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Plan Trabajar

Jorge abrió los ojos . Lo primero que vió fue una mancha de humedad en el cielo raso, giró la cabeza y miró el reloj que marcaba las 10. Se incorporó y se vistió con la ropa que estaba tirada a los pies del colchón donde dormía. Caminó esquivando los otros colchones que estaban diseminados en la habitación y se dirigió a la cocina.
Su Madre se encontraba sentada tomando mate con la mirada perdida en la ventana que daba a la calle. Jorge le dirigió una mirada y salió.
La mañana era fría y el viento penetraba en los huesos. Caminó hasta la avenida y allí esperó el colectivo. Quince minutos después decidió caminar y ahorrarse el peso. Mientras apuraba el paso pensó “ es sólo por una vez” y se lo continuó repitiendo a si mismo durante dos cuadras.
Al fin decidió darse un descanso, puso la mente en blanco y sólo se preocupó por caminar. Metío la mano en su bolsillo, sacó un papel y leyó “ bar el destino estrada y san martín”. Sin detener su marcha guardó el papel en su pantalón.
Al cabo de 30 minutos el bar apareció ante sus ojos, llegó hasta la puerta y miró hacia adentro, buscó entre las escasas mesas ocupadas pero no vió al Negro en ninguna de ellas. Luego de dudar por un instante entró y se sentó en una mesa pegada a la ventana.
Pidió un café y nuevamente sacó el papel del bolsillo, lo empezó a arrugar con los dedos hasta hacerlo una pelotita.
Siguió jugando con la pelotita hasta que el mozo puso un café sobre su mesa y dió media vuelta sin pronunciar una palabra. Jorge miró el inclasificable líquido negro que llenaba la tacita y tomó un sorbo.
Miró su reloj que marcaba las 11:15. De repente una piedra pareció crecer en su estómago, sintió como sus tripas se retorcian, las manos empezaron a transpirarle. Cerró los ojos y se tomó la cabeza con ambas manos. Cuando levantó la vista vió al Negro entrar por la puerta y dirigirse hacia su mesa, lo saludó y dijo – Qué cara que tenés . Que te fuiste de joda?. No- respondió Jorge mirándolo por primera vez a los ojos.
El Negro se sentó enfrentándolo y sacó dos papeles del bolsillo de su campera, los dobló y los deslizó por la superficie de la mesa hasta ponerlos al alcance de Jorge – Ésta es la dirección donde pasas a buscar el fierro y éste es el lugar del laburo” le dijo. Jorge tomó los papeles y apenas hicieron contacto con sus manos se empezaron a humedecer. Sus ojos no podían quitar la vista de esos papeles mojados. Que te pasa- Dijo el Negro- Tenés miedo, no seas boludo. Es un laburo fácil, lo elegí especialmente para vos, es ideal para empezar-. Jorge asentía con la cabeza pero no estaba seguro de comprender las palabras que salían de la boca del Negro.-Me oís- dijo éste. -Sí sí te oigo- contestó- Bueno a ver si te tranquilizas un poco. Qué pasa lo vas a hacer o no?-.
Jorge se quedó mudo. Intentó decir algo pero ningún sonido salío de su boca. Su mirada se dirigió por encima del hombro del Negro y por la ventana vió pasar a un chico con guardapolvo blanco de la mano de su madre.
La mirada del Negro se torno agresiva y profunda. Se acomodó en la silla y llamó al mozo. -Un cortado- le dijo y volvió a mirarlo a los ojos. – escuchame, tengo una lista de pibes que quieren laburar. Yo soy tu amigo pero te puedo reemplazar en un segundo entendés?-. Sí – respondió - aunque no estaba seguro de lo que había salido de su boca. Tampoco sabía si era su cuerpo el que estaba sentado en esa silla de un sucio Café. Se vió a si mismo todo de blanco yendo a la escuela pateando una chapita por la vereda. – Qué vas a hacer? es la última oportunidad que te doy. No tenés opción, no te das cuenta-.Insistía el Negro. Ahora estaba en un aula, un grupo de chicos vestidos de blanco lo miraban fijamente, él estaba parado entrente a ellos. A su lado la maestra le sonreía – Muy bien Jorgito- Creyó oir de su boca. Se dio vuelta despegó la lámina que estaba pegada sobre el pizarrón y volvió a su banco. Se sentó pensó en su madre y sonrió. – Bueno me voy, ya sabés a las 10 nos encontramos acá. Me alegra que hayas aceptado. Chau!.- dijo el Negro, pero él sólo oyó una voz de otro mundo.
Ahora estaba sólo, llamó al mozo y pagó el café.
Dos horas después estaba en el frente de una casa humilde, sin rejas y sin pintura. Golpeó sus palmas repetidamente y una mujer salió. –Qué queres? Le dijo. –Está el Rulo? Vengo a buscar algo de parte del Negro, mi nombre es Jorge-. La mujer se dio vuelta y entró en la casa. Un hombre de panza prominente, barba de 3 días y un rostro muerto le dio un buzo gris doblado que pesaba más de lo debido. Jorge buscó el arma y la guardó en la cintura del pantalón, devolvió el buzo y se fué.
Una hora más tarde cruzaba una plaza que estaba entrente al lugar del hecho. Cruzó la calle sacó el papel que le quedaba y leyó “Alberti 782”, levantó la vista y vió el número 724 en una chapa inclinada pegada precariamente a una pared de una verdulería. Dio unos pasos más, contándolos a medida que iba avanzando. Miró el reloj eran las 18:30. El sol caía, los árboles de la plaza agitaban sus escasas hojas movidas por el viento de otoño. Las manos volvieron a transpirarle. Llegó al frente del número 782. Miró hacia el piso y vió una tapita de gaseosa. Se detuvo por un segundo, patió la tapita, se llevó la mano a la cintura y entró a la farmacia.
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