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Silencio

Esta historia me la contó mi abuela en mis tiempos mozos, me pilló por banda cuando, a mi edad no tenía grandes pretensiones de vida, y después de escucharla, ya no me quedaba ninguna, joder con mi abuela, según ella es verídica yo la verdad me quedo descolocado.
Galicia, frontera con Asturias, es lo más curioso de esta tierra, parecen estar reñidos con la frontera como si cada metro fuera de gran importancia, según vas con el coche pasas de Asturias a Galicia y viceversa. Es agosto hay sequía, en Galicia hay sequías sobre todo si el verano es tan seco como acaeció este año, recuerdo la reunión en el centro de la aldea para buscar soluciones sobre el agua, una aldea en la cual no hay contadores de agua, cada casa su propia poza, y no hay agua para regar los prados y dar a los animales, en fin, paradojas del destino. El alcalde hablaba ese día gritos, el sordo de la aldea no oía nada, y se dedicaba a preguntar a todas las personas que había a su alrededor. Quizás de las mejores personas que había en esa aldea, mi padre estaba alejado, él no tenía grandes problemas ya que por sus tierras pasa un pequeño riachuelo, y otra vez habla el alcalde con su oronda barriga señal de sus horas en el bar, gastándose el poco dinero que tiene, aun tiene la cara colorada de la borrachera de anoche. Hace calor como no se recordaba en años, me acerco a la fuente y doy un sorbo, si es que lo mas curioso es que estamos rodeados de agua, pero nos faltan infraestructuras para poder llevarla, una mujer de la aldea que se fue a vivir a Navarra, me contaba en sus ratos libres de visitar a los parientes, como por medio de azudas, canales transportaban agua allá donde vivía, es lo que nos haría falta pero en fin, la gente se empieza a recoger, la hora de la cena, la reunión ha sido un fracaso.
Por cierto, soy Elías de nombre y estas en mi aldea, una pequeña aldea ubicada en las montañas gallegas rodeadas de fragas, pinos, eucaliptos, y algún robledal, además de las pocas encinas que quedan. En realidad, odiaba esto, por ejemplo debido a mi altura el cortar hierba se me hacia un suplicio, a mi padre le pasaba una cabeza pero como decidí no estudiar, pues a trabajar. Mi madre siempre está en casa como, dice mi padre, haciendo sus cosas de vez en cuando suele bajar a echar una mano a los prados o saca las vacas para que pasten, en fin, una vida tranquila y sin grandes sobresaltos.
Hace calor.
Son las seis de la mañana, hay que ordeñar a las vacas que ya mugen de impaciencia, lo odio, me llevara unas cinco horas todo a mano con mi padre.
Suenan las campanas
-¿Qué ocurre, padre? -le pregunté.Mi padre pensativo, ya que era raro que sonaran a esas horas sin ser fiestas, y aun así tampoco sonarían.-No lo sé, hijo -dijo mi padre.
Mi padre como animal curioso decidió llevarme y mirar lo que ocurría, no antes sin decirle a mi madre que terminara de ordeñar, creo que hubo discusión, no lo sé estaba lejos para oírlos, y al final salió de la casa con cara de circunstancias y me dijo: -Hijo, las mujeres son la leche -yo le sonreí con malicia-, pobre mujer.
La iglesia.
El caso es que un pastor se encontró con su ganado desangrado y descuartizado, las cinco vacas que tenía se fueron al traste, todo lo que tenía, decía que eran los lobos, cosa muy rara, ya que hacía años que no se veían ni se oían lobos; y estamos con luna llena, no se oyó ningún aullido. Él, cabezota de que sí, y se decidió crear una partida de caza esa noche, en fin locuras de aldeanos, al rato otro aldeano muy sofocado venía corriendo con sus zuecos, el que sepa algo de zuecos sabrá que correr con este calzado, no es muy cómodo. Después deduje por mi padre que Tobías se había encontrado un jabalí descuartizado, cosa que resultaba rara, los lobos si pueden no atacan a los jabalíes. Quedaron en el centro del pueblo a eso de la medianoche.
La linterna.
No sé porque razón el caballo está nervioso, la mula está igual, será el calor. Mi padre está cargando la escopeta de cartucho, una escopeta vieja, la típica paralela, estaba contento, hacía lustros que no iba a matar lobos o jabalíes. Nunca entendí esta pasión por la caza, a mí me costaba matar cualquier animal, claro, ya imagináis quien lo tenia que acompañar, yo, cogí la linterna éramos los únicos de la aldea que tenían linterna de pilas, nos costo un dineral, pero mereció la pena.
La reunión
Estaban todos, hasta Eladio, que estaba sordo, al Tobías se le veía nervioso, el alcalde con media borrachera, y el veterinario se trajo a los perros, no es que fuera veterinario pero curaba a los animales y aquí es algo, en fin y salimos al monte.
Silencio
Luna llena, eso nos daba cierta visibilidad, los perros ladraban como si la vida les fuera en ello, era lo único que rompía el silencio de aquella noche, y ya por fin, nos adentramos en el bosque, la gente tendía a separase, mi padre llevaba la escopeta y la linterna, yo llevaba solo mi mal humor. La gente iba excitada, los perros ladraban, yo iba malhumorado, lo que daría por una buena cama. Los perros cada ven se oían de mas lejos, ya no se veía a nadie alrededor, mi padre corría cada vez más, estaba excitado, de repente, ya no lo veía ni a él ni a la linterna.
Silencio.
Yo personalmente en mis plenas facultades decidí gritar y no recibía contestación.
Silencio
De repente mi corazón dio un vuelco, el silencio nocturno se rompió, y de que manera oí un grito desgarrador, era mi padre.
Silencio.
Corrí como alma lleva el diablo, tropecé, volví a levantarme y seguí corriendo, mi corazón latía como si quisiera saltar del pecho.
Pompón
Mi corazón latía cada vez más fuerte como si tuviera vida propia, la adrenalina corría por las venas, cada vez estaba más excitado.
Pompón
Volví a caerme, al levantarme observé una manada de lobos, no eran muchos, los conté, cerca de ellos había un cuerpo tendido, dos de ellos discutían por un pedazo de carne.
Silencio.
Mi corazón seguía latiendo como si le fuera la vida en ello, me levante del suelo, un lobo gris y viejo me observaba y a la vez gruñía. Los otros lobos más jóvenes seguían a lo suyo, mis ojos se inundaron de lágrimas, mi cuerpo se debilitó y dejó escapar ciertos deshechos. Casi sin pensarlo cogí unas piedras e instintivamente se las lance al lobo más viejo, ese maldito lobo gris, el lobo enfurecido me miraba con ojos de asesino, al final cansado de aguantar mis piedras decidió alejarse y la manada detrás de él, corrí hacia el cuerpo.
La escopeta.
Mis ojos inundados de lágrimas, me acerco al cuerpo sin vida de mi padre, le habían desfigurado la cara, cogí la escopeta y lance unos tiros al aire.
El funeral.
Estando yo en el funeral de mi padre, consolando a mi pobre madre, llegaron a mis oídos que un pastor de la aldea de al lado, en sus múltiples paseos por las fragas, encontró una cueva en la cual dormían unos jóvenes desnudos y llenos de sangre y con restos de reses por todos lados.El cura esta casi acabando la ceremonia, mi madre cada vez lloraba más.
La cacería
La aldea volvió a coger las armas, yo decidí no acompañarlos, después descubrí que fueron a la cueva y mataron a aquellos jóvenes que dormían, seis chicos y seis chicas.
El lobo
Desde entonces no se sucedían los ataques al ganado, el pueblo estaba contento y a la vez asustado, ya que las leyendas de hombres lobos eran para ellos cuentos para asustar a los niños. Yo, personalmente, guardaba un secreto, esa noche no había doce lobos solo conté trece lobos, en la maldita cueva no había ningún viejo, así que nunca supe si realmente eran hombres lobos o unos hipíes, en plan natural, desarrollando una comunidad satánica; cosas que decía la radio de aquella época, bueno también decía que los rojos escupían azufre y tenían cola, el caso es que, qué pasó con aquel lobo, el jefe de la manada. A los años, y coincidiendo con el aniversario de la muerte de mi padre, las noches de agosto se oyen unos aullidos de lobo a la luna esperando contestación.
Datos del Cuento
  • Categoría: Misterios
  • Media: 5.73
  • Votos: 62
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