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Pedro, Perico y Pedrín

El señor y la señora Peitersen deseaban tanto tener un hijo que la cigüeña les llevó uno, al que llamaron Pedro. La cigüeña les llevó otro bebé al año siguiente, al que llamaron Perico, y otro más un año más tarde, al que llamaron Pedrín. 

Pedro, Perico y Pedrín crecieron y pensaron en lo que querían ser. Pedro dijo que quería ser bandido, Perico quiso ser basurero y Pedrín, que era un muchacho cariñoso y formal, pensó en ser «padre». 

Pedro, Perico y Pedrín fueron a la escuela, asistieron a bailes infantiles, hacían alguna que otra gamberrada cuando nadie los veía y crecían en ciencia y experiencia.

Desde chiquillo Pedro era ya muy pendenciero, como debe ser todo bandido. También era muy travieso. Su testarudez y mal carácter se manifestaron un día en el vestido de seda nuevo de la madre.

-¡Pedro, no des contra la mesa del café! -le había dicho su madre-. Podrías tirar algo y mancharme el vestido de seda.

Pero Pedro cogió el café y lo vertió en el regazo de mamá. Ésta dijo, por todo comentario:

-¡Ay, pero qué atolondrado eres, corderillo mío! Pero lo que es voluntad, el niño la tenía, y su madre lo reconocía. Voluntad demuestra carácter, y para una madre esto es muy prometedor.

Indudablemente hubiera podido ser bandolero, pero todo quedó en palabras. Aunque por la pinta que llevaba, bien lo parecía. El caso es que luego le pareció mejor ser artista, pero no tenía de ello más que el traje, ya que sus dibujos eran horribles.

Pedrín era blanco y rojo, menudo y ordinario. Nunca se defendía cuando los demás chicos le pegaba, pues decía que era el más juicioso, y el juicioso siempre cede. Pedrín tenía aptitudes para la Ciencia y ojo para la Naturaleza, lo cual gustaba mucho a sus padres. Pedrín refería ir al bosque antes que a la escuela y pronto supo más de los animales que de las personas. Observando la naturaleza decidió no casarse nunca, ni dar ni recibir un beso, pues ello habría podido tomarse por el primer paso conducente al matrimonio. Así que de su intención de se padre no quedó nada.

Nada más se puede decir de Pedro, Perico y Pedrín; bien es verdad que ya tenía bastante de ellos, y tú seguramente también. De modo que por esta vez le daremos muchas gracias a la cigüeña. Pero ella, en pago de esta historieta, que nada tiene de particular, pide tres ranas y una culebrina. Por lo visto, cobra en especies. ¿Quieres pagarle tú? Yo no, pues no tengo ni ranas ni culebras.

Datos del Cuento
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