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Categoría: Ciencia Ficción

Umbrella

Ahora me escondo en este armario porque no hay otra salida. De una u otra forma todos moriremos, pero afortunadamente tengo la opción de elegir cómo. Yo no pienso ser atrapado, no dejaré que me muerdan ni permitiré que me usen como parte de sus experimentos. Yo decido como muero entre las pocas opciones que aún quedan.

            Quizá hubiera sido algo diferente si las autoridades lograban controlar a los causantes desde el inicio. Pero el gobierno no pudo, no hubo resistencia alguna que se le opusiera. Umbrella logró sus objetivos sin adversidades de por medio. Yo estuve ahí cuando empezaron con su método selectivo, antes de que perdieran el control y dejaran al mundo como está hoy en día.

            Yo presencié el poder devastador que Umbrella tenía. Mientras esperaba el bus para ir al trabajo, en aquel paradero de siempre. Se aparecieron a dos calles de donde me encontraba. Los pude ver mucho antes que los demás. Cinco camionetas aparcadas a un lado de la calle, todas con lunas polarizadas y el símbolo de la corporación a un lado. De pronto bajaron decenas de hombres, todos con trajes elegantes y usando gafas. Se alinearon y dejaron al frente al único que no llevaba gafas.

            Él simplemente encargaba de apuntar con los dedos a las personas y el resto de hombres los capturaban y los metían en las camionetas. Escogía al azar, sin importar el género o edad. Limpiaban las calles rápidamente y se acercaban cada vez más hacia donde me encontraba parado. Nadie intentaba escapar ni pelear contra los hombres que los llevaban hacia su fin. Todos sabíamos que era cuestión de tiempo para que nos encontraran. El gobierno ya no tenía poder alguno a este punto. No había fuerza alguna que peleara contra la autoridad de Umbrella. Todas fueron neutralizadas de una forma eficaz.

 

            Veía hombres niños y mujeres ser llevados a esas camionetas, algunos miraban al cielo pidiendo consuelo, otros solamente se resignaban a llorar con la mirada hacia el suelo. Cada vez más cerca de mi posición. El hombre sin gafas no emitía palabras, sólo fijaba su mirada y el dedo índice en sus objetivos. Ninguno de ellos reflejaba expresiones de misericordia ni placer. Lo hacían exactamente como lo hubieran hecho las máquinas. Finalmente llegaron al paradero. De aquí en adelante dependía de la fortuna. El hombre señaló a dos personas más. Una mujer bastante atractiva y un anciano. El siguiente era yo, los ojos se posaron en mí, pronto lo haría el dedo. Mi suerte estaba echada. Y de pronto algo desvió su mirada, era un perro callejero. El hombre sin gafas lo señaló y los hombres lo cargaron y lo metieron en la camioneta. Luego dio la orden y todos entraron a las camionetas, tenían suficiente por hoy.

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