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Los robos en las casas multicolores

En un pueblo conocido por sus casas multicolores estaban todos los vecinos enfadados y asustados porque todos los días le robaban algo a alguno de ellos. Unos días faltaba un reloj, otro día la nevera había quedado vacía, otro día el cartero no tenía la bicicleta, otro día la profesora Concha no tenía sus libros en la estantería. ¿Qué estaba sucediendo? 

Nadie lo sabía, pero todos estaban suspicaces, porque veían que a Don Ernesto, el bibliotecario, nunca le faltaba nada. Él salía de su hermosa casita lila y llevaba un vistoso sombrero gris, un montón de libros en la mano, un lujoso coche rojo y otras veces una espléndida bicicleta azul y un reloj amarillo con multitud de sonidos. Tenía muchas cosas y nunca se quejaba de que le faltara nada. 

Un buen día Alberto el banquero llegó a la puerta del colegio y gritó a todos los vecinos:

-Esta mañana me ha faltado mi reloj y resulta que fui a la biblioteca a leer el periódico y Ernesto tenía mi reloj. ¡Él es el ladrón! 

-¿Seguro? -preguntaron los vecinos todos a la vez.

-Seguro. Lo hablaré con él.

Cuando Alberto fue a hablar con Ernesto, este ni lo escucho. Riéndose y mirando las revistas que llevaba en la mano le dijo:

-Este reloj es mío, no sé porque os inventáis eso. A mí no me importa nada de lo que os pase, así que no contéis conmigo.

Y diciendo esto, Ernesto se fue.

Alberto fue a hablar con Manolo el policía.

-Manolo, necesito que me ayudes. Desaparecen cosas y creo que es Ernesto. Necesito que investigues qué hay en su casa lila.

Manolo accedió y un día, temprano, cuando Ernesto se fue a la biblioteca, se fue escondiendo por las columnas hasta lograr ver una ventana pequeña abierta e intentar entrar por ella.

Caminó de puntillas por varias habitaciones. Sólo veía las cosas ordenadas por la casa y nada que pareciera extraño hasta que se sorprendió al llegar a una habitación verde donde había un baúl lleno de cosas.

Cuando Manolo se acercó pudo ver que estaban muchas de las cosas robadas de sus vecinos. Como pensó en darle un escarmiento a Ernesto decidió que le quitaría también cosas a él a ver cómo reaccionaba. Tuvo la idea de robarle lo que más quería: sus libros.

El policía fue hasta el coche corriendo, sacó unas bolsas y volvió a entrar de puntillas en la casa lila, sacó un montón de libros y no se lo dijo a nadie. 

Al día siguiente, a primera hora, Manolo llegó a su trabajo y de repente alguien le llamaba fuertemente a la puerta. Cuando abrió era Ernesto que le chillaba:

-¡Manolo! ¡Manolo! Esta vez me tienes que ayudar. Me han robado a mí. ¡Y qué disgusto! Me han quitado lo que más quería: mis libros. Me he sentido fatal.

-Ernesto ¿tienes que contarme algo? -le preguntó.

-¿Por qué me dices eso? Estoy preocupado por mis libros.

-No mientas Ernesto, eres un egoísta. Tienes que ponerte en el lugar de los demás. Has sido tú el que has quitado cosas a nuestros vecinos y no te ha importado hasta que te ha pasado a ti. Como consecuencia, yo tengo tus libros para que abrieras los ojos de lo que estabas haciendo. Esta tarde irás casa por casa, empezando por la de color azul de Alberto, pedirás perdón y devolverás todas las cosas.

-¡Lo siento! He hecho mal. ¡Qué alivio que tengas mis libros! Ahora entiendo lo que sienten los demás. Yo lo he pasado fatal pensando que había perdido para siempre mis libros. Esta tarde pediré perdón.

Y así fue, Ernesto pidió perdón y en el pueblo de casas multicolores nunca más volvió a faltar nada.

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