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El trasgu

~~Es un duende pequeñucu, muy vivaz, de gesto picardioso, cojo, muy simpático, laborioso y le encantan las travesuras. Anda siempre por el llar de la cocina, por los desvanes y por las cuadras y corrales. Algunas descripciones físicas del trasgu lo pintan con cuernecillos, rabo y cierta cojera; otras, con unas piernas muy largas y delgadas, así como con unos dedos de las manos larguísimos. También se le pinta vestido con una blusa roja y un gorro rojo, por eso se le llama “el del gorru colorau”. Tiene un agujero en la mano izquierda

~~Es duende casero, por la noche entra en las casas si está el fuego encendido. Si está de buen humor y le tratan bien, se preocupa de trabajar colocando las cosas en su sitio, limpia y barre la casa.

Cuando está malhumorado, porque le han tratado mal, hace travesuras en la casa, revuelve las arcas y cajones, cambia y rompe cacharros, esconde objetos, saca las vacas del establo y lo lleva al abrevadero espantando a las reses, alborota y grita.

~~Para que no vuelva a la casa, puesto que tiene la mano agujereada y presume de dejar todo como lo encuentra, lo mejor es mandarle hacer una de éstas tres cosas:

• Hacerle recoger del suelo mijo o linaza.
• Ponerle a blanquear la piel de un carnero negro.
• Ordenarle traer un cesto de agua.

El Trasgu, escrupuloso de su función, intenta recoger los granos, pero se le escapan por la mano agujereada. Al no poder hacer lo indicado, entonces avergonzado, se va para no volver.

En Asturias, el trasgu recibe diferentes denominaciones según los lugares. Así, se le conoce como el Trasno, el Cornín o Xuan dos Camíos, en la zona occidental, y como el Gorretín Coloráu o el de la gorra Encarnada, en los concejos más orientales. Las travesuras del Trasgo se repiten con distintas variantes en numerosos pueblos y lugares de toda la Península, y sus andanzas se evocan en obras clásicas de la literatura española, como el Lazarillo de Tormes, los entremeses de Cervantes o las comedias de Lope de Vega.

~~Durante los siglos XVI y XVII, incluso teólogos de gran reputación estaban convencidos de que los duendes eran una categoría de demonios menores y domésticos. Numerosas actas de procesos inquisitoriales muestran hasta qué punto estaba arraigada su creencia entre todas las clases sociales, y de qué forma la iglesia intentaba neutralizar su acción con reprobaciones y exorcismos. Antonio de Torquemada dedicó un amplio tratado de su Jardín de flores curiosas a los “fantasmas, visiones, trasgos, encantadores, hechiceros, brujas y saludadores” donde describe ampliamente sus actividades. Según Torquemada: “los trasgos no son otra cosa que unos demonios más familiares y domésticos que los otros […] y así parece que algunos no salen de algunas casas, como si las tuviesen por sus propias moradas, y se dan a sentir en ellas, con algunos estruendos y regocijos, y con muchas burlas, sin hacer daño ninguno: que aunque yo no daré testimonio de haberlo visto, he oído decir a muchas personas de crédito que los oyen tañer con guitarras, y con cascabeles, y que muchas veces responden a los que llaman, y hablan con algunas señales y risas, y golpes”.

Ya en el siglo XVIII, la arraigada creencia en las actividades de los duendes tendría su primer gran detractor en la figura de Fray Benito Jerónimo Feijoo, quien dedicó todo un capítulo del Theatro Crítico universal (1781) a refutar la existencia de los “Duendes y espíritus familiares”. A partir de entonces, y coincidiendo con el desarrollo de las ciencias experimentales en el siglo XIX, cada vez fueron más las voces de teólogos y científicos que rechazaron la creencia en los duendes

~~Sin embargo, entre las clases más populares, no sólo de las áreas rurales, sino también de las urbanas, esta creencia ha seguido viva hasta la actualidad. Pocos son los pueblos españoles donde no haya una casa que se haya creído habitada por duendes. Y, al igual que sucede con los demás seres mitológicos, el trasgu no sólo existe en España, sino que, bajo diferentes apelativos, su figura es prácticamente universal. Así, bajo los nombres de “lutin”, “follet”, “fantastique”, “Kobold”, “nix”, “robin” o “puck” se le encuentra también en numerosos lugares de Alemania, Francia, Italia o Inglaterra, y las mismas travesuras que se refieren de él entre nosotros se refieren también en otros pueblos.

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