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En busca del regalo perfecto para Mamá Osa

Se acercaba el día del cumpleaños de Mamá Osa. Pero ni Papá Oso ni Pequeño Oso y Pequeña Osa, sabían qué regalarle.

Cuando llegó el gran día, se reunieron los tres en el salón muy preocupados al ver que aún no tenían con qué obsequiarla. Pequeña Osa fue la primera en tomar la palabra:
- Mamá Osa nos quiere mucho. Cuida de nosotros todos cada uno de los días del año ¿Con qué regalo podríamos demostrarle cuánto le queremos?

Pequeño oso respondió:
- ¡Con un collar de perlas carísimo! 

Pero Papá Oso negó rotundo con la cabeza. Pues el cariño que les demostraba Mamá Osa no se podía comparar a ningún joya, por muy valiosa que fuera.

Pasaban las horas y el Sol se iba alejando por el horizonte. Ya quedaba menos para que Mamá Osa regresara del trabajo. Sabían que vendría cansada pero como siempre, les preguntaría a los tres cómo habían pasado el día, si se lo habían comido todo, si habían dormido la siesta, si habían terminado los deberes... Notaría enseguida si Pequeño Oso estaba empezando a resfriarse o si Pequeña Osa se había enfadado con alguna de sus amigas. Tendría tiempo para prepararle a Papá Oso un tazón de leche caliente con miel y recoger del huerto unas cuantas manzanas rojas para el postre mientras preparaba un suculento puré de verduras para cenar.

Papá Oso preguntó a los oseznos:
-¿Por qué no cuidamos de Mamá Osa tal y como ella hace con nosotros todos los días? ¡Vamos Pequeña Osa! Trae las zapatillas de Mamá Osa al salón ¡Vamos Pequeño Oso! Trae su bata y colócala en el sofá. Luego pondremos la mesa y cuando sea la hora, asaremos un rico pescado al horno.

Entonces dijo Pequeño Oso:
-¿Por qué no preparamos también la tarta preferida de mamá?

Los tres se miraron sonriendo ¡Perfecto! Por fin habían encontrado el regalo para demostrarle cuánto le querían. Papá Oso, Pequeña Osa y Pequeño Oso se pusieron manos a la obra. Y cuando llegó Mamá Osa del trabajo, tenían lista una deliciosa tarta con sabor a chocolate que los oseznos habían adornado con frambuesas frescas y Papá Oso con nata. Además, tenían dispuestos sobre la mesa unos tazones enormes con leche bien calentita a la que añadieron una cucharadita de miel.

El regalo llegó hasta el corazón de Mamá Osa y desde entonces, los tres procuraron cuidar de mamá tanto como ella cuidaba de ellos.

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