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Recuerdos de la amistad (1ªparte)

CAPÍTULO 1- VIVIENDO EN MIS RECUERDOS

En aquellos instantes no sabía como describirme. Mis cabellos estaban revueltos y despeinados, mis ojos hinchados y llorosos de no poder dormir... y mi sonrisa ya no existía en mis labios rosados.
¿Qué había pasado? Mi vida se estaba yendo a la mierda y yo apenas me daba cuenta... me senté en el colchón de mi cama y miré al oscuro techo de mi habitación. En mi mente se dibujó una imagen de una muchacha de cabellos color avellana, lisos y suaves... y de ojos color chocolate. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Era Clara... era... porque ya no existía en mi mundo, solo en el mundo de los recuerdos. En ese mundo, yo la retenía aferrándome a sus frías manos muertas y sin vida... pero poco a poco, su imagen se volvía más borrosa para mi...
Encendí la luz aterrorizada. ¡No paraba de soñar lo que había pasado hacía unas semanas! Todo había ocurrido tan rápido... tan inesperado... Me abracé a mi almohada y sentí que los recuerdos me invadían de nuevo...
"El día había amanecido nublado, como ya era costumbre en esos cinco primeros días de Otoño. Pero sorprendentemente, el calor agobiante no se separaba del asfalto de la ciudad. Anduve por las calles de mi barrio y sonreí. Había quedado con mi mejor amiga para dar una vuelta... quizás iríamos al cine a ver alguna película de terror o romántica... lo decidiríamos juntas.
El ruido de una moto, hizo que me girara sobresaltada. Frenó junto a mí. Las dos personas que estaban subidas en ella se sacaron los cascos y me brindaron una sonrisa. Era Clara y su novio Enrique. Les sonreí yo también.
- Enrique se ha ofrecido para darnos algunas vueltas por ahí... ¿te vienes? - me dijo Clara con voz dulce.
- Pues... - sentí un escalofrío, como un mal presentimiento - yo preferiría ir al cine a ver una película...
Pero no me pude negar... ella estaba muy ilusionada y Enrique le dio un beso en la mejilla, así que no pude decir que no. Clara se bajó de la moto y me tendió el casco.
- Tu primera - sonrió y me guiñó un ojo- porque yo ya llevo todo el camino en la moto... y no me importa, tranquila.
- Bueno... - asentí no muy segura de mi misma.
Enrique me indicó que me abrazara fuertemente a él, para ir mejor. Asentí co nla cabeza y sonreí falsamente a Clara. Porque... a mi no me hacían mucha gracia las motos...
La moto del novio de mi amiga rugió amenazadoramente y salimos disparados por la ancha avenida. Sonreí. Parecía un juego de ordenador, la verdad era que tampoco se estaba tan mal allí... el viento revolvía mis cabellos negros como el azabache y mis ojos verdosos estaban llorosos por la gran velocidad.
Al volver al sitio de donde habíamos partido, me senté en una acera gris y le devolví el casco a Clara.
- Tía, eres la mejor - me sonrió y levantó su dedo pulgar - ¡¿A qué mola mucho, Ana?!
Dejé escapar una risita alegre, mientras observaba como mi amiga se montaba con su novio, abrazándolo con cariño...
Pero algo salió mal y un escalofrío me recorrió el cuerpo al contemplar lo que estaba viviendo. ¡La moto había derrapado en la curva de la avenida y los dos adolescentes habían saltado y caído al asfalto propinándose un buen golpe contra el suelo! Con los ojos como platos y asustada, corrí hacia allí a toda velocidad. A medida que llegaba, Enrique ya se estaba incorporando confundido. Pero Clara seguía tumbada en el suelo...
Me agaché a su lado y la observé con ganas de llorar. Un grupo de gente numerosa se acercó a nosotros y entre ellos, un médico pidió la calma y que le dejaran pasar hasta la chica herida.
La observé. Tenía los ojos medio cerrados.. sus dulces ojos marrones estaban tristes... eso me encogió el corazón y no pude evitar romper a llorar horrorizada de verla así.
- ¡Clara! - grité sollozando sin parar.
Todo sucedió tan rapido... la llevaron al hospital... y después de horas de angustia, pudimos pasar a la habitación donde se encontraba Clara, Enrique y yo.
Descorrimos una cortinilla y vi la imagen que nunca habría imaginado ver en mi vida. Clara estaba llena de tubos en su cuerpo... con los ojos entrecerrados, noté como clavaba ligeramente su dulzura sobre mí...
- Anda... - musitó debilmente.
No pude aguantar y me eché a llorar, dejándome abrazar por Enrique. Él parecía tener más valor que yo... y me sentó al lado de mi amiga. Ella me dio la mano... ¡la tenía helada!
- Clara... - sollocé.
- Tranquila, esto pasará pronto... - sonrió - mi abuela siempre me contó en nuestras conversaciones que al principio se pasa un poco de miedo.. pero luego, todo era mejor.
- ¿D-de qué hablas? - dije asustada.
- Siempre hemos hablado de lo que hay despues de la muerte, ¿verdad, Ana? - me dijo con una leve y triste sonrisa - pues yo te contaba que mi abuela me hablaba por el tablero que tengo en mi habitación de espiritismo...
- Pero .. Clara, eso no es posible - balbuceé.
- Que sepas que yo... te querré siempre Enrique... y Ana... - su voz pareció apagarse.
- ¡¡¡Clara!!! - grité horrorizada.
- ... siempre te ayudaré en lo que pueda, siempre estarás en mi corazon...
Me tendió su dedo meñique y los unimos. Era nuestro pequeño signo de la amistad... duraría para siempre... eso era lo que siempre nos decíamos...
El cardiograma comenzó a pitar ensordando la sala y haciendo que el personal médico nos sacaran de allí y comenzaran a hacerle la reanimacion.."
Sentí una punzada fría en mi cuerpo y más lágrimas resbalaron por mi rostro. ¡La echaba tanto de menos! Todo eso había ocurrido hacía unos veinte días... pero aún el camino de mi vida, se me hacía cuesta arriba... no era una cosa que se podía olvidar así como así... era algo triste...
El despertador de mi habitación pitó desagradablemente y pegué un bote de la cama. Ya eran las siete de la mañana... algún día tendría que ir al instituto, no podía quedarme eternamente en casa lamentándome... tenía que afrontarlo como fuera... A Enrique no le había costado tanto como a mí. Hacía una semana que había ido ya a las clases, pero yo aún no me había sentido preparada y mi madre me había comprendido ayudándome en todo...
Bajé las escaleras ya vestida y desayuné un vaso de leche con cacao. MI madre estaría todavía durmiendo... así que decidí irme yo sola al instituto... no quería depender de ella ni un día mas... ya había sido suficiente.
Al ver el edificio color ocre, me entraron algunas nauseas. Había estudiado todos los temas que habían dado mis compañeros en casa, pero ya había perdido el ánimo de seguir el ritmo de los demás.
Anduve por los pasillos oscuros del centro y entré en clase. Fue algo asombroso. Todos mis compañeros me miraron sorprendidos y con miradas de tristeza y compasión. Se produjo un silencio incómodo.
Enrique que charlaba animadamente con un muchacho que se sentaba no muy lejos de mi mesa. Al verme, me sonrió y se acercó a mí con cierta alegría.
- Veo que estás mucho mejor - me pellizcó la mejilla - me alegro.
- Gracias - dije con timidez - pero la verdad es que me siento casi como el primer día despues del accidente...
Al nombrar aquella palabra, la expresión de Enrique cambió de repente. Pude notar como a él también le costaba olvidarlo, pero que al menos había tenido más valor que yo... ¡y ahora se lo estaba chafando todo!
- Oh, lo siento... - rectifiqué en un murmullo - ... has sido muy fuerte al admitirlo tan pronto..
- ... - me miró con sus ojos color miel - nadie lo ha superado aún, Ana.
- ... - bajé la mirada con tristeza.
- Pero hay que hacer lo posible para superarlo cuanto antes - me animó dandome una palmada en la espalda - animo, vale??
Asentí no con mucha seguridad y me senté en mi sitio. En mi antiguo sitio. Los demás pupitres habían cambiado de sitio y en vez de ser mi pareja de mesa CLara como lo había sido antes, la silla estaba totalmente vacía..
Nuestra profesora de lenguaje entró en el aula, cargada de carpetas y cuadernos. Me sonrío y se acercó a mí.
- ¿Estás mejor Ana? - me preguntó con una dulce sonrisa.
- Sí, gracias - musité.
- Ah, a tu lado se sentará un nuevo alumno que llegó mientras te ausentabas, vale? - me guiñó un ojo - supongo que llegará tarde como todos los días, espero que no te desconcentre mucho de tus estudios, ¿ok?
Resoplé. Un compañero nuevo. ¿Intentaban sustituir a Clara? Me di una bofetada invisible al pensar en eso. ¡Tenía que alejar mis pensamientos de aquellos recuerdos!
Suspiré y esperé a que uno a uno, mis antiguos compañeros fueran llegando. Entonces, cruzó el umbral de la puerta una cara que jamás había visto en mi vida. ¿Sería ese mi nuevo compañero de clases? Lo observé, acurrucándome en mi silla... era un muchacho de pelo castaño, engominado y puncho, de complexión atlética, sonrisa agradable y perfecta y ojos azulados.
Efectivamente, fui siguiéndole con la mirada mientras se sentaba a mi lado. Ni siquiera me miró, hasta que al final nuestras miradas se cruzaron.
- Ah, hola - exclamó - ?tu eres mi compañera? Encantado, me llamo Rubén.
- Hola - musité forzando una sonrisa - yo soy Ana.
- Nunca me dijeron que serías tan guapa! - dijo con una sonrisa amigable.

Ruben era un chico simpático y parecía ser de confianza. Seguro que ya le habían hablado sobre lo de mi amiga, ya que en todo el día había tocado todos los temas de conversación excepto los que pudieran tratar sobre el pasado de nuestra vida...
Eso me animó un poquito más... y Enrique pareció darse cuenta.
Al final de ese día escolar, Enrique corrió hacia mí. Me sonrió y me cogió de la mano.
- Ahora que lo llevas un poco mejor... ¿podrías hacerme un favor? - dijo con una media sonrisa no muy alegre.
- ¿De qué se trata? - dije sorprendida.
- Bueno... los padres de Clara me pidieron que fuera algún día a su casa a buscar algunas cosas que ella me hubiera querido dar cuando había estado viva... y también me dijeron que ella te dejó un regalo en su cuarto justo el mismo día del accidente...
- ¿Qué? - exclamé petrificada.
- Me gustaría que fueramos los dos... - dijo bajando la mirada con melancolía.
- ... - no dije nada - creo que aún no estoy preparada para entrar en su casa... - dije en un murmullo - ¡¿o es que no me comprendes, Enrique?!
Me di la vuelta y me fui a paso ligero. Enrique pareció quedarse sorprendido por mi comportamiento, pero yo esperaba que me comprendiera. Y que no esperara que tan pronto me atreviera a ir a su casa... y entrar en la habitación vacía y sin vida de mi amiga... ¡no podía!
Eché a correr conteniendo las lágrimas y mierando al asfalto gris. Así era mi vida. ¡Era un asfalto gris! Frío, pisado por la gente... pero sobre todo, solitario y triste.
Choqué contra algo alto y caí de espaldas al suelo. ¡Había chocado contra Rubén! Avergonzada, me quedé pasmada en el asfalto.
- ¿Estás bien? - me preguntó preocupado - sacas mala cara...
Me tendió la mano y me ayudó a incorporarme. Le dije que sí que estaba bien, que sacaba mala cara porque tenía hambre.. entonces, Ruben me sonrió cariñosamente y me dijo:
- Ven, te invitaré a comer algo en la cafetería de la esquina - me guiñó un ojo.
- ...
No me dio tiempo a contestar, ya que el chico me cogió de la mano y me arrastró hasta el local.
Me abrió la puerta como un caballero y un olor a bollería y café me inundó la nariz. El aroma cálido de cacao y café... nos sentamos en una mesa del fondo del local y al ratito la camarera llegó para que pidiéramos lo que quisiéramos.
- A mi ponme un martini, por favor - sonrió ruben y me miró - ¿y tu que kieres?
- Pues... un chocolate caliente... - dije con una tímida sonrisa.
- Estupendo - asintió la mujer, alejándose de nosotros.
Se produjo un silencio de paz entre nosotros y él rompió el frágil silencio...
- ¿Seguro que no te pasa nada? - me preguntó asombrado por mi actitud - parece que estés apagada y triste...
- Pues... - reprimí las lágrimas - no m pasa nada.
- ¿Estás saliendo con Enrique y tienes problemas? - me preguntó intrigado.
- Pues no... - musité - es por una amiga...
- ...
Fue entonces cuando pude afirmar que él si que sabía lo de Clara... por eso se quedó callado de repente.
- Supongo que te habrán contado la historia de Clara Perkins, ¿no? - dije seriamente.
- Si - asintió levemente - y lo siento mucho, erais muy amigas, ¿verdad?
- ... - asentí con la cabeza - Enrique era su novio... y él me ha propuesto de ir a su casa a buscar algunas cosas de ella, que nos dejó para nosotros el mismo día del accidente...
- ¿Su herencia? - me preguntó Ruben cogiendo su vaso de cristal alargado que había traído la camarera y tendiéndome a mí el tazón humeante de dulce chocolate.
- No lo se - me encogí de hombros intentando no ponerme a llorar como cada tarde - pero, no estoy preparada para entrar allí... no sin ella.
Otro silencio, pero este era más incómodo. Tragué el líquido caliente y sentí un cálido ardor en el estómago, que me reconfortó.
- ¿No te sientes preparada porque ella no está contigo? - me preguntó en un susurro.
- ... - asentí de nuevo.
- ...¿nunca te has parado a pensar si... podría estar ahora mismo a tu lado? - dijo en un hilillo de voz - mucha gente cree que eso si que es posible, si se desea con todas sus fuerzas... yo creo que si ella te dejó algo para ti... lo deberías de conservar con gran alegría.
- ¿A-a mi lado? - balbuceé sintiendo un escalofrío.
- No te asustes - me tranquilizó acercando su silla a la mía y posando su mano sobre la mía encima de la mesa - ella te kería mucho y supongo que siempre te guardará en su corazon, no?
- Eso fue lo último que me dijo... - musité.
Una lágrima cayó encima del mantel de papel de la mesa de la cafetería. Estaba comenzando a llorar otra vez... no pude evitar abrazar a Rubén con fuerza y llorar en sus hombros. Él me decía palabras que me tranquilizaban cada vez más... él hacía respirar paz...

(Continuará en el capitulo 2)
Datos del Cuento
  • Autor: sarina
  • Código: 5310
  • Fecha: 15-11-2003
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.05
  • Votos: 59
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3735
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