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El rey sin sal

Al rey Goloso le encantaba que sus hijos, los príncipes Eric y Evelyn, le dijeran

toooodo el tiempo cuánto le querían.

-Te quiero más que a los árboles, más que a las montañas, más que al palacio,

¡más que al reino entero! -le dijo un día Eric.

-Y tu hija mía... ¿cuanto me quieres?

-preguntó el rey Goloso mirando a su hija Evelyn.

La princesa se quedó pensativa. No quería repetir lo mismo que su hermano. 

Necesitaba encontrar algo más original...

-Yo te quiero ..... ¡más que a la sal! -contestó por fin a su padre.

Aquello no le gustó ni pizca al rey Goloso. 

-¿¿Que a la sal?? -gritó-.

Si hubieras dicho que me quieres más que al pollo en pepitoria, al filete a la plancha,

al cordero asado, a la tarta de manzana, a los pasteles de nata....

 

-¡Tú no me quieres nada de nada!

¡Qué disgusto! -lloriqueó el rey Goloso-.

Si hubieras dicho que me quieres más que al chocolate, a los caramelos o 

a las gominolas...

Y es que el rey Goloso era un glotón de aúpa. 

Asustada, la princesa Evelyn vio cómo el enfado de su padre iba creciendo...

-¡No quiero ni verte! ¡Castigada a la cocina!

-le gritó el rey Goloso, enfadadísimo.

-Te demostraré que quererte más que a la sal es quererte mucho más de lo

que imaginas...

-contestó entonces la princesa Evelyn.

-¡No me repliques! ¡A la cocina he dicho!

Pensativa la princesa Evelyn bajó a la cocina.

¿Cómo le demostrará a  su padre que quererle más que a la sal era quererle mucho?

 

 

La princesa Evelyn decidió preparar ella misma las comidas a su padre.

El primer día le sirvió todas las golosinas que encontró en el palacio.

Pero el rey Goloso no pensaba perdonarla así como así...

-Si hubieras dicho que me quieres más que al azucar... -dijo mientras se 

comía todas las chuches.

El segundo día la princesa le preparó pasteles de frutas, de nata, de chocolate...

-Si hubieras dicho que me quieres más que a los pasteles.. -protestó el Rey Goloso,

y aunque se los zampó todos, la verdad es que ya empezaba a pensar

en una patatas fritas con su sal por encima...

El tercer día, la princesa preparó dos comidas muy distintas para que su padre 

eligiera una de ellas...

La primera era dulce:

Una tarta de chocolate, ¡su preferida!

La segunda era una comida salada:

Un guiso de carne con pimiento rojo, ¡y el rey Goloso odiaba el pimiento rojo!

El rey goloso empezaba a echar de menos las comidas saladas, pero si elegía el guiso,

¡le daría la razón a Evelyn!

Al final, y pesé a odiar el pimiento rojo, el rey Goloso se dio por vencido:

-¡Tienes razón, hija! La sal es fundamental...

¡Quererme más que a la sal, es quererme mucho!

Y, tras abrazar a su hija,  ¡devoró el guiso!

Datos del Cuento
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