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Categoría: Románticos

Hasta mañana a las cinco

Ese último beso había sido testimonial. El amor que se habían profesado en el último mes y medio tomaba ya forma definitiva. La relación había madurado en este tiempo y ya dejaba de ser algo pasajero. Se miraron unos segundos en silencio hasta que él finalmente dijo que tendría que irse; era ya casi medianoche y habían pasado juntos desde la tarde.
Le dio otro beso y mientras se subía al auto le dijo “Hasta mañana a las cinco”. Ella estaba preciosa con su vestido verde, el mismo vestido verde de todas las tardes. A su espalda resplandecían las luces de su casa, su hermosa casa, la cual nunca había pisado en todo este tiempo, como así tampoco conocía a los padres. Pero ahora que la relación se había afianzado todo iba a cambiar.

De regreso venía sumido en sus pensamientos: sus padres, ¿lo aceptarían? Por la casa que tenían parecían una familia muy bien económicamente y aunque él trabajaba, su sueldo apenas le alcanzaba para el auto y pagar las cuentas. Además, si ella nunca lo había hecho pasar era porque tal vez sintiera vergüenza de él, o porque simplemente sus padres no lo aceptarían. Alguna razón habría para que siempre lo esperara en la vereda.
Un bache en la calle lo hizo volver a la “realidad”. Estaba llegando a la calle donde se encontraba ese cantegril lleno de gente inmunda la cual todas las noches debía soportar como lo miraban de entre las sombras. “Deberían matarlos a todos” pensó; esta reflexión lo llevó a imaginar la vida de su amada, viviendo a sólo dos cuadras de ese infierno... ahora comprendía por qué los padres siempre estaban dentro de la casa.

* * *

Pasadas las cuatro y media emprendió el viaje. Había salido más temprano para así poder ejecutar su “plan”. Durante la mañana había ideado todo: llegaría diez minutos antes para así no encontrarla ya en la vereda sino que dentro de la casa. Entonces tocaría a la puerta y, de atender uno de los padres se presentaría como el novio de la hija; y si atendiera ella le pediría pasar a conocerlos... no se podría negar, lo de ellos ya era algo consolidado en el amor que se profesaban todas las tardes.

Ya en la puerta de la casa miró su reloj, faltaban diez minutos para las cinco. Tomo valor y se decidió a tocar timbre. Casi enseguida atendió una señora de avanzada edad; ¿sería su abuela? Era raro, su novia nunca había hablado acerca de ella. Sin perder tiempo se presentó como el novio de la nieta, si es que ella era la abuela. La mujer le contestó que no tenía ninguna nieta, ni siquiera tenía hijos. Él ya no entendía nada, y mucho menos cuando le dijo que vivía sola en la casa desde hacía varios años y no tenía idea a qué muchacha él hacía referencia.
Se subió al auto y emprendió la vuelta. Estaba indignado, ella le había mentido todo este tiempo, se había reído de él. Esto no tenía perdón.
Al llegar al cantegril, estaba tan rabioso que ni siquiera atinó a mirar hacia esas casitas hechas de chapa y cartón, de una de las cuales salía una bonita joven con un vestido verde. El reloj marcaba que faltaban cinco minutos para las cinco.
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 6.19
  • Votos: 79
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 06-04-2003 00:00:00

Pues muy bienvenido, señor, le digo con toda claridad que para mi Ud. escribe muy bien, y describe los prejuicios y sus consecuencias. Yo lo aplaudo. Saludos.

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