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Categoría: Hechos Reales

Hoy fue

Algo raro pero, la conocí en un velorio, una amiga mutua había fallecido y cada uno llegó a hora diferente y por mera casualidad, según tiempo después me di cuenta, sin más compañía que nuestro mutuo pesar por enterarnos que un ser preciado se nos adelantaba.
La verdad es que apenas sí es que alcancé a notar su presencia ya que en ese momento yo estaba haciendo guardia junto con mis compañeros de estudios, porque además de mi amiga era mi condiscípula y por espacio de poco más de un año fuimos solo eso, amigos.
Compartíamos varias aficiones entre las que destacaba el refrescarnos con una cervecita una vez que habíamos terminado nuestras prácticas de topografía, solo después y solo una también el café era otra coincidencia y este sin medida sobre todo cuando de estudiar se trataba y solamente dos condiciones exigíamos, de grano y que no faltara. El despacho de estudio era compartido en todos sus gastos y en un principio el mobiliario.
Hasta ahí nuestras coincidencias.
En los traslados a nuestras prácticas, yo ponía el auto y ella la gasolina, sí a alguno se le antojaba una nieve, el traslado iba a medias pero el antojo de quien lo había propuesto.
Fue una buena amistad. También compartíamos el gusto por escribir, inclusive en alguna ocasión me pidió le escribiese su “Epitafio”. Lo tomé en serio y cumplí su petición aunque solo quedó entre nosotros.
Ahí estaba pensando en los buenos momentos que pasamos, mí cumpleaños, su cumpleaños, el festejo en el “Camechín” del Hotel Del Prado por terminar el primer año de la carrera y otros que en ese momento no acudían a mí recuerdo.
Ahí llegó ella y aunque me encontraba absorto no pude sustraerme a su presencia. Primero un rápido y constante taconeó, abrigo negro de punto con capucha, bolso negro de piel y haciendo juego sus zapatillas. Sus grandes lentes oscuros seguramente ocultaban la tristeza que le embargaba y sin duda alguna lágrima por su pesar.
Ahí estaban todos mis compañeros de carrera, los familiares, los conocidos, los vecinos y no se cuántas personas más, sin embargo, noté todos esos detalles.
No la volví a ver, ni siquiera al día siguiente durante las exequias. No hice por buscarla, es más creo que la olvidé en esos momentos y en los siguientes días mismo que pasaron en número de treinta que era la fecha en la cual nos convocaron a asistir a hacer presencia a un rito dentro de la religión que profesaba su familia y que tendría lugar en un templo de la colonia Clavería. Recuerdo que era una glorieta pero no la ubico actualmente.
Acostumbro respetar las creencias de cualquier otra persona y por lo general me atrae es el desarrollo de cualquier ceremonia sin importarme el rito al que pertenezca, no obstante de pronto escuché un ruido que inmediatamente reconocí, era el mismo taconeo que se repetía a pesar del recubierto pétreo, otro detalle que no había notado fue su perfume una mezcla de maderas y especias. Si, era ella a pesar que durante el desarrollo del rito no e distraje sabía que ahí estaba ella.
Casualmente teníamos un amigo común, en mí caso además era compañero de trabajo y de la carrera.
Una vez que terminó la ceremonia y ya en el atrio del templo fuimos presentados, acto que no revistió mayor relevancia aunque cumpliendo con las elementales reglas de cortesía y considerando que se trasladaba haciendo uso del transporte público, me ofrecí a encaminarla e inclusive a llevarla hasta su propia casa.
En realidad no sufrí gran desvío ya que casualmente el rumbo coincidía con el de mi compañero y amigo y el mio. Invertimos escasos veinte minutos hasta que nos despedimos al arribar a su destino.
Esto sucedió hace un par de semanas durante las que le he solicitado, pedido, implorado, sobornado, amenazado a que me proporcione el teléfono de su amiga.¡Glup! No recuerdo sus apellidos, solo su nombre. Mi amigo se niega sistemáticamente diciéndome una y otra vez que; “Sí me interesa debo recordar su nombre” y me obliga a intentar una y otra y otra vez a tratar de recordar al menos su primer apellido del que únicamente recordaba que no era del muy común, es más diría que poco común. Recuerdo algo parecido a lo largo de casi una semana y por fin ¡lo recuerdo! Mi amigo suelta la carcajada pero, no me da el número de teléfono. Recurro a la sección Blanca del Directorio Telefónico y afortunadamente no sobrepasan de unos veinte suscriptores con ese apellido. Marco el primer número solicito comunicación con ella y me contestan no conocerla y así sucede una y otra y hasta doce veces hasta que por fin lo logro ¡Eureka! Me contesta uno de sus hermanos y posterior a un breve dialogo lo convenzo a que me proporcione el número dónde puedo comunicarme con su hermana. Él accede sin la menor circunspección.
Contento y triunfante por haber obtenido ese primer logro, grabo con un punzón los dígitos en un pedazo de lámina metálica y me retiro del espacio que ocupábamos al menos seis personas y encuentro al fin un rincón solitario donde me dispongo a girar el disco del aparato telefónico, se escucha el típico timbre de estar llamando y al quinto se escucha una voz muy diferente a cualquiera que hubiera escuchado, es más cualquiera que escucharía en toda mí vida.
Me identifico, ella me recuerda, una breve plática y le suelto la invitación a tomar un café, ella acepta.
Yo no me había enterado pero entre mi amigo y ella ya había habido una plática en la cual mi amigo se encargó de ponderar mis intenciones al igual que mi comportamiento.
Esto sucede un viernes. Sábado y domingo transcurren a paso muy lento, pero muy lento. Quedamos de vernos el siguiente lunes.
Nos citamos en una céntrica esquina a las cinco de la tarde. Llego diez minutos antes aunque espero al último instante para hacer acto de presencia en el punto referido.
Aunque con vestimenta propia de oficina se nota distinguida. Yo voy formal, de traje con corbatas y los zapatos bien boleados, con discreta loción y desde luego bien peinado.
Hola, le dije.
Hola, me contestó
Somos puntuales, le comento y ella solo sonríe.
Dejo a su elección el lugar a cumplir con mi invitación y propone un café a escasas dos cuadras en una calle peatonal y con cierto sabor al siglo pasado. El café tiene por nombre “De París”, mesas chiquitas al igual que las sillas, parece Jardín de Niños, el ambiente en penumbra iluminado por veladoras en cada mesa, desde luego no se permite fumar, bien para los dos, ninguno fuma. Le solicito tómela alternativa a fin de solicitar su infusión preferida y la imito.
Excelente decisión, café de grano, recién tostado y elaborada justo antes de llevarlo a muestra mesa.
El murmullo propio del lugar es enmarcado por las notas de un requinto acompañado por dos guitarras pulsadas magistralmente por tres elementos que interpretan canciones de corte romántico. La plática versa sobre tópicos intrascendentes, sin embargo percibo que este es el comienzo de un giro en mi vida.
Todo llegamos a tener un parte aguas en nuestra existencia y para mí. . . ¡Hoy fue!
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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