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La familia de los ojos amarillos

Érase una vez una familia a la que nunca se acercaba nadie . Todos tenían los ojos amarillos. Venían de otro país y a la gente le daba mucho miedo.

-¡No los miréis nunca! ¡Tienen poderes en sus ojos! – decían algunos.

-¡A mi me han contado que una vez convirtieron a un hombre en un ratón con sus poderes! – decían otros.

Todos contaban historias sobre aquella familia, pero Jaime, que era un niño que no le tenía miedo a nada, no se creía las habladurías.

-¡Seguro que todo es mentira! ¡Se lo inventan todo porque son diferentes a nosotros! 
-pensaba.

Un día, mientras todos estaban en una gran fiesta que hacían en el pueblo, ocurrió algo que les asustó mucho. Todas las luces del pueblo se apagaron de repente y todo se quedó muy oscuro.

- ¿Qué ha pasado? -preguntaron todos muy asustados.

-¡Se habrá ido la luz! -dijo uno de los habitantes. 

-¡No, no! ¡Seguro que esto es obra de la familia de los ojos amarillos y quieren venir a por nosotros a oscuras! -dijo una mujer.

Todos estaban muertos de miedo, hasta que alguien vio algo:

-¡Mirad esas luces amarillas! ¡Vienen hacia aquí! -gritó un señor.

-¡Seguro que son los de los ojos amarillos! ¡Corred! 

Todo el mundo salió corriendo hacia sus casas a esconderse, pero Jaime se quedó detrás de unos arbustos para ver qué eran esas luces amarillas. 

Cuando por fin las tenía muy cerca, vio que era la familia de los ojos amarillos, pero ¡las luces no eran nada más que linternas!

Jaime salió de su escondite sin ningún miedo y cuando la familia de los ojos amarillos vio al niño, se acercaron a él:

-¡Hola! ¡Nos hemos quedado a oscuras en casa! ¡Veníamos a ver qué ocurría!

Jaime se dio cuenta de que eran personas normales y corrientes y que todo lo que contaban los habitantes era mentira, así que se quedó con ellos intentando buscar una solución para que volviera la luz.

-¡Probemos aquí! ¡Puede que sean estos cables! -dijo el padre de la familia.

Al final, el hombre consiguió arreglar el problema de la luz y Jaime llamó a todos para que vieran lo que había hecho y convencerlos de que no hacían ningún daño.

Todos se sorprendieron mucho y se dieron cuenta de que estaban equivocados. Desde entonces todos aprendieron que no hay que juzgar a nadie porque sea diferente y la familia de los ojos amarillos fue una familia más.

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