Alícia era una niña tímida pero buena persona y con gran corazón. Tenía la habitación llena de muñecas y un par de ellas, de porcelana, a las que le tenía mucho aprecio.
Ella solía peinar el cabello de estas muñecas y les decía muchos cariñitos.
Un día, su madre, le dijo que su tío Rodrigo iba a ir aquella tarde a su casa, pues la niña enloqueció de alegría. Su tío Rodrigo era un hombre de negocios y siempre iba de arriba a bajo, por cualquier país. A Alícia le que más le gustaba eran los regalos que le traía su tío cuando regresaba de viaje. Aquella tarde estaba como loca. Arregló su habitación y expuso todos los regalos de su tío. Se podía decir que era su tío favorito.
Después de un largo y aburrido rato de espera, el timbre de la puerta sonó. Ella fue a abrir la puerta. Giró el pomo deprisa y ahí estaba él. Su tío con una maleta y una bolsa de deporte donde solía traer los regalos. Iba trajeado, repeinado con gomina y un gran bigote. En su cara joven se iluminó una gran sonrisa. Se agachó y abrazó a su sobrina con ternura. Después fue a saludar a su hermana y a su cuñado. Después de una larga charla con ellas dos y sentado tomando una taza de café su sobrina con ansia preguntó por los regalos. Su tío se echó a reír pero sus padres la riñeron. Su tío fue a por la mochila y le dio los regalos a su hermana y cuñado. Por último se lo dio a su sobrina, una caja larga, de unos cuarenta centímetros de color fucsia. La niña con impaciencia abrió la caja y sus ojos se abrieron como platos, sonrojó y sonrió. Allí había una muñeca de porcelana, japonesa. Tenía la cara triste, y unas lágrimas cristalinas le resvalaban; tenia unos ojos negros pequeños y unas coletas. Llevaba un vestido blanco, parecido a uno de comunión. La niña se avalanzó sobre su tío comiéndole a besos y dándole las gracias.
-Recuerda, nunca le digas "te quiero" y tampoco duermas nunca con ella.- le aconsejó su tío.
-¿Porqué?.- preguntó Alícia con entriga.
Pero su tío no contestó aquello y siguió charlando con los padres de la niña.
Aquella noche, Alícia estaba peinando a su muñeca nueva, y le dijo te quiero y se acostó, con la muñeca entre sus brazos sin hacer caso de las advertencias de su tío Rodrigo.
Al día siguiente Rodrigo se despertó, y desde la cocina escuchaba el despertador de su sobrina sonar. Y fue a apagarlo. Al abrir la puerta se undió de dolor y miedo. Alícia estaba decapitada, con su cabeza separada de su cuerpo a unos cinco centímetros, con cara de pánico y las sábanas empapadas de sangre. Rodrigo se avalanzó sobre su sobrina, llorando y chillando. Sus padres se despertaron y no soportaron aquél horror. Su madre se desmayó y su padre se avalanzó como Rodrigo sobre la niña. Rodrigo se arrepintió de haber comprado aquella muñeca.
La muñeca japonesa portaba un cuchillo de carnicería en la mano izquierda, sus lágrimas habían desaparecidom tenía ojos de ira y el vestido empapado de sangre. Y una sonrisa diabolica y entristecida en su cara de porcelana.