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Categoría: Románticos

LOCURA DE AMOR (por Cristina Ruiz Yebra)

Mi querida Gloria:
¿En qué piensas ahora? ¿Quién te acompaña en el devenir de tus días?
Ayer salí a dar un paseo, todo estaba en paz, el campo lleno de flores, insectos revoloteando a su alrededor participando en la perpetuación de alguna de esas hermosas flores. Allí a lo lejos estaba también el horizonte, separando el Cielo y la Tierra. Algunas nubes se dibujaban en la estela azul que nos embruja cada día. Por el día puede adoptar multitud de colores, y por la noche se torna tan oscuro que sólo las estrellas y planetas pueden adornar ese vacío tan grande en el que estamos inmersos, todo estaba en paz.
Me senté al borde del acantilado y contemplé la inmensidad del Océano que tenía ante mí. Por nada cambiaría aquel momento en el que tanta paz invadió mi Alma. Las olas al llegar al acantilado se rompían en mil pedazos y podía sentir sus gritos de dolor y esfuerzo por haber llegado hasta allí desde tan lejos.
Alguna que otra gaviota revoloteaba por encima del mar intentando saciar su hambre, todo estaba en paz.
Yo inspiraba y espiraba intentando llenar mis pulmones todo lo posible, para luego vaciarlos y volver a estar en equilibrio. Mirando aquel paisaje olvidé la historia de la humanidad, olvidé el hambre, la sed, olvidé las luchas, el petróleo, el dinero,... podía evadirme con tanta facilidad que deseaba prolongar aquel instante hasta el infinito.
Me acosté sobre el suelo, y debí quedarme dormida pues lo siguiente que recuerdo era el frío y humedad que empecé a sentir. Abrí los ojos y todo a mi alrededor había cambiado. El cielo se había tornado gris, con multitud de nubes deseosas de expulsar todo el agua que llevaban. Ya no había insectos. Las gaviotas revoloteaban nerviosas temiendo lo que venía.
Empezaron a caer algunas gotas, éstas se multiplicaban cuanto más se alejaban de la nube. Así, hasta que ni cortas ni perezosas, las nubes expulsaron agua a borbotones. Aún así, decidí quedarme allí, sentir el agua sobre mi piel, para sentir el Ciclo de la Vida y ver como en poco tiempo las cosas pueden cambiar mucho.
Pues sí, así es la vida, cuando crees sentirte tan feliz que imposible te es pensar en el después. Mas el dolor que sientes cuando desaparece la fuente de tu felicidad es tal que no hay palabras que lo describan. Ese dolor, el mismo que sentí hace dos años cuando mis padres se separaron y eso me obligó a trasladarme lejos de mi padre y a la vez de nuestra amistad que desde entonces, tan sólo se ve alimentada por algunas cartas, es el que siento ahora mismo, sólo que ahora la fuente de mi desdicha es otra persona o más bien otro ser, pues aún no logro comprender quién era o qué era.
Todo empezó hace unos meses cuando salí a dar una vuelta por el centro, ya sabes, a mirar tiendas, en definitiva, a recrearme la vista.
Pasó que por una de las calles había un chico haciendo mimo. Era impresionante, no había visto otro igual. Parecía enteramente una estatua, podías sentir que respiraba tan sólo porque encima de la cabeza tenía unas cintas de colores muy finas que se movían cada vez que él espiraba. Me quedé un largo rato contemplándolo pues era digno de admirar. Era bastante gracioso pues cada vez que alguien echaba algunas monedas en el saquito, el chico se movía con enorme dulzura repitiendo un especie de ritual en el que bendecía a todas aquellas personas que pasaban y echaban algo al saquito, pues no sólo había monedas, también flores, caramelos...
Al pronto, a mí me pareció que fuera un chico pero cuanto más tiempo miraba a aquella estatua, más se acentuaba mi duda. Estuve casi media hora contemplándolo, hasta que decidí que ya era hora de marcharme. Me acerqué para echarle algunas monedas y cual fue mi sorpresa cuando al mirarlo, sus ojos coincidieron perfectamente con los míos. ¡Oh Gloria! Sentí algo tan fuerte que no sabría explicártelo con palabras. En ese momento, no sabía muy bien qué hacer, pero sabía que no podía alejarme de aquella persona como si fuera una más, como si aquello no hubiera ocurrido nunca, ¿lo entiendes? De modo que saqué un trozo de papel que llevaba y un lápiz y escribí: "No puedo expresar con palabras lo que me has transmitido en todo este rato, supongo que tendrás muchas cosas que hacer pero me gustaría en alguna ocasión charlar contigo. Si contestas "sí", pestañea una vez; "no", pestañea dos veces, vale."
Ya ves, yo parecía una quinceañera deseando que el chico que le gusta la mire o le diga algo. Así que incliné el papel hacia él de forma que pudiera leerlo. Estuvo un rato mirándome y luego pestañeó tan sólo una vez, ¡Gloria una sóla vez! No pude evitar reírme y él tampoco. Me hizo señas para que le diera el papel y el lápiz. Cuando me dio el papel, decía así: "Mañana estaré aquí también, acércate sobre esta hora y luego ya veremos lo que hacemos... Tienes una sonrisa preciosa".
Bueno, ya te puedes imaginar yo estaba a punto de derretirme allí mismo. Era todo tan mágico y tan extraño a la vez.
Pues, sería la una del mediodía cuando me alejé de aquel lugar al que volvería al día siguiente. Me llevé todo el día pensando en ese momento, además, mi cara dejaba ver una sonrisa tonta que todos pudieron notar en casa.
A la mañana siguiente, me levanté temprano ya que tenía varias cosas que hacer y sobre las doce y media fui al mismo sitio del día anterior. Cuando llegué, allí estaba él, iba vestido de otra forma y esta vez estaba tocando la flauta, sonaba tan bien... Cuando me vio llegar me saludó con un gesto muy agradable y me sonrió.
Había varias personas observando el espectáculo. La verdad es que era digno de ver, tan delgadillo, con esas ropas tan coloreadas y anchas, bailando al son de la música...
Sobre la una, dejó de tocar y empezó a recoger sus cosas. Yo había estado junto a los demás espectadores y cuando ya no había nadie no sabía si acercarme o quedarme donde estaba. De todos modos mi duda se resolvió pues cuando terminó de recoger, se acercó
a mí, se arrodilló, cogió mi mano, la besó y dijo: "¿A quién tengo el honor de conocer?"
Me dejó sin palabras, pero aún así pude sacar fuerzas para contestar: "Me llamo Angela, y tú?" Él empezó a sonreír: "Bueno, bueno, he tenido muchos nombres y de todos Samuel es con el que me siento más identificado, ¿te gusta? " Yo estaba sorprendida, nunca había escuchado algo así, mas respondí: "Pues claro, me parece un nombre muy hermoso".
Nos estuvimos viendo durante un tiempo. Ambos estábamos demasiado a gusto. Tan a gusto que nos daba miedo sentir lo que sentíamos. ¡Dios! ¡Cuán doloroso puede ser desear y sentir desde lo más hondo de tu ser que debes alejarte de lo que deseas!
Hicimos tantas cosas en tan poco tiempo que nos costaba trabajo asimilarlas.
Un día, lo recuerdo perfectamente pues me acordé tanto de ti y de aquella magnífica tarde que pasamos juntas en el parque dándole de comer a las palomas, patinando y jugando con las mazas y el diábolo...
Pues sí, al igual que contigo, después de todo acabamos hechos polvo y decidimos tumbarnos en el césped. Estuvimos tanto tiempo en silencio que tal vez no fueron más de diez minutos pero yo sentí que habían pasado mil años cuando para romper con aquel silencio aterrador le pregunté: "¿Qué te pasa? ¿Deseas escuchar al silencio?"
En principio no me contestó. Pasó un rato cuando dijo: "Tengo que irme lejos, muy lejos, probablemente a un sitio del que no podré regresar para volver a mirar tus ojos ni besar tus labios..."
Tras decir esto, me sentí atrapada dentro del silencio que volvió a surgir entre nosotros. No podía hablar, casi ni respirar, sentía que me ahogaba mas estaba rodeada de oxígeno por todos lados... ¿Qué pasaba? ¿Qué estaba sucediendo? ¿Era real lo que acababa de oír o tal vez eran palabras que resonaban tan sólo dentro de mí? No podía reaccionar, fueron tan pocas las palabras pero tanto lo que decían...
Cuando empecé a darme cuenta de que aquellas palabras habían salido de la boca de Samuel y que no eran imaginaciones mías, volví a romper aquel silencio: "¿Qué sitio es ese que tanto mal nos puede hacer? ¿Qué sitio es ese que parece tan irreal?"
De pronto, se incorporó y adoptó la postura del dios Buda, cerró los ojos y empezó a realizar movimientos extraños con las manos; entonces aún con los ojos cerrados agarró fuertemente mis manos y dijo: "He de regresar a la cárcel en la que todos estamos atrapados sin casi poder salir salvo si lo deseas con tanta fuerza que tú mismo sientes como te elevas y viajas sin viajar. Todos estos días ha sido mi yo más profundo el que ha compartido tantas cosas contigo pero no mi yo terrenal, y éste, ahora me reclama y me aconseja volver pues de lo contrario vagaré eternamente sumido en una soledad tal que mi nueva vida estaría llena tan sólo de tinieblas y oscuridad semejante a la de los Vampiros de las leyendas..."
Tras pronunciar estas palabras su silueta se fue desvaneciendo poco a poco. Esa silueta
que un día me cautivó por su manera de transmitirme tanta vida y tanta muerte a la vez.
Antes de desaparecer totalmente vi como dulcemente me mandaba un beso que fue a clavarse en mis labios fuertemente hasta el punto de creer desvanecer yo también.
Ahora yo te pregunto: "¿Qué tengo yo para que todo lo que verdaderamente me importa
desaparezca de mi vida? Hace dos años mis padres, tú y ahora Samuel..."
Mas, aquí estoy sin saber si tendré fuerzas para seguir, sintiendo que por momentos la cordura se me va y cada vez me siento más y más embriagada de una locura de amor que me aleja de mi vida terrenal.
Sin más que contarte me despido con un fuerte abrazo.
Besos, Angela
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 4.67
  • Votos: 46
  • Envios: 3
  • Lecturas: 4165
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