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Categoría: Románticos

Mi gran amor

Estaba allí, en el pequeño cementerio mientras contemplaba como descendían el ataud; sin embargo no podía creerlo. Miguel se había vuelto a marchar, pero esta vez para siempre. Las lágrimas rodaron por mi rostro y el dolor arañó el alma. Cogí un puñado de tierra y le regalé mi último beso. Me arrodillé, ví aquella caja, en la que ya sin vida,cuarenta años reposaban en el silencio. Sin querer grité: Miguel, Miguel. Alguién me aferró del brazo y evitó que me cayerá en su tumba. Mientras despedían su alma con un rosario de oraciones, yo recordé su cuerpo de niño.
Miguelín regresó con sus ojos de mar traviesos, sus pantalones cortos, su cartera de color indefinido por el tiempo.
-Nela, vamos ya, son las diez y no llegamos a la escuela. Date prisa que Don Ricardo nos va a castigar.
Cruzabamos cada día la misma carretera en tanto Miguel cuidando de mí me repetía:
-Pasa, Nela, que ahora no vienen coches.
Juntos nos sentabamos en el mismo pupitre deslucido, al final de la clase cuando Don Ricardo hacía sonar la campana, antes de que hubiera terminado, los dos corríamos a la plaza para esconder nuestras carteras debajo de la acacia. Los barbos escurridizos nos esperaban impacientes.
-Mira, Miguel, atrapé uno.
-Cuidado, Nela.
-El mío es más grande, debe pesar un kilo.
-Vamos asarlo.
Prendíamos la hoguera y entre las llamas y el humo Miguel disfrutaba de ese olor de hierbabuena y romero del río que tanto le gustaba. Al anochecher cogidos de las manos como dos sombras regresabamos al pueblo.
¡Qué guapo me pareció Miguel siempre¡ por eso mi rostro se vestía de rubor cuando él me preguntaba:
¿Quiéres ser mi novia?, como no iba a querer si sus ojos eran ese mar que yo tanto ansiaba conocer.
Pero Miguel tuvo que marchar a la ciudad y sentí
como iba perdiendo ese trozito de mar; para mí, ya inalcanzable. Con su carrera de económicas, logró un gran puesto de trabajo en una prestigiosa empresa. Miguel consiguió todo: Dinero, trajes, coches...Se impregnó de asfalto y de ciudad. Estaba en una cumbre tan alta que mi figura se dibujaba diminuta en esta llanura de mi tierra, y cuando regresó pensé, tal vez, será mejor olvidarle para siempre,
Pero el destino volvió a traer a Miguel hace un año a Villafilar. Fue el señor Jeremias el que me lo dijo:
-¿Sabes, Nela ha aumentado el pueblo?
-¿Qué dice señor, Jeremias?
-Que el Miguel, el de la señora Engracia ha venido a quedarse.
-¿Cómo es eso? Si él trabaja en Barcelona.
-No lo sé, pero hemos visto abierta la casa de la señora Engracia, pos dicen que lleva dos días.
Me temblaron las piernas, pero llegué hasta la casa. LLamé, y Miguel me abrió. Su rostro se hallaba demacrado y los años parecían haberse adueñado de él.
-¡Miguel¡
-¡Hola, mi niña¡
-¿Has vuelto, Miguel?
-Si, Nela tengo muchas cosas que contarte.
En su mirada había una profunda tristeza, pero una inmensa paz.
-Pasa, Nela, entra.
Me acomodé en la gran sala Italiana, todo parecía como si el tiempo no hubiera pasado; las mismas cortinas de terciopelo rojo, los sillones haciendo juego y el viejo velador de fina tapa de cristal
dónde escondíamos nuestros pequeños tesoros.
-¿Qué ocurre Miguel?
-Nela, mi Nela. Si he vuelto y voy a quedarme para siempre.
-¿y tu trabajo? ¿tu vida?
-¿Qué vida, Nela? ¿qué vida?
Supe en ese instante que Miguel iba a contarme algo que partiría mi alma y hubiera querido huir para no escucharlo.
-Hace unos meses que no me encontraba bien asi que decidí ir a un gran médico y amigo, pues pensé que quizás había trabajado demasiado. Me realizó un chequeo con toda clase de análisis y cuando fui a por el resultado...
-¿Qué Miguel?
-Habían detectado un tumor de pancreas bastante avanzado.
-Pero, tiene que ser un error.
-No Carlos es un gran profesional, y fue muy duro para él tener que decirme esa verdad que yo tanto le pedía.
-Miguel, ¿y si te operan?
-Es triste, pero sería perder el tiempo, apenas me queda un año.
-¿Qué dices?
Si fue terrible aceptar esa verdad, pero luego pensé que era un gran privilegio aprovechar ese tiempo que me quedaba, ¿cuánta gente muere sin esa oportunidad?
Durante aquel año Miguel y yo recorrimos una vez más la senda de nuestra infancia, abrazando la felicidad como entonces, pero con el corazón de adultos que recuperan lo que más han querido.
Cuando el camino de Miguel estaba a punto de concluir él me cogió fuertemente de las manos y me guiño con complicidad, no erá preciso decir palabras.
Apenas duró una semana. Ayer las campanas tocaron a muerto y hoy de la casa de la señora Engracia bajaron a Miguel para que repose para siempre en la tierra de Villafilar. El que fue y será mi gran amor se ha marchado para siempre-
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 6.48
  • Votos: 61
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