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Un Halloween diferente

Bárbara era una niña muy despierta y creativa a la que le encantaba celebrar todo tipo de fiestas como carnaval, navidades y, por supuesto, Halloween. Lo único es que para todas esas fiestas ella necesitaba comprar muchas cosas, como un disfraz, pinturas para la cara, chucherías y tartas para la merienda, muñecos y guirnaldas para decorar la casa. 

Un año los padres de Bárbara decidieron hablar con ella para plantearle una noche de miedo diferente. Sus papás le dijeron que no podían comprar muchas cosas y que si quería hacer una fiesta tendría que hacerlo con lo que tuvieran en casa. 

Bárbara se puso a llorar. Todo estaría mal. Incluso para eso igual era mejor no invitar a ningún amigo. Lloraba desconsoladamente hasta que su madre vino a hablar con ella a su habitación y le dijo que podían hacer cosas muy originales con materiales en casa y que sería una forma de divertirse la familia junta. 

Bárbara se limpió las lágrimas y escuchó a su madre. Esta le dijo:

-Lo primero que vamos a hacer es decorar calabazas. 

¿Decorar calabazas?-preguntó Bárbara. 

Su madre le explicó que tenían unas calabazas que les habían dado otros familiares y que podían jugar a dibujar caras de miedo y usarlas para ponerlas en la entrada. A Bárbara le pareció buena idea y los tres pasaron la mañana de sábado así. 

Cuando acabaron a la niña le gustó el resultado, pero luego se volvió a poner triste, porque no podía haber un Halloween sin caramelos. 

Su padre la vio pensativa en las escaleras y le dijo que había comprado algunos caramelos, pero no tantos como otras veces porque había pensado en hacer con ella galletas con forma de esqueletos o arañas usando chocolate. 

Bárbara se fue con él a la cocina y descubrió lo divertido que era hacer repostería. Les quedaron unas galletas terroríficas superdivertidas. 

Mientras, mamá estaba preparando una masa con un líquido blanco.

-¿Qué es eso? -preguntó la niña.

Su mamá le explicó que estaba haciendo material para velas, velas blancas de Halloween que darían mucha luz cerca de las calabazas. 

Cuando llegó la hora de que llegaran todos los niños, Bárbara y su madre se vistieron con ropa antigua rompiendo unos pantalones muy antiguos y se pintaron los ojos de negro. Papá se disfrazó de fantasma con una sábana vieja.

Bárbara se dio cuenta de que este Halloween diferente había sido el mejor del mundo, porque habían estado todos juntos, se habían reído y disfrutaron mucho más que solo yendo a comprar las cosas en las tiendas. Para otra vez sería más generosa y no lloraría por eso, sino que pensaría qué cosas podía transformar con todo lo que tenía en casa, que al final era mucho.

Datos del Cuento
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