Dedicado a esas mujeres que nos han hecho sentir la plenitud del amor en esta página, especialmente a Indira en su cumpleaños

Ya hace tanto tiempo que mis cansados huesos recorrieron todos los templos y hermandades del mundo en búsqueda del sagrado tesoro, discúlpame querido lector, pero este anciano peregrino no andaba tras del Santo Grial, tampoco estubo tras el Arca perdida del Pacto Judío, ni en búsqueda de la piedra filosofal, era algo más sencillo, mi búsqueda se remitía a tan solo una palabra.
Era un joven monje radicado en las profundas selvas de la isla Bali de Indonesia, hubimos de internarnos en ella huyendo del fanatismo religioso de algunas personas que mal interpretando al profeta Mahoma regaban con sangre las polvorientas calles de los asentamientos campesinos, eran años de intolerancia. Nuestra hermandad, los cuidadores de la Rosa Sagrada, se dedicaba a la contemplación y la meditación, y a hacer el bien como medio único para alcanzar la iluminación, pero conocer los intríngulis de nuestra sociedad secreta no es el objetivo de este relato, el gran maestro de nuestra orden tenía un plan anual que requería de la liberación de uno de los miembros una vez al año con el solo objetivo de hallar un tesoro que enriqueciera las arcas de nuestro templo, había que sortear todo tipo de obstáculos, y el compromiso era ir a cualquier parte del mundo tras el objetivo, y volver a la hermandad con o sin el tesoro antes de morir, pero con el compromiso de hacer todo lo posible por la consecución del mandado, así las cosas nuestras arcas rebosaban de los más disímiles artículos, muchos de ellos llegados en manos de miembros moribundos que alcanzaban el máximo y postrero placer al ver al maestro de turno levantar el tesoro ante el resto de la membresía.
Eran los primeros días de 1920, El maestro conocido como Cebelas, que en malayo significa once o dos veces uno, me llamó al centro del circulo y me dijo:
- Desde hoy te llamas Apa - que en malayo significa ¿Que? – y tu misión es hallar una palabra, la escribirás en este pergamino que está hecho de las fibras del papiro sagrado de la India, no volverás hasta que hayas encontrado la palabra, solo si estás a punto de morir, enfermo y envejecido te volveremos a aceptar sin tu compromiso.
- ¿Qué palabra es esa Maestro, como la reconoceré? - Inquirí curioso y nervioso ante lo ilógico de mi compromiso
- Ella encierra el secreto de la vida, la fuente primigenia, significa en si misma el amor más puro, funde el llanto y la risa en una sola acción, da la vida y la cuida, produce dolor y gozo, da libertad y la quita, pide entrega y la niega, es la palabra que no puede ser negada, es la palabra que contiene en su significado LA PLENITUD DEL SER. En fin esta palabra ha de encerrar en pocas letras el significado de la ROSA a la cual rendimos culto, delicada en sus pétalos, divina en su aroma, dolorosa en sus espinas. Ve con nuestras plegarias Apa, y regresa con el júbilo de haber logrado tu cometido.
Yo con los años olvidé mi compromiso, después de 20 largos años de búsqueda llegué a Venezuela en un viejo bote pesquero que ante los embates del tiempo zozobró frente a las costas de Choroní, y allí me quedé, conocí el amor rompiendo mis votos de celibato absoluto, y me entregué a beber del licor del sexo y la compañía, la amistad y la cercanía de un bello ser llamado Indira, viví a su lado 10 largos años, hasta que una noche hurgando en mis cosas conseguí el pergamino. Le conté a Indira de mi pasado, su tostada piel de mujer de mar brillaba de una hermosa manera contra la luz de los faroles, ella oía en silencio la historia de mi vida mientras sus ojos brillaban en la oscuridad de su cara, y me dijo:
- Mañana sale la Balandra Sofía, va con destino a España, vete en ella, desde allí te será más fácil viajar hasta Bali, yo escribiré la palabra para ti, pero prométeme que no abrirás el pergamino hasta que estés frente al maestro – Miré a Indira incrédulo, pero un fuego interno comenzó a correr por mis venas, al fin y al cabo la hermandad era mi otro gran amor.
Era el 14 de Marzo de 1950, el viaje duraría unos dos años, pero había partido con la promesa de volver, quería estar al lado de aquella mujer de ébano cuando llegara el fin de mis días.
90 años tenía el maestro y aun vivía, después de haber sorteado un sin número de contratiempos estaba otra vez frente a los míos, la solemne reunión dejaba sentir en el aire la total incertidumbre, el maestro abrió el pergamino, leyó, y dijo mientras dos brillantes lagrimas corrían por sus mejillas:
- Apá, haz hecho honor a tu nombre, haz logrado traer la palabra sagrada, esta es la que esperábamos y la que nos libera definitivamente, haz hecho honor al nombre de la rosa- levantó el pergamino abierto con la palabra mostrándose hacia nosotros y solemnemente dijo:
- La palabra es MUJER.
La balandra atracó frente al playón, y allí me esperaba la reina de mi corazón, ahora podían descansar mis huesos, ahora podía descansar mi alma.