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La receta de la abuela para ser feliz

La abuela era maga. Pero no lanzaba hechizos ni usaba sombrero de punta o túnica hasta los pies. Tampoco necesitaba una barita mágica en forma de estrella plateada.

Poseía el preciado don de transformar los trajes anticuados en vestidos de princesa, de crear a base de retales y lanas delicadas muñecas de trapo y bordar sábanas que con los años se transformaban en disfraces que convertían a sus nietos en traviesos fantasmas. 

Con su carácter alegre llenaba la casa de risas y colmaba a los nietos de tiernos abrazos que conseguían hacer desaparecer los problemas en menos de un segundo.

Un día, esa abuela que olía a azúcar, les contó uno de sus preciados secretos a sus nietos: la receta de su tarta de chocolate. Es decir, la receta para convertir un día que ha comenzado triste y aburrido, en otro lleno de sonrisas de oreja a oreja y risas contagiosas que provocan hipo.

Llevó a sus nietos hasta la cocina y sacó una serie de alimentos de la bolsa de la compra: un paquete de galletas, 50 gramos de mantequilla, 150 gramos de chocolate negro, chocolate con leche y chocolate blanco, 3 sobres de cuajada, un brick de nata líquida, 750 mililitros de leche y 600 mililitros de nata para montar.

- ¿Sabéis cuál es el ingrediente principal? – preguntó la abuela.
- ¡El chocolate!– dijo el mayor.
- No – respondió la abuela dulcemente.
- ¡Las galletas! – dijo el mediano.
- No, tampoco son las galletas – contestó nuevamente la abuela.
- ¡La leche!- dijo la más pequeña.
- Tampoco. El ingrediente más importante es el cariño con el que hagáis esta receta. Si ponéis grandes dosis de cariño, la tarta siempre será exquisita ¡Vamos a comenzar a prepararla! ¿Listos para ayudarme?
- ¡Sí! – gritaron los niños.

El mayor trituró las galletas y ayudó al mediano a mezclarlas con la mantequilla. Luego la pequeña les ayudó a extender la mezcla resultante sobre un molde con forma de corazón. La abuela les iba explicando que de esta manera se obtenía la base para la tarta al mismo tiempo que ponía un cazo en el fuego y añadía el chocolate negro, la nata líquida, un vaso de leche y el sobre de cuajada.

- ¿Os animáis a ir removiendo la mezcla?
- ¡Sí!

Y la abuela les pasó unos cucharones de madera con los que no pararon de remover y remover hasta que se derritió el chocolate y espesó un poco. Luego entre los cuatro volcaron la mezcla del cazo sobre la base anterior que había dentro del molde, y lo introdujeron en la nevera. La misma operación la repitieron con los otros dos tipos de chocolate. Dejaron reposar las tartas en el frigorífico y finalmente las decoraron con nata montada a la vez que incorporaron dulces fresones cortados en láminas y apetitosas cerezas.

Cuando los niños crecieron no se olvidaron de seguir elaborando la tarta de chocolate con mucho cariño, y de esa forma conseguían que la cocina se llenara de una alegría desbordante que inundaba la casa y se filtraba por las paredes subiendo hasta el cielo y creando un arco iris.

Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
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