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Categoría: Urbanos

Un Semáforo

Ayer, mientras caminaba por las calles del centro de la ciudad, vi a un hombre, ya anciano, que con una vara de madera pintada de plata y un pito, dirigía el tránsito en una de las pequeñas calles de la ciudad, tal como un policía...

Al verlo, pensé que era un loco escapado del sanatorio. Uno, en esta parte del mundo subdesarrollado se encuentra con tantos locos y locas deambulando por las calles, pidiendo comida, o atención, o un lugar para dormir que se llega a acostumbrar de ver esta miseria de gente. La mayoría de ellos se dedican a estas cosas, mientras pasean solitariamente por las frías calles.

La gente que los observa. Los miran casi con asco pasando por sus lados cuando se dirigen hacia sus hogares o centros de trabajo; para ellos es como si vieran cucarachas, o pedazos de mierda con bocas y patas...

Este hombre, ya anciano, era diferente; dirigía con gran seriedad y energía el tránsito poco denso de una de las calles de la ciudad. Me detuve y le observé. Estábamos en pleno invierno. Tenía sobre la cabeza un gorro o visera de tela blanca con una insignia dorada que se leía: "TRANSITO"; su uniforme era un sacón de plástico negro que cubría un gastado pantalón gris y dos chompas deshilachadas que le abrigaban; tenía en la cintura por lo menos cinco correas con hebillas doradas que me hizo recordar a esos campeones de box; lo más gracioso eran sus botas de colores fosforescentes y diferentes: rojo y verde.

Cualquiera que le viera juraría que era un payaso. Me acerqué un poco mas y su rostro ajado, como cuero viejo, me cautivó... Tenía una nariz larga y aguileña como un zancudo; sus ojos eran pequeños y sonrientes; y una prominente quijada que le daba esos aires de general retirado... "Quizás lo haya sido" - pensé.

Ya estaba por irme cuando se puso en la mitad de la pista con tal sapiencia que ningún auto que circulaba en esos momentos se dio cuenta de su arriesgada maniobra. De pronto, cogió con fuerza su vara plateada, la levantó como si fuera un mosquetero y gritó: "¡Alto!"; con tal seriedad que sus ojos parecían la poderosa mirada de Napoleón cuando soltaba su pañuelo en señal de ataque contra el ejercito ruso del gran Alejandro I.

Ante aquella expresión, todos los autos pararon. Me pregunté si yo alucinaba. Alcé mis ojos, y vi que sobre el viejo había un semáforo colgado a gran altura que, sincronizadamente coincidía con el "alto" del anciano...

¿Coincidencia?

Mientras lo pensaba, le vi que caminaba a través de los autos con un tazón blanco pidiendo una colaboración por sus desinteresados servicios... Me reí abiertamente, al igual que todos los choferes de los autos, mientras le echaban unas monedas en su tazón.

Ya estaba continuando mi camino cuando le volví a escuchar: "¡Adelante!"... Volteé una vez mas y, si, era la misma mirada napoleónica de un viejo loco que regalaba a ese semáforo un lindo calor humano...

"Lindo anciano... Linda locura que opaca la miseria" - pensé.



Joe 02/06/04
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 10073
  • Fecha: 21-07-2004
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 6.16
  • Votos: 87
  • Envios: 1
  • Lecturas: 4125
  • Valoración:
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