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Hacia la noche, arriba

"...no entiendo nada,
pero si entender significa perderte,
no quiero hacerlo;
por que si tenerte significa inconsciencia,
quiero ser inconsciente..."

(EGJ)
















- Discúlpame por llegar tarde, ¿ tu eres “el chato”?
- ¿Eleonor?, tu eres Eleonor?- le dijo el chato extendiéndole la mano, mientras una gran sonrisa se dibujaba en su rostro.
Eleonor se quedó mirándolo, sus ojos se perdieron en los de el, sonrió, se sentó a su lado y volteó a mirarlo; el no dejó de mirarla un instante, se sonrieron.
- Y bueno – dijo ella ¿comenzamos?
- Si está bien, está bien, volvió a repetir el, sin embargo hablar de negocios era en lo menos que pensaba.
- ¿En qué nos habíamos quedado? –Continuó.
- Pero, si ni siquiera hablamos aún – aclaró ella, ambos se rieron, no era una risa escandalosa, mas bien, de complicidad, como si cada una supiera en lo que pensaba el otro, y ninguno de ellos pensaba necesariamente en trabajo.


El helicóptero volaba a baja altura; era similar a uno de esos que los americanos usaron en Vietnam, pero pintado de rojo.
En el interior, además del piloto y el copiloto, había un único pasajero; vestía un pantalón marrón de corte militar, zapatos de caña alta, como los que se usan para largas caminatas, y una casaca color plomo; tenía entre sus manos una cadena plateada, de la que colgaba un extraño dije circular. No lo estaba mirando, mas bien, miraba la gran luna llena que iluminaba la noche, como convirtiéndola en día.
- Es hermosa – balbuceó.
- ¿Cómo dijo? – preguntó el piloto
- La luna, que es hermosa – respondió el – siempre nos decíamos lo mismo, ¿Estará mirándola en este momento? Prosiguió.
El piloto hizo un gesto de interrogación, pero prefirió no continuar la conversación. Él continuó jugando con la cadena y el dije, siguió mirando la luna; una sonrisa se dibujó en sus labios.
- Sonríe confía, ten fe - balbuceo.
- ¿Cómo dijo? - preguntó el piloto...


Sus mentes volaron, hicieron planes, se amaron, todo lo que sucedía alrededor de ellos perdió interés de repente, sólo se miraban, sólo se sonreían, como buscando que el otro comenzara a hablar, pero, ninguno de los dos se atrevía. El aire se volvió más fresco los gestos tomaron relevancia; de pronto su porte racional invadió la atmósfera, se pusieron serios, luego tristes; cada uno de los dos sabía perfectamente lo que sucedería y tenían miedo, miedo a emprender algo desastroso, miedo a arriesgar; pero, también sabían que era inevitable, que se necesitaban y que las cosas, a partir desde ese primer instante serían distintas.
- Entonces, ¿qué debemos hacer? – Preguntó el chato.
- Seguir – dijo ella- seguir hasta donde se pueda.


La luna aún brillaba en lo alto; el ruido de las aspas rompe el silencio de la selva, despertándola por momentos con su presencia fantasmal, solitaria. En la cabina el pasajero lee atentamente, lleva la cadena con el dije colgada del cuello; aunque esta no ha perdido su atención, le toca y le mira cada cierto tiempo.
- ¿ Que es lo que lleva en el cuello señor? preguntó el piloto
- Es un dije, un calendario azteca para ser más exacto – contesto el pasajero
- ¿Es de alguna secta o algo por el estilo? – preguntó con cierto temor el piloto
- No – respondió el pasajero – pero un tiempo representó mi fe, mi confianza.
El piloto confundido miró de un lado a otro, el copiloto lo miraba sorprendido
Sonríe, confía, ¡ten fe! se anima a decir por fin
- Si - le dijo el pasajero – sonríe, confía, ten fe – continuo, mientras aquella triste sonrisa se le volvía a dibujar en el rostro.
- Ahora comprendo, ahora comprendo – murmuraba en voz baja el piloto.
Afuera, la luna comenzaba ser cubierta por gruesas nubes negras; no tardaría mucho en desatarse la tempestad.


- Caminemos dijo Eleonor – a mi me encanta caminar y ¿ a ti?.
- Solo cuando la compañía es interesante – dijo el chato – de hecho - continuó jamás solo; a veces lo hago, pero solamente cuando estoy muy triste.
Era de noche y la ciudad tomaba aquella actividad de Sábado; dentro de algunas horas, miles de personas estarían bailando, tomando o simplemente caminando.
Las calles pasaban al igual que los minutos y las risas, pero ninguno de los dos reparaba en lo que sucedía alrededor suyo, simplemente no importaba; no importaba por que su mundo eran ellos dos, solamente ellos dos.
- Esta es mi casa - dijo ella - ¿quieres entrar?
- ¿Tu crees que haya problemas? – Respondió él, preguntando
- No – dijo ella- no hay nadie, entra por favor.
Los dos entraron en la casa aun a oscuras, siempre sin dejar de mirarse, siempre sin dejar de sonreír.


Los truenos retumbaban en la noche, el piloto asustado, trataba de mantener su mirada fija hacia el frente. El aparato volaba en zig zag y de arriba hacia abajo.
- Hace tiempo que no me tocaba una de estas - dijo - ¿ está usted bien? – preguntó al pasajero que ahora apretaba fuertemente el dije entre sus dedos
- Le pregunté si estaba bien – repitió – pero el pasajero apenas si levantó la mirada; se notaba muy cansado, sin vida.
- Si, estoy bien - respondió – nunca me había sentido mejor en mi vida.
A pesar de sus palabras, el piloto se dio cuenta de que realmente al pasajero no le interesaba lo que pasaba afuera; pero estaba lejos de sentirse bien.
Una bolsa de aire hizo que la nave descendiera abruptamente; el piloto y copiloto se miraron aterrados.
- Sujétese – dijo el copiloto dirigiéndose al pasajero – será mejor que se sujete.
El pasajero sonrió y beso el dije; era como si de repente la vida le hubiera vuelto, mientras balbuceaba en voz baja:
- sonríe, confía, ten fe . . .


Fotografías de viajes, muñecos de peluche, llaveros y miles de otras cosas, la noche transcurrió entre risas, llantos y uno que otro trago de tequila; jamás un beso, aunque la idea se les cruzo varias veces por la cabeza, sobre todo cuando quedaban mirándose a los ojos por largos y silenciosos minutos, siempre interrumpidos por una sonrisa de ambos y un abrazo. Cuentos, historias, alguna que otra mentira blanca; era extraño, para cualquier persona hubiera resultado una situación absurda, pero jamás para ellos dos, que casi fuera de este mundo, conversaban de los más absurdos y coherentes temas.
Fue en ese instante que Eleonor le colocó el dije en el cuello:
- Toma - le dijo – es sólo un préstamo, es mi preferido.
El chato medio confundido pensó en ese instante que sería un buen pretexto para volver a verla, pero, inmediatamente le entró aquella sensación de despedida; como si todo comenzara y acabara allí, en aquel instante.
- ¿Te volveré a ver algún día? Preguntó angustiado; ella sonrió le tomó de las manos y le dijo:
- Sonríe, confía, ten fe...


- Es increíble que usted no este asustado – habló el piloto dirigiéndose al pasajero - ¿Es su primer vuelo en helicóptero? – Preguntó.
- Si - respondió este – creo que si – pero en realidad si estoy asustado – terminó.
- ¿Y esa sonrisa?, es muy extraño que uno sonría mientras se está asustado ¿no? – Dijo el piloto con voz algo enredada.
El pasajero no respondió, sólo cogió el dije entre sus manos y lo miró extrañamente; a su mente volvieron las imágenes de aquel extraño día en que lo sostuvo por primera vez, el mismo día en que la conoció. Recordó los viajes, los sueños, los nombres de las hijas; las largas caminatas, las noches de frío, los días soleados, las lagunas. Recordó también el día que le dijo que se iría a México a vivir, que era algo que lo tenía planeado desde antes de conocerlo; que a pesar de que lo quería, era inevitable que se vaya, que no podía cambiar sus planes por él, que . . .
El pasajero sonrió extrañamente, mientras un par de lágrimas brotaban por sus ojos; apretó el dije entre sus dedos, volvió a sonreír.
¿Está usted bien? – preguntó el piloto
- Si respondió el pasajero – mejor que nunca.
Afuera, la tormenta comenzaba a amainar; las nubes desaparecieron lentamente y la luz de la luna era nuevamente visible entre ellas.


El vuelo había demorado su partida un par de horas; adentro, los pasajeros ansiosos se preguntaban si viajarían esa noche o tendrían que esperar hasta el día siguiente; no les habían dado una razón creíble: hay mal tiempo les dijeron; sin embargo, afuera una hermosa luna llena iluminaba la noche. Eleonor estaba intranquila, trataba de no pensar en lo que sucedía alrededor suyo, aunque, en realidad no era aquello lo que le preocupaba, una sensación de zozobra la había invadido, una sensación como de culpa, pero ella aún no podía explicar por qué. Ansiaba aquel viaje, desde hace mucho tiempo, paro ahora, era como si de pronto toda aquella ansiedad hubiera desaparecido.
- Señorita - le dijo un hombre de unos 80 años que estaba sentado a un costado - ¿usted cree que podamos viajar hoy? - le preguntó.
Eleanor no respondió, lo miró seriamente por un instante, luego bajo la mirada.
- Señorita – volvió a decirle el señor - ¿Está usted bien?
- ¿Bien? - respondió ella – usted cree que podría estar bien -continuó mientras sus ojos comenzaban a brillar producto de las lágrimas que aún se negaban a caer por sus mejillas.
El hombre la miró con complacencia, como comprendiéndola
- Tal vez no deba volar hoy – dijo – creo que realmente no quiere hacerlo – continuó.
Eleonor no lo miró, las lágrimas corrían por sus mejillas, apretaba sus puños.
- El está bien – dijo el hombre – aún tiene el dije entre sus manos, sólo sonría, confíe, tenga fe.
Eleonor levantó la cabeza sorprendida, cómo podía saber aquel hombre todo aquello, aquello que había sido casi un secreto entre los dos; volteó a mirarlo, pero el hombre ya no estaba, la confusión se hizo aún mayor cuando descubrió que el avión comenzaba a moverse; se levantó de improviso, miró a su alrededor. . .
- ¿Quiere algo señorita?- Preguntó una aeromoza
- ¡Detengan el avión!, ¡Detengan el avión! – Gritó desesperada,-¡Detengan,el avión! – volvió a gritar, mientras comenzaba a correr por el pasillo hacia la puerta. . .

La luna llena ilumina la larga pista de aterrizaje, ya vacía; el movimiento en torno a ella se ha detenido por completo; sólo una mujer rompe la quietud de la noche, está parada en medio de ella y grita entre risas y llantos:
- Sonríe, confía, ten fe.
Encima de ella, un helicóptero, de esos que los americanos usaron en Vietnam, pero rojo, vuela hacia la noche, arriba. . .


13.05.2002
Datos del Cuento
  • Categoría: Metáforas
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