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Categoría: Cómicos

Hay días en los que es mejor no despertar

La rubia del tercero se habia dejado la cortina descorrida y desde la ventana del salon, podia observar perfectamente como se desvestia en el dormitorio. Era tal y como la habia imaginado: voluptuosa, sugerente y sensual. Si mis ojos no me engañaban, ella no solo era consciente de mi presencia, sino que parecia gustarle. Me miraba fijamente mientras se desprendia de sus prendas mas intimas. En el momento cumbre, cuando el sostén estaba a punto de dejar al descubierto el objeto de mi deseo, una ambulancia paso con su estridente sirena despertando a todo el vecindario...

¿Por qué tendra Marta la estupida mania de cambiarme la alarma del movil? Abri los ojos malhumorado y apague la sirena con brusquedad. Marta no estaba a mi lado. Olia a café, asi que supuse que estaria desayunando. Mire el reloj con los ojos entornados. Las ocho y media de un sábado. Increíble... Por la ventana del dormitorio, abierta de par en par, entraba una brisa helada batante molesta, asi que me envolvi con la sabana arrugada que reposaba a los pies de la cama y volvi a dormirme. Vale, a la mierda el sueño, la rubia y el sostén. Demasiado tarde, ya no recuperaria nunca aquel momento.
Enfadado, me desarropé de golpe y cerré bruscamente la ventana. ¿Y mis calcetines? Marta, como no. Se irritaba fuertemente cuando me acostaba con calcetines, pero nunca le decia nada. Al contrario, ella callaba y, a mitad de la noche, cuando yo estaba tan dormido que no sentia, me los quitaba sigilosamente. Estaba harto de decirla que me constipaba con muchísima facilidad si se me enfriaban los pies, pero ella era mas cabezona que yo si cabe.
Cogi un par limpio del cajón y me los puse refunfuñando. Con desgana, me incorporé y me dirigi al baño del pasillo. Apenas veía mi rostro en el espejo. Marta acababa de ducharse y estaba empañado. El lavabo estaba repleto de cosméticos cuya función desconocía porque Marta iba siempre muy natural.
Decidí darme una ducha rápida para despejarme. El agua, prácticamente hirviendo, consiguió relajar mis músculos. Intenté recordar la escena del sueño en que la rubia del tercero se desabrochaba el sostén, pero estaba bloqueado. Solo podía tararear aquella estúpida canción que Marta había estado cantando la noche anterior. Siempre conseguia que la canción mas absurda se grabase en mi mente hasta llegar a la obsesión.
El gel de avena se había acabado, pese a que el bote seguía allí. Estupendo, ¿con que me lavaba yo? Marta y sus despistes, siempre se olvidaba de quitar los frascos vacios. Era un desastre. Cogí el champú y me lavé con él. Total, pelo hay en todas partes, ¿no?
Al salir de la ducha me encontré con otra agradable sorpresa: la toalla estaba empapada. Si habia algo que me irritaba profundamente era salir de la ducha y tener que secarme con una toalla que estaba mas mojada que yo. Me hacía sentir incómodo. Pero a Marta parecía no importarle porque nunca cambiaba la toalla por una seca. Su despiste llegaba al limite del egoismo a veces.
Descalzo y desnudo, volví a la habitación y cogi unos calzoncillos limpios. Tenia que hacer la colada con urgencia, empezaba a quedarme sin ropa interior. Hice la cama rapidamente, ya eran casi las nueve.
Fui a la cocina nada mas terminar. Me apetecía muchismo una taza de café. Marta no estaba en la cocina, pero antes de ir a buscarla, me serví una taza de café y tomé un sorbo que escupí inmediatamente pues estaba frío. Marta tampoco estaba en el salón. Me asomé a la terraza: ni rastro. Aproveché la visita para mirar cierta ventana del tercero que, por desgracia, tenia la persiana bajada.
Marta no estaba, ¿dónde se habia metido? Quedaba menos de una hora para la prueba del vestido y sabía de sobra que no me gustaba llegar tarde a ningun sitio. Un sobre blanco sobre la mesa de la entradita llamó mi atención. Era un papel satinado muy suave. Lo abrí lentamente, temiendo romperlo. Era la letra de Marta. La reconocí rápidamente pese a los trazos temblorosos e inacabados. No era una carta, ni siquiera una nota. Mas bien parecía un telegrama. Lo leí varias veces para cerciorarme de que era cierto. Después, la dejé caer en el suelo. “Cariño, lo siento. No puedo seguir adelante con la boda. Marta” Estaba escrito en el reverso de una de las invitaciones que habiamos elegido la semana pasada. Volvi a la cama cabizbajo y pensativo. Hay días en los que es mejor no despertar.
Datos del Cuento
  • Autor: Sarah B.S
  • Código: 4041
  • Fecha: 24-08-2003
  • Categoría: Cómicos
  • Media: 5.97
  • Votos: 69
  • Envios: 6
  • Lecturas: 2351
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Conner
invitado-Conner 14-09-2003 00:00:00

Llevo media hora leyendo cuentos llenos de faltas de ortografía, sin sentido en la mayoría de los casos. De repente encuentro este, no solo está muy bien escrito sino que además es entretenido. Gracias.

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