Jamás me había enamorado. Jamás había sentido la necesidad de querer de forma descontrolada a una persona. Mi vida se reducía a pasar un tiempo con los amigos y otro tiempo estudiando. Este último aspecto era muy importante para mí ya que quería ir a la universidad y estudiar Biología. Debía esforzarme si quería conseguir la nota, y en eso estaba cuando apareció ella en mi vida.
Toda mi concepción de las cosas cambió y todo giraba torno a ella. Pero lo nuestro era un amor imposible. Lo supe desde el primer momento en que sentí aquello: Un hormigueo por todo el cuerpo, tembleques y nervios al hablar con ella y pese a todo estaba cómoda a su lado. Efectivamente, lo nuestro era un amor imposible porque yo era una chica que amaba a otra chica y ella...Deseaba que ella se enamorase de mí. Aun así una y otra vez me decía a mi misma que aquello no podía ser posible. Los días pasaban y cada vez estábamos más unidas, tanto que a veces podíamos pasarnos una tarde entera abrazadas. Y esto era lo que a mí me desconcertaba pues, si a ella le gustaban los chicos ¿por qué siempre estaba abrazada a mí? ¿Por qué me decía que me quería tan a menudo? ¿Por qué siempre queríamos tener nuestras manos unidas?
Un día sin esperarlo ella me escribió una carta hablándome de una terrible duda que rondaba en su cabeza continuamente. Y así comenzó lo nuestro, de forma casual e inesperada, ambas nos dimos cuenta de ello.