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Ana y Aurora eran dos hermanas de 9 y 11 años que estaban jugando una tarde en su habitación cuando oyeron hablar a sus padres sobre los abuelos.
Aurora, la mayor, se acercó sigilosamente por el pasillo hacía la cocina para ver si oía mejor. Así consiguió saber lo que sucedía y contárselo a Ana.
-Nuestros papás están hablando de que los abuelos ya están mayores y preferirían que estuvieran en casa para poder cuidarlos, pero ellos no quieren porque piensan que somos muchos y que son un estorbo. Nosotras podríamos ayudar.
-¡Oh! Los abuelos están mayores -dijo Ana, la pequeña
-Claro Ana, pero eso no quiere decir que no puedan hacer cosas. Nosotras podemos intentar que estén tan a gusto aquí que no quieran volver estar solos -dijo Aurora.
-Vale, divertiremos y cuidaremos a los abuelos -dijo Ana.
Al fin de semana siguiente la mamá de Ana y Aurora se acercó a su habitación y les dijo:
-Niñas, mañana vienen los abuelos a comer. Se van a quedar a dormir. El domingo volverán a su casa. Acompañadlos, por favor, que tienen muchas ganas de veros.
-Genial, mamá. No te preocupes estaremos con ellos -dijeron las niñas.
Las niñas decidieron pensar qué cosas necesitarían los abuelos. Aurora pensó en unos cojines para el sofá y Ana que, era más menuda, se coló en los armarios a buscarlos. Las niñas pintaron una caja para que los abuelos metieran sus cosas y les pusieron en el sofá sus mantas favoritas.
Cuando los abuelos llegaron, las niñas los cubrieron de besos y abrazos. Aurora vio que el abuelo llevaba bastón y lo agarró del brazo disimuladamente mientras le preguntaba cómo estaba y lo acompañaba a la habitación.
La abuela trajo unas rosquillas y merendaron todos juntos. Después, Ana quiso enseñarles sus dibujos y pasaron un rato entretenido mientras sus padres hacían otras tareas por la casa.
Cuando llegó la noche, las niñas acompañaron a los abuelos al sofá y todos se quedaron sorprendidos de cómo estaban las sillas, con los cojines y las mantas, y se lo agradecieron a Aurora y Ana.
Al día siguiente hacía un agradable día de sol, pero los padres tenían que hacer cosas en casa y no podían llevar a las niñas al parque, así que los abuelos se ofrecieron a ir con ellas. Los cuatro dieron un buen paseo mientras les contaban a las niñas cosas de su infancia y de cómo jugaban en su época.
Cuando llegó la noche y los abuelos querían volver a su casa, Ana les preguntó:
-¿No habéis estado bien con nosotras? Nos gustaría que os quedarais aquí.
Los abuelos se quedaron sorprendidos, pero al ver el cuidado de las niñas y su pregunta, sintieron que no eran una molestia y que podían convivir todos juntos.
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