Esto era un hombre gris, de traje gris, de pelo gris, de sonrisa gris y de pensamiento gris. Se llamaba Iván. Le iba de miedo, claro, porque en el mundo predomina el gris y lo gris está muy bien valorado. Su máxima ilusión era conocer una mujer gris con la que formar una familia gris.
Pero el destino es juguetón y conoció a Sara.
Sara era una mujer arco iris, de vestidos amarillos, pelo rojo, sonrisa azul y pensamientos multicolores. Le iba fatal porque las gentes grises del mundo gris se ponen de los nervios con quienes viven en color. Aunque a Sara le daba igual porque su máxima ilusión era seguir siendo como era.
Pero el destino es juguetón y conoció a Iván.
-¿No estamos hechos el uno para el otro, verdad? -Preguntó él muy serio, en cuanto se conocieron.
-Para nada -dijo ella, soltando una risa infantil y contagiosa.
-¿Y qué podemos hacer?
-Fácil. Yo te coloreo a ti y tu no me cambias a mi.
El hombre gris la miró con sorpresa.
-Eso no es equitativo.
Ella rió.
-No. Pero es lo mejor. Créeme.
Y él, por primera vez en su vida, sonrió en azul.