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Los ladrones de miel

Zaid y Halima tenían un oficio peculiar: eran apicultores. Zaid y Halima criaban abejas para obtener miel y otros productos que luego vendían a los comerciantes de la zona. 

Pero Zaid y Halima no solo vendían miel, sino que vendían la mejor miel del mundo, la más cara y codiciada de todas. Además de ser deliciosa, esa miel ayudaba a prevenir y curar un sinfín de enfermedades.

Zaid y Halima trabajaban mucho para obtener toda la miel que la gente les pedía. Siempre procuraban tener buenas reservas, especialmente cuando se acercaba el invierno, para que nadie se quedara sin miel. 

Pero un día, algo raro pasó. La miel del almacén desapareció. Y, por si esto fuera poco, en los panales no había ni gota de miel. 

-¡Nos han robado! -gritó Zaid-. Habrán sido los productores de miel de aquí al lado. Seguro que se han puesto de acuerdo para robarnos y poder vender mejor su miel.

-No deberías acusar sin saber primero qué ha pasado -dijo Halima.

-Llevan tiempo mirándonos mal -dijo Zaid-. El otro día intentaron tirarme de la moto, ¿o es que ya no te acuerdas?

-Eso fue un desafortunado accidente -dijo Zalima.

-Muy oportuno, me parece a mí -dijo Zaid-. No me lo trago. Son unos envidiosos. Nuestra miel es la mejor y lo saben. 

En ese momento llegó hasta donde Zaid y Halima estaban un hombre corpulento con cara de mucha preocupación.

-Mira, hablando del rey de Roma -dijo Zaid-. ¿Vienes a regodearte del robo o a provocar otro accidente para intentar quitarme de enmedio?

-¿Qué dices, Zaid? -dijo el hombre-. No tengo tiempo para bromas. Nos han robado la miel. A todos. Vengo a ver si a ti también te ha desaparecido.

-¿A todos dices? -dijo Zaid.

-Parece que tú has sido el último -djio el hombre-. ¿No has visto nada? Le seguíamos la pista al ladrón, pero lo hemos perdido.

-Si en vez de estar buscando culpables donde no los había hubiera intentado averiguar qué pasaba de verdad…. -se lamentaba Zaid.

-No es momento para lamentos -dijo Halima-. Vamos a ver si averiguamos algo.

Entre todos los productores miel encontraron una nueva pista en el almacén de Zaid y Halima. La pista los llevó hasta una cueva que había cerca en la que había escondido un camión. Dentro del camión había mucho más que su miel: parecía que habían desvalijado media ciudad. Los ladrones estaban cerrando el camión para huir justo cuando los productores de miel llegaron.

-Rápido, hay que llamar a la policía -dijo Zaid-. Mientras llegan hay que impedir que ese camión se vaya.

Entre todos consiguieron detener al camión y retener a los ladrones mientras llegaba la policía.

-Un poco más y nos hubiéramos salido con la nuestra -dijo uno de los ladrones.

-Un poco más y lo hubiéramos perdido todo -dijo Halima.

-Siento haber dudado de vosotros -se disculpó Zaid-. Siempre os he visto como competidores, nunca como compañeros.

-Aquí cada uno va a lo suyo, Zaid, pero tenemos que defendernos unos a otros si queremos sobrevivir -dijo uno de los productores de miel-. No tenemos por qué ser enemigos, aunque nos dediquemos a lo mismo. Hay trabajo para todos.

Así fue como Zaid aprendió que la unión hace la fuerza y que juzgar por las apariencias puede jugarte muy malas pasadas.

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