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La jardinera Margarita

Margarita era una jardinera muy trabajadora y diligente que cuidaba de los jardines de su ciudad. Margarita plantaba cuidadosamente las flores y las regaba con esmero. También mantenía el césped bien cortado y los árboles bien arreglados. 

Los jardines que cuidaba Margarita eran los jardines más bonitos de toda la comarca. Muchos pueblos vecinos envidiaban esos jardines, y más cuando se anunció que habría un concurso para elegir el pueblo con jardines más bonitos. El ganador se llevaría un gran premio.

Margarita no le dio importancia al concurso. Ella siguió trabajando como siempre lo había hecho, a pesar de las presiones de todo el pueblo.

-Ya tenemos los jardines más bonitos de toda la comarca -les decía Margarita-. Esto es lo que sé hacer y lo hago bien, no me pidáis que haga lo que no sé. 

Un día, al despertar, Margarita vio por la ventana que el jardín que había justo enfrente de su casa había sido arrasado. No quedaban flores y los árboles tenían las ramas rotas.

Margarita se vistió rápido para ir a ver qué había pasado. Cuando llegó, la jardinera quedó desolada. Todo ese jardín estaba destrozado. 

Margarita siguió un rastro de hachazos en los troncos de los árboles que le llevó por toda la ciudad. Todos los jardines habían sido atacados esa misma noche. 

Tras horas caminando contemplando los destrozos, Margarita no pudo más y se echó a llorar de pena e impotencia.

En ese momento oyó que un grupo de personas que observaban los jardines destrozados decían:

-Ahora el pueblo ya no ganará el concurso. Es una pena.

Margarita se acercó y les dijo:

-¿Es que solo os interesa el concurso? Hay cientos de flores y plantas muertas y muchos árboles que tal vez no se recuperen nunca.

-Entonces habrá que plantar flores, plantas y árboles nuevos -le dijeron-. Así que ya puedes ir dándote prisa para llegar a tiempo, que esto es tarea tuya.

Margarita sintió cómo la rabia le hacía hervir la sangre. Pero antes de hacer las locuras que se le estaban pasando por la cabeza, Margarita respiró hondo, contó hasta diez y dijo:

-Empezaré de nuevo.

Margarita fue a ver al alcalde y le explicó lo que había pasado. Necesitaba más dinero para arreglar lo que se había perdido.

El alcalde le dijo:

-Lo siento, Margarita, no hay más fondos. Hemos cedido el arreglo de los jardines a una empresa que se ocupará de ellos gratuitamente por el bien del pueblo. 

-Entonces, ¿me he quedado sin trabajo? -preguntó Margarita.

-En el ayuntamiento ya no tienes nada que hacer -dijo el alcalde-. Habla con los que se van a ocupar del jardín. A lo mejor quieren contar con tu experiencia.

Margarita fue en busca de los nuevos responsables de los jardines. Cuando los encontró les ofreció sus servicios, pero ellos no quisieron contar con ella.

-Ya te dijimos que tenías que esforzarte más en los jardines. Ahora ya no son cosa tuya.

Margarita notó algo en su tono de voz que la contrarió, así que decidió investigar. Como ella conocía mejor que nadie aquellos jardines encontró un lugar donde espiar sin ser vista. No tardó mucho en escuchar las risotadas de los nuevos encargados.
 

-Ahora que nos hemos hecho con el control de los jardines conseguiremos ganar el premio y nos lo quedaremos nosotros.

Margarita entendió lo que pasaba. Como el ayuntamiento no podía hacerse cargo de los gastos habían pactado hacerse cargo de los jardines a cambio del premio.

Margarita estaba muy enfadada, pero decidió hacerles tragar su propia medicina. La jardinera se fue al pueblo de al lado, que también competía por el premio, a ofrecer sus servicios. En el ayuntamiento estuvieron encantados de contratarla y de poner a su disposición los medios necesarios. 

Al cabo de dos meses los jardines de Margarita fueron premiados y los tramposos que había destrozado los jardines se quedaron a cuadros. Como habían gastado todo su dinero en arreglar los jardines se arruinaron.

Margarita volvió a cuidar sus jardines de siempre y los del pueblo que la había acogido y, desde entonces, los dos pueblos empatan y se reparten el premio cada año.

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