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Los hermanos de los números.

Todos los números cómo todos nosotros, tienen un hermano o una hermana. El número uno tiene un hermano mayor, se llama once. El número dos también tiene un hermano mayor, se llama veintidós. El tres tiene una hermana, se llama treinta y tres. El cuatro tiene un hermano, se llama cuarenta y cuatro. El cinco también tiene un hermano mayor, se llama cincuenta y cinco. El seis quiere mucho a su hermano sesenta y seis. El siete está muy orgulloso de su hermano setenta y siete. El ocho es menor, su hermano ochenta y ocho es el más mayor. El nueve tiene una hermana muy bonita, se llama noventa y nueve. Y el diez no está muy contento con su hermano, es menor qué él y no se parecen. Todos dicen qué su hermano cero es feo y qué no sirve para nada.

Un día los números estaban sentados debajo de un árbol, hablando cosas de la vida y disfrutando de la brisa. Pero allí no estaba el número cero. Todos lo extrañaban, se preguntaban qué estaba pasando con él, para donde sé había ido. Decidieron ir a buscarlo por todas partes. Caminaron mucho, por los ríos, por las montañas, por el campo, por los rincones, por los alrededores de las casas, pero el número cero no aparecía por ningún sitio. Estaban bien cansados de tanto caminar y decidieron sentarse en un banco del parque a descansar. En eso oyeron un llanto muy doloroso. Mirarón para todas partes, buscando a ver quién lloraba con tanta pena. No vieron a nadie. En eso el número siete miró para atrás del banco, parecía qué de allí venia aquél triste llanto. Allí vió al número cero qué lloraba desconsoladamente. Estaba cómo asustado y parecía qué se escondía.

Todos se acercaron a él, querían saber qué le pasaba, porque lloraba, porque estaba triste. El número cero dijo qué nadie lo queria porque era redondo y feo, hablaban mucho de él y decían qué no valía nada, se sentía infeliz porque su hermano, el número diez tampoco lo quería. El diez al oír lo qué su hermano decía de él, se sintió culpable, bajó la cabeza y se separó un poco del grupo. Todos los demás números miraron al diez un poco enojados. El números seis le decía al cero qué no estuviera triste, qué no era feo y qué era muy importante, quisás hasta más importante qué ellos, porque él siempre completaba a los demás números. Y aunque su hermano el número diez no quisiera, muchas veces tenían qué estar juntos, pues erán el número diez ahora y siempre qué los necesitarán. El tres le dijo qué no tenía qué sentirse mal pues seguía siendo parte de la familia y era muy indispensable. El cero comentó qué se sentía avergonzado cuando decían qué el cero no valía nada, cuando iba un niño a comprar dulces y el vendedor le decía, "si no tienes dinero, cero dulces." O cuando una anciana iba de compras y al abrir su cartera se encontraba con qué no tenia dinero, "si no tiene con qué pagar, cero compra." O cuando decían, eres un cero a la izquierda, no tienes valor ninguno. También le daba verguenza cuando en los juegos de pelota o de baloncesto, no había carreras o puntos. Cero carrera, cero puntos, los fanáticos se ponían furioso con él. Cuando los jovenes en el colegio sacaban cero en sus exámenes, se enojaban, lo tiraban al piso junto con el exámen y lo pisoteaban. ¿Qué culpa tenia él qué los estudiantes no estudiaran y sacaran cero? Todo eso le pasaba a él por ser un simple cero. El cinco, qué era un número muy cariñoso, sé acercó al cero, lo acarició y le dijo, "No debes sentirte así, no eres cualquier cosa, vales mucho como cero y como número. Los ricos te quieren mucho, porque ellos tienen muchos ceros en su dinero y siempre quieren qué en sus cuentas sigán habiendo mucho, pero muchos ceros. Esos ceros también son tus hermanos gemelos, porque son iguales a ti."

El número siete le comentó, "te necesitamos mucho cero. Eres parte de nosotros. Sin ti no podriamos vivir, eres nuestra segunda mitad. Para yo convertirme en setenta te necesito a ti, sin ti no podría ser un setenta." "Es cierto - dijo el dos - para yo ser veinte te necesito a ti. Nunca podría ser un veinte si tú no estás a mi lado. Todo lo qué tenga qué ver con números necesita un cero para ser más grande. Yo soy el dos ahora pero puedo ser veinte después, más tarde convertirme en doscientos y llegar hasta dos mil, y para todo ese cambio te necesito a ti. ¿Ves qué si vales mucho?" El cero dejó de llorar, se pusó a pensar. Sus amigos tenían toda la razón. Podría ser gordo y barrigón, quisás en algunas cosas no tenia valor, pero en la mayoria si. Especialmente cuando se trataba de mucho dinero, de artículos y ropa cara. También para la clase de aritmética. Ellos no se equivocaban, en este mundo de los números él era muy indispensable. No importa lo qué dijera alguna gente, no importa si su hermano diez lo desprecia, porque en algo no se parecía a él.Todos los demás lo querian y también eran como sus hermanos, pues siempre todos estaban juntos. No tenia porque llorar, porque sufrir, sin él no podían ser números completos. Se calmó, secó sus lágrimas, por primera vez sonrió y dijo: "Tienen todos razón, ustedes me han hecho comprender. Quisás para algunos no significo nada, pero sé qué yo también tengo mucho valor. Gracias amigos. Ahora sé muy bien mi función, gracias por hacerme ver la realidad de la vida. Ya no me siento inútil. A mi hermano lo tengo que perdonar, pues aunque casi no nos parecemos, yo soy el cero, y si él se convierte en diez, es gracias a mi compañia. Nunca nos vamos a separar. También juntos podemos llegar a cien, mil, y millones. Ahora si qué estoy muy alegre." El número diez de acercó a su hermano cero, le pidió perdón por no quererlo y decirle gordo y feo. "Estoy muy orgulloso de ti hermano cero, puedes hacer a muchas personas felices, pero siempre habrá alguién qué siga diciendo qué no tienes valor, pero son ignorantes qué no conocen bien tu valor. ¡Cuántos desearían tener más de cuatro ceros como tú en su dinero!! Te admiro mucho querido hermano." El cero abrazó a su hermano el diez. Los dos lloraron de felicidad, porque de felicidad también se llora. "Siempre estaremos juntos - dijo el zero - siempre serás mi hermano. No me importa ya lo qué opinen de mi, ya muchos y ustedes saben cuanto valgo. Además no solo tú eres mi hermano. Todos los números somos hermanos y siempre vamos por el mundo juntos, haciendo a la humanidad feliz, no importa el valor ni la cantidad. Para eso estamos aquí y por eso los niños y los grandes tienen qué aprender a sumar, restar, multiplicar, y muchas cosas más. Nosotros somos el instrumento para qué puedan saber cuánto es tres más tres o veinte menos diez. Todos los números aplaudieron al cero, todos reían, cantaban y contaban. Cogidos de las manos sé fueron brincando y cantando una canción alegre. Comenzó a llover, ellos se apretaron más, les gustaba la lluvia, querían disfrutarla juntos. De momento el cero se zafó de ellos y salió corriendo. Todos lo miraron asombrados. El número nueve gritándole le preguntó: "¿Para donde vas cero tán de prisa, es qué acaso le temes a la lluvia?" El cero gritó con una pícara sonrisa, "No le temo a la lluvia. Si, voy de prisa. Se me olvidó qué tengó una cita. Me espera mi novia la letra O." El diez se volvió a convertir en mitad, hasta qué no llegara su hermano el cero sería simplemente un cinco.
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