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LA FLOR CURATIVA

Hace muchos años atrás, habitaba una mística flor llamada Victoria regia del Amazonas, que significaba pronto alivio.

Esa flor era conocida por los lugareños como curativa. Desde ese entonces, en ese tiempo la gente no tenía precaución con lo que comían y se enfermaban casi todos los días.

Los lugareños sin otra obsesión salían a buscar la flor en lo más alto de una montaña y atravesando un bosque encantado, los lugareños partían bien equipados con hachas, cuchillos, machetes y un veneno contra la malaria de un duende. La malaria de un duende es ocasionada cuando un duende baila frente a ti, un encantamiento que solo lo pueden hacer los llamados duendes mágicos. El veneno está hecho de baba de caracol, la flor curativa y la baba de un trol dormido.

Para los lugareños era casi como un desafío poder atravesar el bosque y escalar la montaña, ellos partían a la madrugada y acampaban en el centro del bosque en la noche. En esa parte del bosque no habitaban tantas criaturas mágicas, pero aun así montaban guardia toda la noche, dos esperaban hasta las tres de la mañana y otros dos los relevaban hasta que saliera el sol.

Cuando salía el sol en plena madrugada aparecían los duendes mágicos que salían de entre los arbustos, y los dos hombres que montaban guardia quedaban hechizados con su manera de bailar y quedaban duros como una roca. Los otros dos despertaban y los rociaban con el veneno y los hechizados volvían a la normalidad.

Caminaban de diez y veinte minutos atravesando el bosque y se daban cuenta de que había un enorme acantilado frente a ellos y escalaban por los filos del acantilado hasta llegar a la cima del acantilado, es decir, a la montaña. En la cima habitaban dos grandes troles mal humorados todo el tiempo, llamados BACK y él otro se llamaba SKUISIN, eran hermanos. La única forma de pasarlos era haciendo un sacrificio cortándole la cabeza a un becerro.

Los troles bebían su sangre y se comían el becerro por partes.

Detrás de los troles estaba la Flor Victoria Regia, la flor curativa. Tenían que cogerlas desde el tallo para no dañarlas ni maltratarlas, que llegaran bien a la casa y prepararlas en agua tibia y tomársele de una vez. La flor era conocida por tener los pétalos morados y el centro amarillo.

Pasaron muchos años desde aquellos tiempos primitivos, y empezaron a crear pueblos, castillos, casas, plazas etc. Todo dirigido por un rey, el rey Carlos Atea y la Reina María de Atea, ellos le pedían mucho a Dios por una pequeña niña que les alegrara la vida. Las cosas no se daban bien porque llevaban planificando y no era posible, hasta que un día, el rey salió en busca de nuevas tierras que conquistar, cuando de repente le dieron la noticia de que la Reina se había quedado embarazada. Carlos no se pudo contener y regresó inmediatamente al castillo, desde ese entonces pasaron nueve meses. El tan esperado regalo de Dios había nacido, una hermosa niña con ojos azules, cabello liso, y muy bella. Pero había una cosa que no sabían, la niña tenía una ligera enfermedad llamada hiperoxia, no comía bien. A la mañana siguiente de haber recibido la trágica noticia, el rey Carlos buscaba recetas, curas, remedios, etc. Nada servía para esa enfermedad, entonces un viejo hombre habitante de esas tierras le comentó al rey que había una leyenda de una flor mágica y curativa llamada Victoria Regia, y que podría curarla. El rey mandó un criado a la mañana siguiente a buscar la flor curativa, el criado con nervios aceptó el desafío y emprendió el viaje hacia la flor mágica. Partió por tres días y tres noches hasta que llegó a la entrada del bosque encantado, se llenó de coraje y entró al bosque. Decidió acampar en el centro del bosque como la vieja leyenda, puso una hamaca entre dos árboles a un metro y medio del suelo y empezó a dormir. Cuando salió el sol a la madrugada, para la sorpresa de todos no apareció ningún duende mágico. Siguió el camino hasta que llegó a lo alto de la montaña y subió por el filo hasta la cima de la montaña; para sorpresa nuevamente los troles no estaban, habían muerto hace siglos. Quedaba una última flor, el criado la arranco con mucho cuidado desde el tallo, y la llevó al castillo donde la prepararon y se la hicieron tomar caliente a la princesa; y al instante comenzó a sentirse mejor.

Y así todos en el reino vivieron felices para siempre.

FIN

– Moraleja del cuento: hay que ser valientes y afrontar con toda confianza y todo coraje lo que se te venga encima, si no, lo que tu quieres lograr, lo que te propones hacer lo conseguirás si lo crees de todo corazón.

– Valores del cuento: Tolerantes con la naturaleza y ser muy respetuoso.

Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
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