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Esmeralda y azabache

Érase una vez una pequeña rana que en un estanque de montaña habitaba. Vivía bajo un nenúfar precioso, justo al lado de una gran roca rosa donde tomaba el sol buena parte del día. Una vez estaba la ranita jugando a esconderse de las sombras del mediodía cuando vio a un toro que se acercaba para beber. Justo cuando ya iba a tocar el agua con el morro apareció ante él la ranita y le salpicó para que se apartara."¡No puedes beber de mi charca!" Le gritó la pequeña rana color esmeralda. "¡Nadie puede!" agregó. Pero el toro que venia de muy lejos y estaba sediento y cansado no podia esperar a encontrar otra charca. Así que le dijo: "Pequeña rana color esmeralda ¿porque no puedo beber de tu agua? si es clara y cristalina y me hace mucha falta". La pequeña ranita contestó que él era demasiado grande y sediento, por lo que acabaría con toda la charca de un solo trago y ella se quedaría sin casa. En vano trató el toro de explicarle que la charca tenia mucho agua y que con las próximas lluvias ni se notaria que había pasado por allí. pero aún así la ranita no dejó que se acercara a la charca.

Se le ocurrió entonces que tal vez el toro pudiera hacerle un pequeño favor a cambio de su agua. Entoces dijo así:" Querido toro de piel azabache, tu eres grande y fuerte y ademas conoces mucho mundo. Yo sin embargo, nunca he salido de esta charca cristalina.¿Podrías enseñarme la nieve de las montañas, los altos bosques y las verdes praderas del valle?". Al toro le dio un poco de pena la pequeña rana y además estaba sediento, asi que aceptó su oferta.

La pequeña ranita color esmeralda dio entonces un gran salto de alegria que le sirvió para subirse a la cabeza del toro. Y así, juntos, comenzaron su viaje. Juntos recorrieron las altas cumbres y los verdes valles. Jugaron con blanca nieve de los picos más bellos y chapotearon en susurrantes arroyos que del deshielo primaveral surgían. Tomaron el sol en verdes mares de hierba nueva y sintieron el calido soplo de los vientos de la primavera. Comieron dulces brotes de almendro, bayas de intensos colores y recorrieron lugares de los que la pequeña ranita tan solo había oído hablar y con los que tan solo había podido soñar. Pero ahora, ahora era una realidad.

Tal era la alegría de la pequeña ranita color esmeralda que no se dio cuenta de que se había alejado mucho, quizas demasiado, de su charca. Se olvidó que su cristalina agua le daba la vida. Así la piel esmeralda de la pequeña ranita se tornó ocre y agrietada y por ello comenzó a sentirse mal, muy mal. Y ya solo pudo decirle a su amigo de pelaje azabache que le había hecho muy feliz y que jamas olvidaría lo que juntos habían descubierto y después se desmayó.

El gran toro de pelaje azabache comprendió entonces que solo la cristalina agua de la charca de montaña podía salvar ya la vida de la pequeña rana color esmeralda. Así la cogió suavemente entre sus fauces y comenzó a correr. Y corrió tanto y tan rapido que surcó valles y montañas, ríos y bosques sin descansar hasta alcanzar el borde de la charca donde la pequeña rana habitaba.

La sumergió lentamente en aquel agua fria y revoltosa que en poco tiempo dovolvería el caracteristico color esmeralda a la piel de la ranita. Luego se tumbó al borde y sin beber agua siquiera se quedó dormido.

Así cuando la pequeña ranita volvió en sí encontró junto a la orilla a su gran amigo el toro y fue a darle las gracias por haberle salvado la vida. Pero el toro no podia oírle ya, pues había hecho un esfuerzo enorme al correr durante días sin descanso. Y aunque el toro era grande y fuerte al llegar a la charca hubiera necesitado beber de su cristalina agua pero en esta ocasión de seguro hubiera acabado de un trago con la cristalina charca y la pequeña ranita hubiese muerto. Al darse cuenta la pequeña ranita color esmeralda comenzó a llorar de forma tan intensa y durante tanto tiempo que sus lagrimas crearon un riachuelo que cruzó valles y montañas, bosques y ríos y se extendió por todos los lugares donde los dos amigos habían estado juntos, hasta llegar a los confines de la tierra.

Y donde quedó el cuerpo inerte del toro de pelaje azabache surgió un enorme roble que protegía a la ranita del gelido viento del norte en invierno y daba fresca sombra en los calurosos dias de verano.

Y colorin colorado este cuento se ha acabado.
Datos del Cuento
  • Categoría: Fábulas
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
elultimopirata
invitado-elultimopirata 29-04-2005 00:00:00

Felicidades David, después de la belleza de tu relato me encuentro con la ignorancia de quien nos rodea, supongo que lo mal llamado erótico debe ser más interesante "en fin", por mi parte ahi va un pedazo de 10. Ojalá pudieramos encontrarnos todos los días en este pequeño reducto con tanta ternura y bella literatura. Un favor que no se acaben tus cuentos, un saludo.

Begoña
invitado-Begoña 26-10-2003 00:00:00

Me gusto mucho, en verdad, creo que dice mucho del autor, es una historia preciosa. Un beso

Betina
invitado-Betina 02-10-2003 00:00:00

Realmente,me llenó de ternura este cuento,pero...no crees que esto es mas bien una hermosa leyenda?. Saludos afectuosos.

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