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LUDIBAR

LUDIBAR

Hacía menos de cinco minutos que había traspasado la puerta, estudié la situación, me paré en la entrada y escudriñé el tamaño del salón, miré ligeramente el sector como si fuera a construir un tablero gigante de ajedrez, sin precisar detalles de los clientes, porqué sino el "Ludibar" no se podría aplicar, de ahí que me haya sentado dando las espaldas al salón fue cuando detecté esa extraña conversación.
Siempre me ha resultado intrigante escuchar las conversaciones de los parroquianos que se encuentran detrás de mí, enterarme de sus vidas, sus penas, sus alegrías, los porques, sus intimidades, y sin mirarles sus rostros, adivinar sus gestos y hasta su vestimenta (esto último lo tengo en carácter experimental, es decir a prueba), se trata como si fuese el operar de un ciego. También trato de ubicar las distintas conversaciones y calculo la mesa en la que se encuentra, a esto es lo que yo llamo "Ludibar" para ello utilizo el siguiente criterio: por ejemplo para fijar la mesa a mi retaguardia desde luego, sin mirarla, del lado derecho la ubico con la notación 1-A, a la mesa situada a la izquierda de la misma la llamo 1-B, y así, lo mismo para las de la segunda hilera se llama 2-A y el criterio es idéntico para las demás mesas, fácil ¿no?. De manera que tengo una especie de radar que capta cualquier conversación, gracias a mis prodigiosos oídos.
Todo esto pasó fugazmente por la mente del hombre.

-¡Ah, pero claro, usaron carnada!. Escuché proveniente de la 6-C mientras tomaba un café. Estas palabras me produce un de estado de alerta, detengo mi café, orienté rápidamente mi antena tratando de escuchar más. El silencio posterior me está destrozando los oídos. . . Nada. . . Salgo del trance, paso a otra cosa.
En este momento me produce una sensación distinta a la que tuve en la observación preliminar, me doy cuenta que hay cuatro mesas ocupadas con la notación acordada, la 2-B, la 5-C, la 4-C y la 6-C, de éstas solamente está requerida la 5-C con dos personas, que están conversando. En el resto de las mesas ocupadas hay una sola persona en cada una. Centré entonces mi poderoso radar en la 2-B de la que escucho:

-Me parece que es bueno el café que sirven aquí, -al que le asigno unos 53 años de edad y seguramente viste con saco gris claro y pantalón más oscuro.

-Si, tiene un gustito especial, parece malta -dijo el otro sonriendo, -de probablemente unos 35 años vestido más claro, tanto la camisa como el pantalón.


El resto permanece en silencio por que se encuentra sola, salvo que el de la 2-A pide una Bidú.

Ahora la voz viene del hombre, de la 6-C. . . Orientemos. . . ¡Todo OK!, sigamos.
El sonido se propaga casi débilmente, seguramente de una persona mayor y de oscuro, la voz es algo gangosa, hasta pastosa, casi habla susurrando. Pide al mozo un vaso de leche y un platito, para apoyarlo, supongo. Llega el mozo con el pedido. A los segundos se escucha como un suspiro, de una tonalidad algo fina o aguda, diría yo, femenina. Agudizo aún mucho más mis oídos para detectar un sorbido de leche.

Es evidente que en la 6-C hay mas de una persona. Pero si en la requisa de recién registro una sola persona, salvo que la mujer (voy a arriesgarme con el género) se podría encontrar en el baño, cuando entré. Sigue con la voz aguda, melosa, como si le brinda caricias orales. El gangoso poco audible, emplea el término "carnada", pero qué carnada usarían, y para quién. Cada vez más me intriga esto. Hasta me tienta el deseo de dar vuelta la cabeza, pero. . . ¡NO!, nunca he quebrado ningún Ludibar. Seguiré esperando, ya se me brindará la oportunidad para descubrir la trama, entonces, cuando apenas resulte más audible el sonido, capaz de excitar mi poderoso oído en combinación mi mente, se produce un . . . ¡MIAU! . . . ¡Je! . . . ¡ya lo tengo en la mira telesónica!. . . ¡La otra persona es un gato!. . . Y, de lo de la carnada, también ya lo tengo . . . !Je!. . . y se cierra el interrogante, coincidente con lo que le cuenta el hombre gangoso al mozo que pasa:

-quisieron eliminarme al gatito, no sé porque causa, usando pescado envenenado, por suerte evité que lo comiera.
¡Todo está calculado!

Se levantó el hombre sonriendo, se fijó en todos los clientes, se rió otra vez, victorioso certificando todas sus aseveraciones, pagó, salió a la calle en busca de otro Ludibar.
Todavía estaba sonriendo, tocó bocina fuertemente, clavó los frenos del auto, cuando se lanzó a cruzar la calle, no lo embistió de casualidad, gritó asustadamente el que conducía, a los segundos se recuperó cuando el hombre había llegado a la otra vereda, le gritó hasta quedarse sin voz . . . ¡SORDOOOO!, . . . ¡HUEVÓNNNN!, por un rato siguió temblando en el auto, el hombre del Ludibar siguió caminando, no lo oyó.
Datos del Cuento
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