Le  conoció un día  como otro cualquiera, junto con otros amigos jugaba al tennis. Ella lo vió, él la miraba insistentemente, pero  a  ella no le importaba. Era una  adolecente, a  sus 17 años, no había conocido a ningún hombre. El comentó con  sus amigos que  unos ojos negros le robaron  el  corazón. Comenzaron  a  salir  como  amigos, le  brindó su mano y  fue su paño de lágrimas para  que  ella le  contara  sus problemas. Le regalaba  flores, le dedicaba tanto tiempo. Finalmente ella lo  aceptó, al poco tiempo pasó de niña  a mujer. La hizo suya y  le prometió  toda una vida. Formaron un  hogar, con muchos tropiezos; poco a poco se fue  enamorando de él.
Al cabo de  el tiempo, ya no habían flores para ella, no habían poemas, sólo había un gran bulto de  ropa y unos cazuelos en la cocina. LLegaba  a la casa y le molestaba, tenerla  a  su lado, no le daba caricias tiernas, no le daba un beso. Ella lloraba cada día por lo que pudo ser y no  era, preguntaba donde estaba el  error y él no  contestaba a sus preguntas.Era ella quien se  equivocaba o él. Lo esperaba  cada día lo más hermosa que pudiera, era bella si que lo era pero  él no lo notaba. Un día no pudo más y le habló, le habló  con fuerzas, él prometió que no existía nadie más en  su vida pero  ella ya no podía más y  se fue. A los pocos días ella supo, que a él le había robado el corazón  unos ojos verdes.