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Pane.

El Boeing 747 decoló del aeropuerto de Santiago de Chile a las seis horas a. m. Su destino era Cancún, con una escala en San Pablo.
Día lindo, buena visibilidad y la bella aeronave con sus potentes motores Rolls-Royce cortaba el espacio a 910 Km. por hora y a 40.000 pies de altitud. Salió con 180 pasajeros y una tripulación de 14 personas. La mayoría de los pasajeros era constituida de chilenos que iban de vacaciones para el Caribe.
En San Pablo subieran a bordo más 207 pasajeros que tenían en común el deseo de hacer un viaje tranquilo. En su medio se encontraba Luciana. Eran sus primeras vacaciones y eligió el Caribe por su clima y por sus playas.
Ocho horas los separaban del destino final y el despliegue exigió un poco más de fuerza de los motores. A las diez horas y un cuarto el Boeing atingió la altitud de crucero. Luciana leía un romance y pensaba en su familia, mientras tomaba una copa de vino que le sirviera una aeromoza. Los demás pasajeros leían, conversaban o escuchaban música.
Seis horas mas tarde la aeronave comenzó a abalanzarse con frecuencia y como el tiempo estaba bueno los pasajeros presintieran que podría ser un problema mecánico. Con el aumento del balanceo el piloto llamó en su cabina la Comisaría jefe para le dar las orientaciones correctas en esas ocasiones.
Poco después Sandra tomó el micrófono y con su voz dulce y enérgica al mismo tiempo, pedio a todos que tuvieran calma, que había un pequeño problema, mas que la tripulación ya estaba trabajando para solucionarlo. Les pedió, además, para continuaren en sus asientos y con el cinto de seguridad prendido.
Mientras ella tentaba calmar los pasajeros el Boeing dio una virada brusca y siguió volando desnivelado. Hubo un inició de pánico y hasta algunas de las aeromozas demostraran un cierto miedo y preocupación.
Ato seguido, como en un paso de mágica Luciana, que hubiera se levantado, se acercó de Sandra y esa, casi sin percibir, le paso el micrófono. Ella lo tomó y comenzó a hablar.
Con una voz apaciguadora y con mucha personalidad ella fue tomando en sus manos todos los pasajeros.
Inicialmente les pedio a todos para hacer silencio. Les dije también que estaba allí para defender el optimismo y que todo problema tiene solución. El desespero no llevaría nadie a lugar alguno, solo complicaría el momento y aquel exigía mucho control de todos.
Así se presentó a sus colegas de infortunio:
Trabajo a más de diez años y estas son las primeras vacaciones que me di el derecho de gozar. Mi familia ya se encuentra en la playa y pienso en aprovechar un poco de ese momento con mis padres y hermanos.
Sé, como todos Uds., que el momento es crítico. De eso no hay duda. Lo que pasa es que saldremos de esa y cada uno con más ganas de vivir. De vivir con más nobleza, aprovechando todo que tenemos para aprovechar, respirando el aire con alegría y agradeciendo, cada uno a su Dios, por todo que tenemos y principalmente por nuestros entes queridos y por la naturaleza.
Ahora, justo ahora que estoy con un problema más serio, vuelvo mi pensamiento para algunos años atrás y me dirijo, inicialmente a mis padres. Padres y amigos. Siempre fueran compañeros y confidentes... .
¿Usted se acuerda Mamá, de cuantas veces yo llegaba en casa cansada y no tenía tiempo y ni ánimo para escuchar sus relatos del día, sus quejas o simplemente conversar con Usted? Usted que pasó todo el día cuidando de la casa, de mis ropas y de todos nosotros?
¿Usted se acuerda de cuando yo estaba en el liceo – tiempos difíciles- no teníamos plata ni para pagar una empleada y Usted cuidaba de la casa, lavaba la ropa, planchaba, hacia la comida y cuando yo llegaba del colegio aún tenia paciencia y cariño para conmigo? Yo no le daba mucho crédito, ni mismo le escuchaba derecho. Yo era una chica porfiada, pensaba solamente en aprovechar la vida, en jugar con mis amigas.
Usted Papá, que pasaba sus aprietos sin se quejar, que nunca me negaba nada, que se sacrificó para educar correctamente los hijos. Y yo, yo no me daba cuenta de eso.
Como fui lesa. No percibí las perolas que tenía a mi lado. No voy a pedir perdón porque sé que Ustedes siempre me perdonaran y siempre me comprenderán. Entre personas que se quieren no hay lugar para pedidos de perdón. Gracias queridos, gracias por existieren.
Queridos hermanos, ah mis hermanos... . Me lleno de coraje para hablar con vos. Sé que mi deuda es grande. Yorgo, Rurik, Edson... cuantas veces me enojaba con vos sin percibir que ustedes mi cuidaban porque me amaban, porque yo soy la única mujer de la hermandad. Ustedes pelearan y llevaran muchos combazos por mi causa.
Cuando niñitos yo llegaba en la casa y los encontraba jugando. Absuelta en mis tareas de la escuela o haciendo planes para el futuro, no me daba cuenta de que eran mis hermanos y de que los amaba. Santa ignorancia, perdí una parte linda de nuestras vidas. Yo no conseguía entender que un abrazo apretado, un besito o una simples sonrisa valdría mucho más que todos mis quehaceres. Eso no puedo recuperar. Infelizmente no lo puedo.
Yo me acuerdo, también, que no tenía tiempo para jugar con vos. Infelizmente las dificultades por que pasábamos me hicieran, como hermana más vieja, un poco rígida. Me contentaba en regalarles algo útil en sus cumpleaños y nada más. Hasta en esas fiestas de cumpleaños yo no les daba mucha atención porque tenía que recibir bien los convidados. Siempre pensé que regalos para niños deberían ser cosas útiles. Felizmente vos tuvieran juegos porque la Mama los compraba y también los recibía de las tías, de la abuelita o de los amiguitos.
Cuando en la escuela, siempre me invitaban a asistir alguno juego o alguna competencia, pero yo casi no comparecía. Les decía que algo más importante me lo impidió. Los estudios, mis tareas de casa y otras disculpas. Queridos hermanos, mucha cosa no conseguiré recuperar, mas les pido ayuda para cambiar.
Así somos los seres humanos, no damos cuenta de las cosas sencillas que están bien cerca y muchas veces nos lanzamos en busca de cosas superfluas, que no acrecientan nada en nuestras vidas. Hay necesidad de momentos extremos para nos darnos cuenta de nuestra ignorancia y percibir que nuestro mundo está bien cerca. Nuestra mayor riqueza es nuestra familia, esa es una verdad incontestable.
Mientras ella hablaba todos sus colegas de vuelo se calmaran y algunos se pusieran en meditación. Lo que ella no sabia era que el radio estaba ligado e que en varias torres de control de los aeropuertos vecinos muchas personas la estaban escuchando. Algunas radios pasaran a transmitir al vivo ese relato reflexivo.
Luciana, percibiendo que tenia todos en sus manos, continuó su reflexión ahora ya de una forma más amplia. Tenia miedo, pero debería pasar ánimo. No podría fallar, hasta la tripulación le daba el respaldo necesario.
En la cabina de comando el piloto y sus ayudantes hacían de todo para encontrar el defecto, pero en vano. Luciana percibiendo eso y a pesar de sus temores, empezó a incentivarlos. Les decía con un mixto de voz dulce y enérgica que no solo serian salvos todos los pasajeros, mas también toda la tripulación y hasta la aeronave.
A la medida que se aproximaban del destino, otras dificultades les aparecieran. Había problemas en uno de los motores, en los comandos de nivel y también en el tren de aterrizaje. Este no obedecía el comando y anunciaba un riesgo mayor, el peligro de incendio al tocaren la tierra.
No muy lejos de Cancún Luciana se fue para la cabina y aún con el micrófono en sus manos le decía al piloto para continuar con las tentativas de bajar el tren de poso.
Calma Comandante, todo va salir bien, continúe forzando y haga el posible para disminuir la velocidad. Debemos continuar sobre el mar, entre el mar y la playa. Vamos buscar una playa más desierta, un poco más adelante. Eso, muy bien. Allá, mas o menos a 4.000 metros creo que es el lugar apropiado para bajarnos, ¿que le parece?
Bueno amigos, por favor aprieten sus cintos de seguridad, bajen sus dorsos y mucha fe que terminaremos bien nuestra aventura. El aterrizaje será de barriga, pero en la playa. Arena y agua serán nuestros escudos y puede ser que mojamos un poquito. No se desesperen, todo va salir bien.
Mientras ella calmaba los pasajeros el Boeing alcanzaba la arena y deslizaba con su dorso sirviendo de ruedas. Sus grandes alas tocaban, de un lado la arena y algunos pequeños arbustos y del otro el agua tranquilla y tibia de aquella playa paradisíaca.
Felizmente no hubo incendio y cuando pararan todos se abrazaran emocionados. Enseguida fueran a la cabina saludar Luciana y el piloto, les agradeciendo por el hecho heroico.
El piloto les pidió para aguardaren las orientaciones de la tripulación para bajaren con más tranquilidad y seguridad. Les advirtió, además, que parte de sus perteneces que se encontraba en el compartimiento de carga pudo haber sufrido alguno tipo de avería debido al impacto en el aterrizaje.
Luego fueran llegando los primeros socorros y mientras sus colegas de vuelo fueran entrevistados, Luciana tomó su bagaje y se fue apurada al encuentro de sus familiares. Periodistas y fotógrafos no la encontraran en ese día, no conseguirán encontrar la heroína del vuelo 7474, que pasó a hacer parte de la historia de la aviación civil. Para muchos fue un susto y para otros fue como una pesadilla, nada más, pero todo eso debido a la intervención enérgica y apaciguadora de Luciana.

Jacques Coimbra, desde Barbacena / Brasil.
Datos del Cuento
  • Categoría: Aventuras
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