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El ropero de la abuela

Si hay una cosa que a Baltasar le molestaba era ir a casa de su abuela los fines semana. La razón principal respondía a que la anciana lo único que tenía en su casa para entretenerse era un viejo televisor que solamente sintonizaba el canal donde transmitían sus telenovelas.



Afortunadamente, ese día también estaba invitada a la reunión, la familia de Catalina, prima menor de Baltasar. Con ella se llevaba de maravilla y cada vez que jugaban juntos el tiempo pasaba volando.



Dicho y hecho, inmediatamente después de que se vieron, comenzaron a jugar a esconderse por todos los recovecos de la casa.



Baltasar estuvo buscando durante algún tiempo el sitio ideal para no ser descubierto. Lo halló precisamente en el dormitorio principal de la casa, sitio en donde se encontraba un gran ropero de madera.



Abrió el mueble con cuidado de no mover nada, pues sabía que si hacía el menor desorden, sería reprendido severamente por su abuela. Se acomodó con muchísimo tiento entre los vestidos de la anciana. Dentro del armario se podía percibir un fuerte olor a la naftalina, por tanto en unos cuantos segundos el chico quedó mareado y desorientado.



De momento escuchó una risa débil que provenía de la zapatera, bajo la mirada y no puedo ver absolutamente nada. No obstante, las risas iban incrementando su volumen. Por temor de ser descubierto debido a ese alboroto, intentó rápidamente cambiar el escondite.



Pero la puerta del mueble estaba trabada. El niño gritó con todas sus fuerzas:



– ¡Auxilio, papá y mamá! Estoy atrapado.



Siguió gritando sin cesar hasta que de pronto sintió como una mano le tocaba la espalda:



– Calla niño, ahora vendrás conmigo. Vamos a un lugar del que no se regresa jamás. Replicó la extraña entidad.



Baltasar extendió su brazo derecho hacia atrás y alcanzó a palpar lo que parecía una verruga, característica inequívoca de que aquella criatura era una bruja. Posteriormente el niño emitió un gemido tan fuerte que fue escuchado en toda la casa. Sus padres corrieron para socorrerlo.



No pudieron hacer nada, el infante estaba muerto. Los médicos aseguraron que su deceso fue ocasionado por falta de oxígeno. Lo que nadie pudo explicar fue que en su puño derecho tenía un mechón de pelo color marrón.


Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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