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Solos en el cole

Había una vez un grupo de niños de tercero de primaria a los que no les gustaban mucho las matemáticas. Decían que las mates no valían para nada, que eran un rollo y que preferían estar castigados que perder el tiempo con esa asignatura.

A este grupo de niños tampoco les gustaba nada la clase de lengua, ni la de inglés, ni la de ciencias. Con el resto hacían una excepción, siempre y cuando no tuvieran que trabajar mucho. 

Un día, cuando los niños llegaron a clase, descubrieron que no había nadie para dar clase. Tocaba clase de matemáticas, como todas las mañanas a primera hora.

Los niños estaban tan contentos. Pero pasaban las horas y por allí no iba nadie. No fue el profesor de lengua, ni el ciencias, ni tampoco el de educación física. 

Cansados de esperar, a Kilian, el más mayor de la clase, se le ocurrió ir a preguntar qué pasaba. 

Kilian salió de la clase y puso rumbo al despacho del director. Pero allí tampoco había nadie. Buscó por todo el colegio. Pero en ninguna clase había nadie. ¡El colegio estaba vacío!

Kilian volvió al aula y contó a sus compañeros lo que había descubierto.

-¿Estamos solos en el colegio? -preguntó una niña.

-Sí. Y no podemos irnos, porque las puertas están cerradas -dijo Kilian.

-¡El colegio es nuestro! -gritaron los más gamberros de la clase, con malas intenciones.

-Deberíamos investigar a ver qué ha pasado y resolver este misterio -propuso Kilian.

A todos les pareció bien.

-Nos dividiremos en grupos y exploraremos el colegio -dijo Kilian-. Nos vemos aquí en media hora.

Al cabo de media hora todos volvieron a clase. Solamente un grupo había encontrado una pista.

-Hemos encontrado este papel en la mesa del profesor de la clase de quinto -dijo uno de los niños-. Aquí dice que hay una excursión para ir a la inauguración del museo de ciencias del universo. Parece que hay una casilla por cada curso, para seleccionar al que pertenece cada uno y firmar la autorización. 

-Y eso, ¿cuándo es? -preguntó Kilian.

En ese momento el director entró por la puerta. 

-Hoy mismo. Os habéis perdido un evento extraordinario. Pero, ¿qué hacéis aquí? 

-Vinimos a clase, como todos los días -dijo Kilian-. Nadie nos informó sobre la excursión.

-Tal vez si estuviérais más atentos os enteraríais de las cosas. La profesora os dio las hojas.

-Debió de ser el día que hicimos aviones de papel y los tiramos por la ventana -dijo Kilian.

Desde ese día los niños empezaron a poner un poco más de interés. Para su sorpresa descubrieron que lo que aprendían en el cole servía para muchas cosas y que, poniendo interés y portándose bien, las clases incluso pueden ser divertidas.

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