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Los bombones de la profesora Josefina

Un jueves de diciembre en el Colegio La Luna de Avellaneda todos los niños esperaban con emoción la fiesta que estaba organizada para el día siguiente. Cada curso había preparado una canción para interpretar, los papás se habían organizado para llevar algo de comida, los profesores habían preparado unos videos y un acto con música muy bonito y todos estaban deseosos de vivir las fiestas del colegio.

Ese jueves en la clase de 5º, a la tutora de los niños, que se llamaba Josefina, les había dicho que no podía ir a la fiesta al día siguiente porque estaba malita, pero que para aportar un detalle había traído una caja de bombones muy grande para ellos. La dejaría en la mesa que tenían al final del aula para que mañana el delegado la pudiera llevar a la merienda y allí disfrutaran de los bombones. Todos los niños aplaudieron a la profesora y se fueron al recreo. 

Josefina dejó los bombones en la mesa y bajo a supervisar el patio. Tras media hora cuando todos los niños subían del recreo al aula oyeron que Josefina daba un pequeño grito. 

-¿Qué sucede, profe? -dijo Enrique, el delegado entrando corriendo a la clase.

-¡Pasad todos dentro inmediatamente! -dijo Josefina muy enfadada. 

Todos entraron al aula en fila curiosos y con miedo. No entendían que podía haber sucedido. 

- Chicos, os voy a decir que pasa. ¡Mirad la mesa donde he dejado los bombones!

Los chicos miraron hacía allí y abrieron la boca con sorpresa, la caja estaba abierta, el papel de regalo y el plástico del envoltorio quitado y faltaban unos cinco bombones.

- Quiero saber inmediatamente quien ha sido la persona que no ha respetado a los demás comiéndose los bombones solo y cuando no tocaba.

Un silencio hueco y frío se hizo en el aula y nadie contestó. Josefina decidió ir paseando por todas las mesas mirando la cara de cada uno por si el responsable se ponía rojo o muy nervioso. Nadie decía nada. Josefina decidió bajar a hablar con la Directora pero antes les informó de algo:

- Me siento mal por lo sucedido, triste y muy enfadada. Si nadie me dice quien ha sido, esta aula mañana no irá a la fiesta del cole.

Cuando Josefina no estaba todos los niños empezaron a hablar, a mirarse unos a otros. Nadie parecía saber nada, pero ninguno de los que hablaban quería fastidiarse por lo que había hecho el ladrón de bombones. ¿Por qué los tenían que castigar a todos?

- La directora es como un detective. Estoy seguro de que se acabará enterando de quién fue -dijo uno de los niños.

- Ya, pero quizá se entere tarde y yo quiero ir mañana a la fiesta.

- Es injusto -dijo otro niño echándose a llorar-. Mi padre ha preparado una cosa y no la voy a poder probar y quedaremos aquí haciendo mates mientras los demás se divierten.

- Yo lo voy a decir. Creo que fue Carlos. Es el que más habla en clase seguro que lo ha hecho para fastidiar -dijo un niño de la fila de atrás.

- ¿Por qué dices que he sido yo? Yo no he sido. También yo puedo decir que ha sido Alba, siempre tan callada, a la que parece que no le gustan ni las fiestas -replicó Carlos.

- Chicos, culpándonos y enfadándonos unos con otros no vamos a conseguir nada.Tengo una idea – dijo Enrique -. Cada uno va a escribir en la pizarra dónde fue cuando acabó la clase y así quizá entre todos podamos saber quién nos está escondiendo la verdad.

Así lo hicieron todos los niños y cuando acabó el último de apuntar en la pizarra llegó la profesora Josefina con la tutora, Enrique les explicó lo que estaban haciendo y a la Directora le pareció muy bien. Preguntó a todos si alguien quería reconocer lo que había hecho para que los demás pudieran disfrutar de la fiesta. Nadie dijo nada. Y ella les comentó en voz alta:

- Voy a hacer una prueba. A veces solo hace falta observar para identificar al mentiroso. Vais a salir todos donde la mesa de la profesora, os vais a quedar de pie y en fila.

Los niños, nerviosos la mayoría, así lo hicieron. Cuando ya estaban todos la Directora les dijo:

- Ahora vais a sacar los bolsillos de los pantalones para afuera o me vais a enseñar los bolsillos vacíos.

En esas estaban cuando en la última parte de la fila se cayeron al suelo tres envoltorios dorados. ¡Efectivamente eran envoltorios de bombón! De repente se oyó a un niño llamado Alberto decir:

- Sí, he sido yo. Lo siento.

Josefina se volvió hacía él y le dijo:

- ¿Pero por qué lo has hecho Alberto? Nunca lo habría pensado.

- Lo siento profe, en casa nunca me dejan comer dulces, mañana tampoco iba a poder y no me he podido controlar contestó Alberto-. Me quedaré yo sin la fiesta. Y el castigo que me pongáis. Lo único que como aquí no he sido valiente si me gustaría en casa poder explicar yo lo sucedido.

Ante el arrepentimiento de Alberto, Josefina se fue con los niños y este se quedó solo en el aula con la Directora que le ayudo a intentar tener más autocontrol y decir la verdad en caso de hacer algo inadecuado. Alberto agradecido aprendió la lección.

Datos del Cuento
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