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Siguiendo a Papini

No creo equivocarme en recordar aquellos paseos por el centro de mi angulosa y virreinal ciudad de Lima. Y si bien, esta vez, no buscaba un personaje para un relato que entregar a mi editor, estuve, fiel al estilo de ratón de biblioteca, fisgoneando en la antigua ciudad los libros más antiguos que pudiesen desenterrarse…

Es un don innato en quien les escribe saber ubicarse en ciudades antiguas, como Buenos Aires, Lima, México, etcétera... Esta vez, al ser indígena de mi ciudad, pregunté a un viejo mendigo el lugar, o librería en donde pudiese encontrar libros muy antiguos. El viejo octogenario, me miró como si encontrase a su igual y, brillándoles sus opacos ojillos, me cogió del brazo, y me dijo casi con voz temblorosa que él tenía a GOG de G. Papini, y que si yo lo deseaba podía entregármelo. Asentí.

Caminamos por lugares en donde nunca antes habían pisado mis piernas y, después de horas de peregrinaje, entramos a un enorme galpón cubierto de libros y libros por todas sus paredes. Me detuve y sentí que entraba a otra dimensión. Cuando salí del shock, escuché al viejo carcajearse como a nadie había oído. Y observé que todos sus dientes eran dorados, sus ojos aburridos, comenzaron a entornarse mejor y vi que los dos parecían bailar marchitamente como doncellas vestidas de colores diferentes...

Me quedé estático, como si estuviera en esos sueños mirando a una momia acercárseme. El viejo traía en sus manos un oscuro libro, casi tan viejo como él. En su pasta se leía: GOG. "¿Cuanto?", pregunté. "Llévelo, llévelo...", respondió, para luego desaparecer en medio de los cientos de libros que se hallaban en cada rincón de aquel lugar.

Con el libro en la mano sentí que era el libro quien me poseía, me sentí como perdido cuando vi a un niño de aspecto enfermizo que caminaba pegado a un famélico perro. "Niño - le dije -, ¿me puedes mostrar la salida de este librero?”. Cuando volteó, vi que no tenía ojos, o, mejor dicho, sus ojos estaban secos y sin brillo, sin embargo, cuando levantó la mano en dirección al Este, vi que tenía un viejo libro en las manos...

Con mucha suerte encontré la salida, y ya sentado en un café de la ciudad, abrí el viejo libro y pude ver que de sus casi apolilladas y rancias páginas salía un brillo que hipnotizaba mi alma... Lo leí por muchas horas, y lo digo porque es verdad, pues tuvieron que avisarme que pagara la cuenta de los muchos cafés que tomé en el establecimiento para que pudieran cerrar.

Aún me quedan imágenes del libro, de las entrevistas que tuvo GOG con los grandes personajes de su tiempo, pero el que más arrobó mi atención fue la de Sir Bernard Shaw, en donde después de conversar, BSH, preguntó a GOG si él conocía la eternidad. Respondió que no, a lo que BSH le dijo que no le hiciera perder su tiempo, para luego pedirle que se fuera de su vista...

Ya estaba saliendo de la ciudad cuando me di cuenta que mis ojos se ponían nublosos, casi ciegos, hasta que comencé a ver borroso. Me paré asustado y grité con fuerza que estaba ciego... De pronto, escuché al chofer decirme que no era verdad, que tan solo había sido un corte general de la Luz en toda la vieja ciudad de Lima...


Enero del 2005.
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 12623
  • Fecha: 02-01-2005
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 4.32
  • Votos: 38
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1880
  • Valoración:
  •  
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