutle curado de cacahuate en el bikinito de Sor Juana Inés de la Cruz misma que saboreaba una Coronita cruzando botellas con Carlos de Inglaterra.
Los rítmicos acordes fueron opacados por el ulular de la sirena del Titánic que así saludaba y vitoreaba que Tomás Alba Edison y Pelé hubieran desembarcado en el Mar de las Tormentas Acuáticas sobre el tercer anillo de Saturno. Tal acontecimiento mereció la suspensión del bailongo ya que todos los asistentes observaban con detenimiento en su televisor de muñeca, tan significativo momento aunque fue suspendido por un corte informativo emitido directamente por el Canal de Venecia y que daba cuenta de dos noticias importantísimas que ocurrían en ese instante; el primero acerca del deshielo de las Cataratas de Iguazú y el segundo el juego perfecto que terminaba de lanzar Rigo Tovar en las Grandes Ligas de Australia.
En eso se dio por terminado el Toquín y la pequeña pandilla auto-denominada; ”Tercera Llamada” y así conocida en las oficinas secretas de la desaparecida KGB de la desaparecida Unión de Repúblicas Soviéticas Socialista o sea la URSS y que integraban los cuates de Norsi-Bo, se encaminaron a la estación del Metro en Rue Rivolí y abordando una trajinera color naranja se dirigieron a sus respectivas cuevas enclavadas en el fondo del Sótano de las Golondrinas unas y otras tras las dunas del Desierto de Altar donde ya los esperaba un opíparo y suculento almuerzo cuyo manjar central consistía en Manitas de Mono de Catemaco capeadas y aderezadas con una exquisita salsa de acociles y cerezas del Valle Cálido de Siberia.
Todos quedaron complacidos y a la vez invitados a la inauguración de la pista de hielo en Dubái.
Al teclear estas últimas líneas, dejé el raro pitillo blanco y retorcido elaborado con no sé que rara hierba verdosa.
Datos del Cuento
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