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Un niño como los demás

Olivier tenía la piel oscura y unos profundos ojos negros. Era un niño risueño, juguetón y muy alegre. Cuando sonreía iluminaba la vida de sus padres y abuelos. Esa sonrisa infantil tenía el poder de llegar hasta el corazón del cielo que retiraba rápidamente todas las nubes oscuras de tormenta y plantaba un enorme arco iris en el horizonte azul. 

En su familia todos tenían la piel blanca, los ojos de un azul cristalino y el pelo rubio. Pero Olivier nunca se había fijado en ello. Nunca había pensado que sus padres o abuelos fueran diferentes a él. Y de todas formas aunque él fuera de piel oscura y ellos de piel clara ¿Dónde estaba el problema? ¿Por qué le decían en la escuela que ellos no podían ser sus papás?

Continuamente los demás niños se reían de él en el recreo:
- Tú eres negro y ellos blancos - le decían día tras día.
- ¿Y qué?- respondía él.
- ¿Eres tonto? No pueden ser tus padres – le respondían entre risas.

Olivier llegó un día a casa tan triste que hasta al sol le dio pena y se ocultó a llorar tras las montañas antes de pedirle a la lunita que se asomase por el cielo. 

- Olivier cariño ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?- le preguntó su papá.
- Dicen en el cole que tú no eres mi papá – respondió en un susurro.

Lucas, su papá, cogió al niño entre sus brazos y lo sentó a su lado.
- Olivier, eres un niño como los demás.
- ¿Pero tú eres mi padre?
- Yo soy tu padre Olivier. Nosotros siempre quisimos tener una familia y crear un hogar donde crecieran unos niños llenos de vida.
- Pero mi piel es negra y la tuya blanca ¿Eres mi papá?
- Olivier, tu madre y yo te adoptamos hace años. ¿Y eso qué más da? Eres mi hijo. El color de la piel no importa sino el amor y el cariño. Tú nos has dado el regalo de poder escuchar el sonido de la palabra papá en tu vocecilla inconfundible. Nos has regalado la emoción de contemplar unos pasitos tambaleantes y unos brazos extendidos para ofrecernos besos de ternura. Para nosotros eres y serás siempre nuestro hijo.

De esta forma Olivier entendió que una familia era mucho más que el color de la piel. Una familia era un hogar. Un lugar donde sentirse querido las veinticuatro horas del día y protegido en las noches de tormenta. Donde de aperitivo se dan abrazos que parecen interminables y de postre se toman besos dulces. Es un lugar para ser uno mismo, donde nos quieren por nuestros defectos más que por nuestras virtudes.

Datos del Cuento
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