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Uno, Dos y Tres

Uno, Dos y Tres eran unos alienígenas que crecían felices con su madre en su planeta, un pequeño mundo alejado de todos los demás.

El mayor nació con un solo ojo. Por eso su mamá le llamó Uno. Su hermano nació con un par de ojos. Por eso su mamá le llamó Dos. El tercero de sus hijos llegó al mundo con un ojo más, y por eso le llamó Tres.

Un día, Uno, Dos y Tres vieron a su mamá llorando en un rincón. De sus ojos brotaban enormes lágrimas. 

-¿Por qué lloras, mamá? -preguntaron.

-Nos han descubierto -dijo su madre.

-¿Quiénes? -preguntaron los niños.

Su madre decidió que había llegado el momento de contarles su gran secreto.

-Hijos, ¿os habéis dado cuenta de que yo tengo muchos ojos? -dijo.

-Sí. ¿Eso es malo para ti? -dijo Uno.

-Todos los de nuestra raza tienen muchos ojos. Por eso tuvimos que abandonar nuestro planeta y escondernos aquí -dijo su madre.

-¿Por qué? -preguntó Dos.

-Porque sois diferentes y eso no les gusta a los nuestros -dijo su madre-. Pero ahora nos han descubierto y quieren cogernos. A saber qué querrán hacer con vosotros.

-Huiremos -dijo Tres.

-Es tarde, ya están aquí -dijo su mamá.

Uno, Dos y Tres tenían mucho miedo. Pero estaban decididos a defenderse y a proteger a su mamá.

-Nos esconderemos y, si hace falta, lucharemos -dijo Uno.

Unos pasos se escucharon a lo lejos. 

-Si nos encuentran no dejéis que nos separen -dijo Dos.

Entonces, una voz ronca y profunda dijo:

-Sé que estáis ahí. ¡Salid! Os llevaré a casa.

Ninguno contestó.

-Salid, por favor. No os haré daño -dijo la voz.

Pero seguía sin haber respuesta.

-Hijos, os echo de menos. Llevo años buscándoos. No me importa que seáis diferentes.

Uno, Dos y Tres salieron de su escondite con su mamá. Los cuatro se echaron en brazos de aquel enorme alienígena.

-¡Padre! -gritaron los niños.

-Volvamos a casa. Ya se nos ocurrirá algo para solucionar este problema -dijo el padre.

-Papá, ¿tú cuántos ojos tienes? -preguntó.

-No sé, muchos. Nosotros solo sabemos contar hasta tres -dijo el padre.

-Nosotros sabemos contar hasta diez, que son los ojos que tiene mamá -dijo Uno.

-Tú tienes ocho -dijo Dos.

-Y ese que está ahí detrás tiene nueve.

-¡No tenemos todos los mismos ojos! -dijo el padre-. Entonces, ¡no sois diferentes!

Todos se echaron a reír. Cuando regresaron, Uno, Dos y Tres enseñaron a todos a contar. Y así fue como se dieron cuenta de que todos eran diferentes y empezaron a aceptarse tal y como eran.

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