En el lugar donde todo se confunde y el tiempo ingresa en el espacio verde copado por arboles que sueñan y perros que corren a las sombras que empuja el viento, comenzaba en el ayer, la barranca que llevaba al río. Hoy aquél antiguo sendero es una cinta asfaltada que se pierde detrás de floridos canteros y que después de mucho andar, llega hasta un río mucho más lejano. Estacionados en la pendiente, lucían su porte dos automóviles importados cuando, imprevistamente, los vehículos comenzaron a moverse. Favorecidos por la pendiente tomaron velocidad y marcharon hacía el horizonte, hasta que el destino quiso que se cruzaran entre sí y después de chocar, ya despedazados, detuvieran su recorrido. Del interior de cada uno de los autos salieron sendos gatos, los que se alejaron lo más orondos, en tanto uno le maullaba al otro: “ Tenía razón yo. La palanca negra era la del freno de mano ”

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