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Regina

Mi trabajo como proveedor de buques en los puertos del Orinoco me han permitido conocer gente de todas partes del mundo, y como es lógico algunas personas han dejado huellas mas profundas que otras en mi vida, siempre recordaré aquel impresionante buque cubano de nombre MV Hustland, era un buque que traía chatarra ferrosa desde la isla de Cuba hasta la siderúrgica del Orinoco, y hacia un viaje por mes, su capitán, cuyo nombre no conocí ya que todos le llamaban por un gracioso sobrenombre que en honor a su memoria he decidido olvidar (el ya ha muerto) se había convertido en un amigo incondicional, en el Hustland viajaba un sobrecargo de nombre Julio, tipo difícil, prieto como le llaman los cubanos a la gente de color, y de cuerpo impresionante, hacia de mi vida un infierno cada vez que el buque tocaba puerto, era muy exigente con los alimentos y materiales que yo les vendía, a la menor señal de algo fuera de lugar (sobre peso, cambio de precios u otra cosa por el estilo) se llegaba hasta mi oficina y me insultaba de la manera mas grosera que podía, y claro, el no entendía de las fluctuaciones del mercado, de la rotación de inventarios y de las ofertas por liquidación, el solo entendía que su tripulación debía comer y tener lo mejor, yo no le daba una patada por el culo a ese negro por tres razones de mucho peso, primero porque el capitán me había pedido que le tuviera paciencia, segundo porque el negocio que yo hacía con ese buque era bastante jugoso y por ultimo y quizás la menos importante de todas las razones: porque un solo golpe de ese señor hubiera acabado con mi dentadura en un santiamén. Lo cierto del caso es que poco antes de cada zarpe, hacíamos las paces y nos prometíamos que el viaje siguiente todo sería mejor.
Un mes de Diciembre, hacía su llegada el Hustland, con su carga ferrosa, y con el orgullo cubano en su máximo esplendor, con sus cajas de ron Matusalén y sus tabacos Coimbra, con sus necesidades y requisiciones, solo faltaba Julio, y lo supe porque normalmente el comenzaba a dar gritos desde que el barco tenia conexión radial con nuestra oficina, “Eddy, atracamos a las 11 de la noche, quiero verte en el muelle con 120 Kgs. de papa”, Julio disfrutaba jodiendome la vida con cosas como esta, pero en este viaje yo no le oí, y mi corazón se sobrecogió imaginando lo peor, esperé el barco en el muelle acostumbrado, y bien las autoridades lo declararon apto volé a la oficina del sobrecargo. Una despampanante mujer de piel negra como la noche, de miles de diminutas y largas trenzas cubriendo toda su cabeza, y de sonrisa limpia y espléndida como la de la más fina publicidad de un dentífrico capitalista me recibió, “tu debes ser Eddy” me dijo y me invitó a pasar, traté de sobreponerme a mi sorpresa e ingenuamente pregunté: ¿Se encuentra Julio? “no” me respondió, “el esta de vacaciones, pero me habló mucho de ti, y te estaba esperando”. Aquello no podía ser, el me lo hubiera dicho, y por la autoridad con que aquella mujer hablaba comprendí que ella era su relevo. De inmediato me sobrepuse a mi sorpresa inicial y comencé con mi acostumbrado proceso, saqué mi lista de productos de mi maletín y coloque sobre el sobrio escritorio la lista de los alimentos que habían cambiado de precio, ella sacó también de una de las gavetas del escritorio un montón de facturas viejas y comenzamos a discutir sobre esos precios y que ajuste debíamos hacer para que ni uno ni otro saliera perdiendo. La discusión transcurrió en paz, cosa que nunca había ocurrido antes y en menos de una hora habíamos llegado a un acuerdo y me encontraba yo guardando un jugoso pedido en mi maletín, volví entonces a recrear mi mirada en aquella mujer, y la invité a salir después que termináramos la entrega de provisiones, ella accedió gustosa, con la sola condición que la llevara a San Félix, la populosa zona de Mercados de la ciudad, aquello me cayó como un baño de agua fría, yo odiaba ese sector de la ciudad por sucio y por lo pobre de su gente, aquello era para mi lo peor, pero embelesado por aquella belleza tropical no me pude negar.
Estábamos en la zona de mercados, y yo seguía con cuidado cada paso de la diosa de ébano, ella se limitaba a comprar las cosas que a mi me parecían mas insólitas, un pelador de papas, un exprimidor de jugo de naranjas, una maquinita de hacer empanadas; luego la invité a comer y aceptó con la condición de que fuera en mi apartamento, todo iba a pedir de boca, yo ya me veía haciendo el amor con esa mujer que más parecía sacada de un cuento, cuando llegamos a mi apartamento me pidió el baño, le pregunté si quería ducharse y me dijo que si, pero que no venía preparada, yo le dije que usara una camisa mía mientras yo le lavaba sus ropas en la moderna lavadora que días antes me había regalado el dueño de la empresa que yo representaba. Saque una botella de Vino italiano y preparé la cena, preparando así el mejor escenario posible para lo que venía, ella salió del baño y al mirar los cambios que yo había realizado tan rápidamente se dirigió a mi, me dijo con voz muy seria: “Eddy, yo se lo que tu deseas de mi, y yo hubiera accedido con mucho gusto si tu hubieras pasado la prueba, pero hace unos minutos, allá en el mercado, me di cuenta como mirabas con asco a la gente que nos vendía, esa misma gente que lleva a tu impresionante depósito las mercaderías que tu nos vendes, ese desprecio en tu mirada me hace comprender porque Julio te amarga la vida cada vez que viene, tu tienes mucho que aprender, seguro que haz preparado para mi lo mejor que tienes aquí en este departamento, pero te has equivocado en algo, no todo se vende, no todo se compra, si yo quisiera darte algo, te lo daría gratis y si tuviera que venderte mi cuerpo, el precio sería que amaras a tu propia gente, a los pobres de tu pueblo”. Aquellas palabras laceraron mis oídos, como alcanza la iluminación un avatar comprendí que yo era un miserable, una mujer de allende los mares pudo guardar en su corazón compasión por esa muchedumbre que a pesar de enriquecerme cada día mas, para mi eran simples números en mis libros.
El buque partió como muchas otras veces, todo era igual, el mismo piloto, los mismos estibadores despidiendo a los amigos cubanos, el mismo capitán, solo dos cosas eran nuevas, el sobrecargo, que se había trocado en una hermosa mujer de nombre Regina, y mi corazón, que ya nunca volvería a ser el mismo.
Hoy ya no vienen los cubanos por estos lados, las cosas han cambiado, tenemos otros clientes y otros proveedores, y aunque las condiciones políticas nos han acercado más hacia la bella isla caribeña, yo no he vuelto a saber de la mujer que en un momento místico me hizo comprender que una hembra no es solo sexo, que una mujer también tiene corazón, y que cada uno de los seres que nos rodea es una maravilla irrepetible que debemos respetar.
Datos del Cuento
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 6.22
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
Pau 2
invitado-Pau 2 20-08-2004 00:00:00

REGINA (EDDY GARCÍA) Relato llevadero y de grata enseñanza. Cuando creemos tener toda nuestra biblioteca de ideas ordenada...algo sucede que destartala toda la estantería...Y es en realidad lo dinámico y mágico de la vida,estar permanentemente sacando tierra a algunos de esos libros,descartando otros,acomodando los nuevos...para crecer... Pau 2

Jade_4
invitado-Jade_4 08-06-2003 00:00:00

Es doble lección que toda persona integral debe aprender: respetar a toda persona, sin impotar de donde provienen y recordar que si uno quiere algo la mejor manera de obtenerlo es pedirlo...

bluerose
invitado-bluerose 08-05-2003 00:00:00

Eres un despreciable!!!! que mas puede explicar?????..que un hombre que piensa asi y es un ser despreciable que tiene por materia gris SEXO y eso..

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