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Un intruso en el taller de Papá Noel

En el taller de Papá Noel se trabaja todo el año para que la mañana de Navidad amanezcan las casas de los niños llenas de juguetes. Los ayudantes de Papá Noel son unos elfos muy trabajadores que no quieren que nadie se quede sin regalos.
Pero ese año al taller llegó un elfo que no tenía ganas de trabajar. Estaba todo el día protestando porque nada le parecía bien. Unos días tenía frío, otros estaba cansado, casi siempre tenía sueño y no había momento en el que no estuviera de mal humor por algo.
Al principio, los demás elfos le ayudaban e intentaban que se sintiera mejor. Poco a poco, empezaron a hacer su trabajo, hasta que el nuevo elfo dejó de trabajar para que se lo hicieran todo.
Los otros elfos empezaron a estar realmente cansados, porque tenían que hacer su trabajo y el del elfo vago y protestón. Poco a poco, el agotamiento y el mal humor empezaron a extenderse, y la alegría que había en el taller de Papá Noel desapareció.
Se acercaba la Nochebuena y los regalos debían estar ya listos para empezar a cargar en el trineo. Así que Papá Noel fue a supervisar el trabajo y a empezar con los preparativos. Pero cuando llegó se llevó un susto tremendo. Los elfos estaban tristes y enfadados y no paraban de discutir. Pero Papá Noel no había descubierto lo peor: ¡Los regalos no estaban listos!

-¿Qué ha pasado aquí? -preguntó Papá Noel -. ¿Por qué discutís? ¿Por qué estáis enfadados?

Los elfos quisieron explicarse, pero montaron tal jaleo que era imposible que Papá Noel se enterara de nada.

En ese momento, el elfo vago se transformó, y descubrió su verdadera identidad.

-¡Es el Brujo Robasueños! -gritaron los elfos, asustados.
-¡Ja ja ja! - se rió el Brujo -. He estropeado la Navidad y he destruido los sueños de miles de niños que mañana se encontrarán que no hay juguetes para ellos.

Y el brujo se escapó corriendo antes de que Papá Noel o los elfos pudieran reaccionar.

-¿Qué haremos ahora, Papá Noel? -se lamentaron los elfos -.
-No os preocupéis, amigos, algo se nos ocurrirá

Mientras se lamentaban alguien llamó a la puerta. ¿Quién será? Uno de los elfos se acercó y, cuando abrió, se quedó de piedra. Cuando reaccionó, fue corriendo hacia donde estaban todos.
-¡Amigos, amigos, estamos salvados!
-¿Cómo? ¿Qué? ¿Cuándo?¿Por qué? - todos preguntaban a la vez.
-En la puerta, en la puerta… Hay alguien… que… ¡Tenéis que verlo!

Papá Noel se acercó a la puerta, seguido de sus fieles ayudantes. Allí estaban la mismísima Hada de los Dientes y el mismísimo Ratoncito Pérez.

-Veníamos de recoger los dientes de hoy y hemos visto lo que ha pasado -dijo el Hada de los Dientes con dulzura.
-Y hemos pensado que, tal vez, podríamos ayudaros -siguió hablando el Ratoncito Pérez - Mirad lo que hemos traído.

El Hada de los Dientes y el Ratoncito Pérez habían acudido con toda su reserva de regalos y se los dieron a Papá Noel.

-Gracias amigos -dijo Papá Noel -. Este sí que es un gran regalo de Navidad. Ningún niño se quedará sin juguetes gracias a vosotros.

Todos los elfos aprendieron una gran lección, y no volvieron a permitir que ningún vago gruñón estropeara su trabajo y les arruinara la Navidad.

Datos del Cuento
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