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Sofia y el hada violeta

Érase una vez cuatro amiguitos, Sofia, Laura, Pablo y Hugo, que estaban en el parque con sus correpasillos de moto haciendo una carrera

. De pronto, Hugo tropezó con un objeto extraño y tuvo que parar. Dijo a los demás: “stop a la carrera, he tenido una avería”. Y los tres amigos fueron corriendo a donde él para ver que le había sucedido. El objeto con el que había chocado Hugo era realmente raro: era un cofre con paredes de espejo y colores brillantes. Pablo se apresuró a cogerlo, lo abrió y en ese momento ¡ZAS! una luz cegadora y de color entre lila y azul les iluminó a los cuatro y oyeron una voz que decía: soy el hada violeta y por haberme liberado os concederé a cada uno un deseo.¡Qué alegría y qué nervios! Sofia y Hugo no sabían que pedir. Laura y Pablo, que eran muy golosos, lo tenían bien claro. ¡Yo quiero comer tantas chuches como quiera!, dijo Laura. ¡Y yo lo mismo!, dijo Pablo. Dicho y hecho, al instante tenían ante sí una montaña de sus chuches preferidas. Empezaron a comer y a comer y a la de una hora habían comido tantas que les empezó a doler mucho la tripita y sólo tenían ganas de vomitar. Entonces se dieron cuenta de que su deseo había sido equivocado y quisieron pedir otra cosa, pero el hada violeta sólo concedía un deseo y se tuvieron que conformar y aguantar su dolor de tripita.

 

 

Hugo, al ver lo que les había ocurrido a sus amigos, decidió no pedir nada de comer. Lo pensó un poco y dijo: yo quiero que cuando llegue a casa tenga mi habitación llena de juguetes. Nada más pedirlo se fue corriendo a su casa y entró impaciente. Al abrir la puerta de su habitación le cayeron encima un montón de juguetes: su habitación estaba llena de ellos, tal como había sido su deseo; había tantos juguetes que no quedaba ni un hueco desde el suelo hasta el techo. Así que no se podía entrar a la habitación ni para jugar con ellos ni para dormir ni para nada. Hugo se dio cuenta de que su avaricia le había traicionado y quiso cambiar su deseo, pero el hada violeta sólo concedía uno.

 

Sofia, que era una niña muy inteligente y juiciosa le dijo al hada violeta si podía tomarse un tiempo para formular su deseo porque quería pensarlo y consultarlo con sus padres. El hada violeta le concedió un día de plazo para recapacitar. Sofia  consultó a sus padres y estos sólo le aconsejaron que recapacitara y oyera a su corazón. Estuvo pensando y pensando. Pensó en pedir muchos vestidos, porque era muy presumida, pero se acordó de lo que les había pasado a sus amigos y decidió que no. También pensó en pedir mucho dinero para poder comprar todo lo que quisiera, pero una vez oyó decir a su abuela que el dinero no da la felicidad. Pensó y pensó y se dio cuenta de que lo que le hacía realmente feliz era estar con su familia y con sus amiguitos. Por eso decidió pedir al hada violeta estar siempre acompañada de ellos. Así formuló su deseo: “Hada violeta, deseo tener siempre a mi lado a las personas a las que quiero”. El hada violeta sonrió y le dijo: “tu deseo es muy hermoso y estoy encantada de concedértelo”. Y así lo hizo. Y desde entonces Sofia vive feliz y contenta al lado de sus seres queridos.

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