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Maria Nicolasa

~Nicolasa sujetaba con ambas manos un enorme cuchillo apuntándolo hacia su abultado vientre. Se le veía bastante alterada; su mirada llorosa buscaba repetidamente los ojos de su patrones que desconcertados le pedían que se calmara…
- ¿Nicole, que te pasa? – le preguntó el señor.
- ¡Aléjese! – le respondió con un grito su empleada domestica.
- Tranquila Nicole… baja ese cuchillo… te puedes hacer daño… puedes en verdad lastimar al bebé.
Le dijo muy pausadamente su patrón mientras le mostraba las palmas de sus manos, con ellas le hacia un movimiento breve para hacerla recapacitar. Su esposa con las manos en la boca, los ojos completamente abiertos y haciendo evidente su nerviosismo dijo:
- Ni... Nicole... no se que te pasa… Pe… pero dinos… te escuchamos… suelta ese cuchillo por el amor de Dios…
- ¡Quédese ahí señora! –le gritó Nicolasa ahora a ella- Usted tampoco se acerque… cualquiera de los dos que se me acerque y mato al chamaco que llevo dentro…
- ¡No! –gritó la dueña de la casa.
- Nicol –dijo su esposo-… no tienes por que hacer eso… lo que sea que pase lo podemos arreglar platicando… vamos a la sala.
Al terminar de decir esto, el hombre dio un ligero paso hacia la mujer embarazada, ella lo sintió como una amenaza y levantó el arma con la intención de tomar impulso.
- ¡No lo hagas! – esta vez mas fuerte gritó la señora.
- ¡Está bien! … Está bien –dijo aquel hombre retrocediendo rápidamente-… ¿Por qué quieres lastimar al bebé?


Algunos minutos antes…

- Amor… Quiero ir al mini súper a comprar algunas cosas. ¿Podremos pasar de una vez?
Preguntó la mujer que en el asiento del copiloto viajaba revisando algunos papeles. Su esposo al volante le respondió amablemente.
- Claro, sin problema.
Siguieron su trayecto como lo habían hecho por ya casi media hora. Ella, calculadora y lápiz en mano con documentos en sus piernas y el tablero; Él, manejando muy tranquilo y tarareando ligeramente al compás de la música tenue que los envolvía.
Tenían casi ocho meses viviendo con una armoniosa pasividad; desde la feliz noticia de que su empleada domestica había quedado embarazada con un ovulo de ella y esperma de él. Pasaron desgastantes años de intentos infructuosos de fecundar in vitro y tantas técnicas médicas posibles hasta ese momento. Sin dejar de lado todas las recomendaciones de la medicina alternativa y los cientos de consejos heredados de las abuelas de amistades y desconocidos. Nunca tuvieron la salud en riesgo, pero fue más de una ocasión en que enfermaron por las pócimas y brebajes que se aventuraron en tomar en aras de convertirse en padres.
Teniendo la suficiente estabilidad económica, no habían escatimado en invertir lo suficiente en intentarlo incluso en el extranjero. Habiendo llorado ambos su última opción fallida, pusieron sus ojos más en serio en la adopción. Recabando información de ello, fue que se enteraron de la posibilidad de concebir extra útero. El proyecto “Madre subrogada o sustituta” les devolvió la emoción de convertirse en padres de sus propios hijos y no de ajenos. Se dieron a la tarea de investigar en los temas que involucraban esa opción tanto médica como legal y más importante aún… sentimentalmente. No dejó de ser impresionante el hecho de encontrar información de “Alquiler de vientres, úteros para opción gay y venta de óvulos y espermas”. En todos lo casos se recomendaba que algún familiar cercano fuese la persona que les asistiera, era lo mas altamente recomendable por los lazos afectivos, la condición emocional y por supuesto; el parentesco sanguíneo. Lamentablemente esa sugerencia médica estaba descartada por la lejanía de familiares de ambos; él por su condición de extranjero y ella por ahora vivir al otro extremo del país del lugar de su nacimiento.
Aparcaron fuera del establecimiento.
- Servida señorita.
Dijo él al detener el auto y apagar el motor. Ella emergió su mente desde el fondo lleno de números en ese lago de papeles que se había formado a su alrededor; levantó su mirada y la dirigió hacia él con una sonrisa sincera y llena de amor.
- Muchas gracias señor… ¿Cuanto le debo?
- Me debe… me debe de dejar seguir amándola.
Estando de frente ambos en esa breve conversación pusieron punto final con un beso cargado de cariño. Abrieron las puertas al mismo tiempo y abandonaron sus lugares para dirigirse a hacer algunas compras. Una vez dentro del pequeño establecimiento, tomaron rumbos distintos con la naturalidad de haberse respetado siempre sus espacios y su privacidad en todo. Ella sabia lo que quería, él deambulo por el establecimiento mirando todo con desgano hasta llegar al fondo y tomar un litro de helado. De regreso por los pasillos hacia la caja se encontró con la confitería, tomó una caja de chocolates redondos, escarchados con almendras y envueltos en papel aluminio dorado. Lo sostuvo unos instantes con una media sonrisa en los labios pensando en la persona a quien se los regalaría. Levantó la vista y se encontró con la mirada de su esposa que se encontraba al otro lado del mueble que los dividía. De inmediato levantó la caja de chocolates para que su pareja la viera, mejorando la sonrisa y levantando las cejas. Ella también sonrió, pero haciendo breves movimientos negativos con la cabeza le dijo:
- Con esos matas a Nicol y lo sabes… No abuses en consentirla y que ella no abuse de los chocolates.
Ambos caminaron hacia la misma dirección, cada uno por su pasillo hasta encontrarse al final de este. Llegaron con un par de pasos más al mostrador; pusieron sus artículos en la barra, él la tomó por la cintura y la giró para ponerla de frente; le dio un beso mas que ella recibió con agrado. La empleada del establecimiento empezó a tomar sus artículos para pasarlos por el scanner cuando él al soltarla le preguntó:
- ¿Que paso? ¿Cómo vas con los números de tus niñas?
- Bien, bien… vamos bien. Pero ya sabes… no falta el “prietito en el arroz”.
- ¿Ahora quien se retraso?
- Gabriela… la nueva.
Salieron del establecimiento con un par de bolsas; como siempre, él le abrió la puerta y la cerró una vez que ella abordó. Cuando él también estuvo dentro del auto retomaron la conversación.
- ¿Cómo que nueva? –preguntó él- ¿No se supone que ya tiene mas de tres meses?
- Pues si –respondió ella-… pero al no haber entrado nadie más pues ella es la nueva ¿No?
- Que bárbara… ya la estas justificando.
- No la justifico… solo que no a todos se nos da esto de las ventas. Ella me confesó que nunca había vendido nada.
- Mi amor, no dejes de ser objetiva; recuerda a la última de tus señoras a la que según tú querías ayudar a que entendiera esto de las ventas de multinivel. ¿No se quedó con tus clientes y la mercancía?
- Ah si, pero de eso ya tiene rato… ya entendí la lección.
- Mi duda no es que hayas entendido de eso, pero estoy seguro que sigues teniendo la misma nobleza en tu corazón. ¿Cuánto te debe?
- Pues todo.
- ¿Como que todo? ¿No ha vendido ni el primer paquete en tres meses?
- Ya, ese ya… solo que tuvo una eventualidad y tuvo que ocupar ese dinero, pero nos los va a pagar ya me lo dijo.
- De verdad mi amor –dijo él soltando una risa forzada-… no cambias.
Ella sintiéndose un poco apenada le respondió:
- Mi vida… sabes que me gusta ayudar… pero.
- ¿Pero…? Ese pero no me gustó ¿Que más hay?
- Pues tiene mala reputación, al parecer ya ha estafado a algunas personas.
- ¡Que caray!
La conversación tomó una breve pausa. Por la cercanía a su casa desde la parada por la compras estaban ya ahora pasando por la caseta de vigilancia del conjunto residencial donde vivían.
- Don Israel ¿Cómo esta? Buenas tardes.
Saludo él levantando la mano para agradecer al hombre que les daba el paso levantando la pluma de detención. Ella se asomó un poco por la ventanilla de su esposo para sonreírle al mismo hombre.
- ¿Pero no le has dado mas cajas con producto verdad?
Con esa pregunta retomó él la conversación. Al haber un silencio por respuesta, él mismo continuó.
- Sabes… hay que evitarnos un dolor de cabeza. Hay que sacarla del grupo, puede ser más perjudicial que benéfica. Hasta nos puede pasar esa mala reputación.
- Está bien –respondió su esposa-… le voy a pedir que me devuelva la mercancía.
- Pero en serio mi amor, esa mujer no me dio buena espina desde un principio.
Estacionó el auto en el jardín justo afuera de su casa. Él tomó las bolsas de las compras y ella se encargó de acomodar sus documentos y utensilios en el portafolio que había tomado del asiento trasero. El marido abrió la puerta y le cedió el paso a su mujer; una vez dentro y cerrando la puerta el hombre gritó:
- Nicol… ya llegamos ¿Dónde andas?
María Nicolasa era desde hacia algunos años su empleada domestica. Oriunda de Pinotepa Nacional, Oaxaca; había llegado a ellos recomendada por una muchacha que tuvieron sus vecinos y que era del mismo pueblo. Contaba con veinticuatro años y un hijo menor de seis que había dejado con sus padres en la casa de ellos en aquella comunidad. Las emociones de la juventud le habían hecho entregar su inocencia a un hombre que no era de su poblado y que se esfumó tan pronto supo del embarazo.
Tuvieron que explicarle a ella de mil formas el proceso de la fecundación de sus patrones en su vientre. Escasa de cultura y de ambiciones aceptó por el agradecimiento del buen trato que siempre había recibido; pero en sus emociones y con su lento raciocinio, siempre tenía el nerviosismo de “algo raro” en todo ese proceso. Rechazó la fuerte cantidad de dinero que le ofrecieron por prestarles su vientre explicando que no sabría como decirles a sus padres como había obtenido ese dinero, solo aceptó una quinta parte. La única condición que ella puso fue que su familia no se enterara de que se embarazaría por segunda vez.
Los escuchó llegar estando ella en una de las recamaras del segundo piso. En cuanto oyó el grito del señor se encaminó hacia las escaleras para bajar por ellas y encontrarles. Caminaba lento por haber subido algunos kilos más de los necesarios, había sido alimentada de la mejor manera y vitaminada con esmero por sus patrones. Sin decir nada empezó el descenso por las escaleras alfombradas pero se frenó en seco y un escalofrío le recorrió la espalda al escuchar la susurrante pero clara voz del señor diciéndole a su esposa:
- Deja esconder esto para matar a Nicol lentamente.
Con una sonrisa de complicidad le había dicho eso a su mujer sacando los chocolates de la bolsa y encaminándose de puntillas hasta uno de los cajones de la cocina. Al abrirlo su esposa con buena voz le dijo:
- Ese no creo que sea un excelente escondite, la cocina es de ella.
- Tienes razón –le respondió su esposo cerrando el cajón.
Nicolasa se sujetó del barandal y se llevó su otra mano en forma de puño a la boca para callar un grito al escuchar la voz de la señora estando de acuerdo con las intenciones de su marido.
Había desistido de la broma de esconder aquel “veneno” cuando al regresar a la barra de la cocina donde habían dejado las compras y el portafolio de su esposa, se le ocurrió meter la caja en él. Lo abrió para depositar dentro el botín y al ver los documentos; tomó el que estaba hasta arriba y dejó la caja de chocolates dentro.
Nicolasa empezó a sudar en frio al escuchar el resto de la conversación de sus patrones.
- Tenemos que deshacernos de esta mujer –dijo él poniendo atención en la hoja con los números y nombre de Gabriela.
- Si, estoy de acuerdo –le respondió su esposa.
- Tenemos que eliminarla y evitar que sepan que estuvo con nosotros.
- No va a ser tan fácil, ya mucha gente nos ha visto con ella.
- Pues si, pero entre mas pronto lo hagamos menos nos relacionaran con ella.
- Esta bien pero hay que esperar, no podemos hacerlo ya.
- ¡Claro que no! Primero nos tiene que entregar el producto. Es nuestro –dijo él levantando la voz.
- Tranquilo –le dijo su esposa-… claro que es nuestro. Aunque por el tiempo que lo ha tenido podría ser más de ella.
La señora se encaminó hacia el refrigerador y sacó de el un envase con jugo, lo cerró y fue a tomar un par de vasos diciendo:
- Dime algo: ¿Que nos entregue el producto y también el dinero?
- ¡Por su puesto! Ese dinero también es nuestro. Mira el chiste es que nos entregue el producto, no me importa cuantos meses lo haya tenido de cualquier forma es nuestro, hay que sacarle lo más que se pueda del dinero y deshacernos de ella lo más pronto posible.
Nicolasa apareció con los ojos llenos de lágrimas y los puños apretados, cruzó entre ellos sin voltearlos a ver. Con pasos acelerados llegó hasta el fondo de la cocina y dándoles la espalda a sus patrones abrió y cerró el cajón que tenia en frente de ella; así se quedo unos instantes. Ellos se miraron desconcertados por la acción y por la emoción que expresaba Nicol.
- ¿Nicol…? ¿Qué te pasa pequeña? –le preguntó la señora con verdadera curiosidad.
- ¿Estas bien Nicole? –Ahora la pregunta la hizo el señor.
Nicolasa tenia los ojos cerrados, seguía llorando y ahora tenia un ligero temblor pero evidente. La señora de la casa puso los vasos que tenia en las manos sobre la barra y ese sonido reflejaba la intención que tenia de acercarse a su empleada. Nicol volteó rápidamente y mostró que tenía un gran cuchillo, lo sujetó con ambas manos y lo levantó apuntándolo a hacia su abultado vientre. La señora se detuvo, él señor ahora fue el que avanzó a ella preguntando:
- ¿Nicole, que te pasa?
- ¡Aléjese! –le respondió con un grito su empleada domestica.
- Tranquila Nicole… baja ese cuchillo… te puedes hacer daño… puedes en verdad lastimar al bebé.
Le dijo muy pausadamente su patrón mientras le mostraba las palmas de sus manos, con ellas le hacia un movimiento breve para hacerla recapacitar. Su esposa con las manos en la boca, los ojos completamente abiertos y haciendo evidente su nerviosismo dijo:
- Ni... Nicole... no se que te pasa… Pe… pero dinos… te escuchamos… suelta ese cuchillo por el amor de Dios…
- ¡Quédese ahí señora! –le gritó Nicolasa ahora a ella- Usted tampoco se acerque… cualquiera de los dos que se me acerque y mato al chamaco que llevo dentro…
- ¡No! –gritó la dueña de la casa.
- Nicol –dijo su esposo-… no tienes por que hacer eso… lo que sea que pase lo podemos arreglar platicando… vamos a la sala.
Al terminar de decir esto, el hombre dio un ligero paso hacia la mujer embarazada, ella lo sintió como una amenaza y levantó el arma con la intención de tomar impulso…
- ¡No lo hagas! – esta vez mas fuerte gritó la señora.
- ¡Está bien! … Está bien –dijo aquel hombre retrocediendo rápidamente-… ¿Por qué quieres lastimar al bebé?
- ¡Aléjese mas! –le dijo Nicolasa a el hombre- ¡Solo déjenme salir!
- ¿Pero por que te quieres ir? ¿Qué pasa Nicol? Dinos –le respondió él-…
- ¡Escuché que me quieren matar en cuanto les entregue al niño!
La pareja sin dejar su preocupación, se miraron rápidamente buscando una respuesta ante aquella aberración por parte de su empleada.
- ¿De donde sacas eso Nicol? –La dueña de la casa le preguntó.
- Lo acabo de escuchar –empezó diciendo María Nicolasa-, estaban planeando el que me van a matar lentamente en cuanto les entregara al niño.
- Nicol –le dijo el señor-… Me refería a unos chocolates que te traje ¿En que momento mencionamos al bebe?
- ¡Los oí! ¡No mienta! –gritó su empleada mientras empezaba lentamente a caminar- Usted dijo que en cuanto les entregara el producto me matarían y así he oído que el doctor le dice al niño.
- ¡Has algo se puede hacer daño! –gritó la señora.
El hombre sabiendo que Nicolasa se encontraba fuera de sí, no entendería razones. Midió mentalmente la distancia que los dividía por la barra y sopesó el arrojarse por encima de ella diciendo:
- Está bien Nicol… te voy a decir que vamos a hacer…
Se lanzó tan velozmente como pudo con ambas manos al aire con intención de llegar al cuchillo. En su frenético vuelo tiró los vasos, el jugo y también el portafolio. Nicolasa se percató del movimiento y proyectó el arma contra su vientre. La madre biológica del bebé gritó.
- ¡Noooo!

 

Datos del Cuento
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