A veces tu compañía me hace bien.

Ya sé que es una forma tonta e ingenua de expresarlo pero es así. A veces tu compañía me hace bien. Tal vez por ello reservo en mi cabeza, en mis emociones, en mis sentimientos un pequeño hueco de voluntad, de deseo, de esperanza. Tal vez por ello es mi pensamiento el que reclama ese instante, como el sediento reclama agua para saciar la sed.

Y si pensara en qué motivo más profundo pudiera tener para sentir que a veces tu compañía me hace bien, quizás no encontrara respuesta, por eso paso de puntillas por esa pregunta, porque tan solo entiendo que no es malo pensar, tampoco lo es entender, mucho menos sentir, que a veces tu compañía me hace bien.

Cuando sucede algo importante en mi vida, recuerdo tus consejos, recuerdo tu manera de enfocar las cosas, mi desenfoque y desorden al pensarlo contrastaban siempre con tu coherencia, mis torpezas al expresarlo se diluyen en tus silencios y me tranquilizo, es así, solo recordando tu voz, un simple momento de creer que estás aconsejándome, apoyándome en lo que decido y todo se vuelve sencillo y claro.

Probablemente sea tan solo mi conciencia la que me habla, pero lleva tu sonido, lleva tu voz y cuanto me dice, me lo dice tan suave, me lo dice tan limpio, que me hace bien.

Así que hoy he venido a decirte, a escribirte, que, no te asustes, que no imagines más, que no te duelas o me juzgues por un pequeño gesto que no compromete tu voluntad, es tan solo que a veces, solo esas veces en que se rompen mis ojos, ¿qué importa el motivo? tu compañía, a solas, tu compañía, a veces, me hace bien.