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Categoría: Románticos

No es tan difícil

Nunca es tarde para nadie. La grandeza del ser humano radica en la capacidad, a veces oxidada, de olvidarse del orgullo, la vergüenza o el egoísmo a la hora de hacer ciertas cosas. Esas cosas cotidianas, esos detalles aparentemente tan insignificantes que son los que realmente dan significado a la vida.
Fue hace tres años y medio cuando decidí irme de casa y emanciparme, comenzar a disfrutar esa independencia tan ansiada durante los años que había vivido con mis padres. Con el egoísmo propio de un hijo, comencé a emplear mi tiempo en mi, sin pararme a pensar en lo que dejaba en la que habia sido mi casa hasta entonces.
Mi madre y mi padre se enfrentaban ahora a una vida en soledad, una soledad que ya un dia decidieron abandonar al traerme a este mundo, pero que de nuevo les volvía a castigar. Una soledad que mi recien estrenada independencia no tenía tiempo de ver.
Casi cada fin de semana volvía a aquel mi hogar de siempre, donde mis padres me habían dado todo lo que les había permitido la vida. Pero tenían que entender que los hijos crecen y necesitan abandonar el nido. Un nido que se queda pequeño a medida que te haces mayor. No es tan difícil de entender.
Sábado. El día de retorno al nido. Mi madre poniendo el máximo esmero en la comida para que su hijo quedara lo suficientemente satisfecho como para considerar retornar al nido más a menudo. Pero no. Si decidí vivir sólo era para distanciarme de allí.
Cuando acababa la comida me apresuraba a volar camino de la independencia de nuevo. Veía la tristeza en la cara de mi madre a través de la puerta del ascensor. Un beso rápido y un "hasta el sábado". Tenían que entenderlo. Ya era independiente.
Uno de esos sábados de obligada vuelta al nido, y tras el beso rápido y el "hasta el sábado" de rigor, vi a través de la puerta del ascensor la tristeza en la cara de mi madre, y la comprendí. Volví a abrir la puerta del ascensor y me acerqué a ella. Le di uno de los abrazos más largos que jamás la había dado, y noté en mi mejilla una lágrima. La miré, y en su sonrisa humedecida por el llanto y dibujada por la felicidad, comprendí que esa era una de las muchas lágrimas que derramaba cuando ya no me veía a traves de la puerta del ascensor.
Aquello fue suficiente para que decidiera quedarme toda la tarde con ella y con mi padre, y así, sencillamente así, hacerles felices. Hay que compartir el tiempo con quien se lo merece, y nadie mejor que ellos. Nadie.
No es tan difícil de entender.


Paula, gracias de verdad y no dudes que tanto "Cara o cruz" como esta historia son reales. Un abrazo y gracias otra vez. De verdad.
Datos del Cuento
  • Autor: OneVoice
  • Código: 6567
  • Fecha: 17-01-2004
  • Categoría: Románticos
  • Media: 6.11
  • Votos: 57
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3057
  • Valoración:
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